por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comEn nuestra Argentina “el todos los días” es un tiempo de preocupación tristeza e incertidumbre. El macrismo, en tanto expresión de la derecha política extrema aunque pretenda barnizarse de democrática, gobierna en representación de los ricos. A esta altura de su gestión esto no pasa inadvertido a nadie.
Cosa extraña pero real: aún a pesar de su insensibilidad, el macrismo conserva el respaldo electoral de una buena porción de la sociedad, cosa que logró por haberse maridado con el radicalismo y con alguna otra organización política menor cuyo único capital es una figura mediática –Elisa Carrió- pacientemente preparada como sujeto político dañino a través de los años. Desde sus tiempos de colaboradora de la dictadura militar hasta el presente, Carrió ha sido un factor nocivo en la política. El imperio sabe mover los trebejos en el tablero de la política de cada país que se dispone conquistar.
Durante dos años y medio de gobierno macrista, como nunca antes en períodos constitucionales, en nuestro país se vienen aplicando políticas antinacionales y profundamente agresivas hacia los trabajadores y especialmente contra los sectores más débiles de la sociedad. Probablemente la respuesta popular a tal agresión se haya demorado. Pero desde hace unos meses a esta parte, parece que va cobrando forma una suerte de oposición mediante concentraciones, marchas y movimientos de fuerza en los cuales crece el protagonismo de los trabajadores. Esta oposición en crecimiento que se va construyendo en las calles golpea con fuerza al régimen macrista y es mucho más efectiva que la hasta ahora realizada por los partidos políticos, perdidos en el remolino de las componendas y de sus luchas intestinas.
Mientras tanto, pasada la borrachera triunfalista del primer tiempo, algunos dolores internos
comienzan a aparecer en el seno del frente Cambiemos. Como diría la letra de un viejo tango, “en la contradanza de la algarabía, al trompo de su alma le falta piolín”. Rodriguez Larreta en la ciudad de Buenos Aires hace lo imposible para evitar los primeros planos, Vidal en la provincia de Buenos Aires conserva más o menos sano su buzo antiflama, pero la figura de Mauricio Macri, identificado como el principal responsable del desastre nacional, es el destinatario de cuanta puteada surge en ámbitos deportivos, en las colas de comercios, bancos y en medio de concentraciones de protesta. Cuando esto ocurre en forma masiva, el desgaste se hace sentir y a veces, el proceso de deterioro es imparable. Si se nos pide que demos alguna prueba respecto de lo que afirmamos, tengan los lectores la plena seguridad que, recurriendo a infinidad de hechos acaecidos en nuestra historia no muy lejana, podríamos escribir un libro.
Además, cuando desde el poder se apela a recursos alocados para limitar a las fuerzas opositoras es donde aparecen con nitidez signos de debilitamiento. Una medida alocada fue la de operar para que una jueza cuyo despacho se asemeja a una dependencia geriátrica, decida la intervención del Partido Justicialista. Las intervenciones a las estructuras políticas y sindicales peronistas o las dispuestas en provincias donde hubo gobernado el peronismo, nunca dieron buen resultado. Las más de las veces facilitaron el fortalecimiento del peronismo y terminaron con los interventores arrojados por las ventanas.
Por otra parte, si no fuese que la situación del pueblo es tan dramática, algunos aspectos de la intervención al PJ, cómo los fundamentos utilizados por la jueza y la elección del interventor, serían motivo de risas o un magnífico argumento para un sainete. Es cierto que en esta dolorida Argentina todo puede ser o no ser. Pero deben ser muy pocos quienes crean que un dirigente con las características de José Luis Barrionuevo, pueda ser la persona capaz de conformar a la inmensa mayoría de peronistas diseminados en todo el territorio nacional, unirlos, disciplinarlos y que todos acaten las medidas que emanen de su intervención. Para colmo, las primeras incorporaciones de colaboradores hechas por Barrionuevo no han sido felices. Carlos Campolongo, un viejo periodista, funge como panelista en programas faranduleros de la televisión. Julio Barbaro, un hombre muy cuestionado por el peronismo, no es acompañado ni por su sombra. Ambos, sin ningún predicamento en las bases peronistas y carentes de poder de convocatoria, seguramente contribuirán a que esta experiencia intervencionista salte por los aires más temprano que tarde. Conocedores de las vicisitudes peronistas apuestan, sin hesitar, a que estos personajes irán a parar rápidamente a las bauleras de la calle Matheu 130 donde se guardan los trastos viejos.
También en el mundillo parlamentario pasan cosas y hay quienes, desde el peronismo, se regocijan con las desventuras de quien, alguna vez, fue una estrella rutilante en el firmamento macrista. A partir de la incorporación de Cristina Fernández a la Cámara de Senadores de la Nación, Gabriela Michetti vive días de pesadillas. Cristina es sin dudas el mejor cuadro político en el escenario nacional y por lejos la mejor oradora del Parlamento. La ex presidenta, cuya capacidad parlamentaria es de un nivel muy elevado, cada vez que interviene pone en aprietos a Michetti que, en verdad, no puede ocultar su resentimiento y sus dolores íntimos frente a una mujer que la supera en toda la línea. Algunos fragmentos filmados en distintas sesiones del senado ya son de antología y sólo con husmear en algunos programas de internet, uno, sin ser especialista en el estudio de los gestos ni en morfopsicología, puede darse cuenta, fácilmente, de lo que transmite el rostro de Michetti frente a los embates discursivos de Cristina.
Los macristas, en escasos dos años y medio de gestión, de la soberbia triunfalista del principio pasaron sin escalas a la prepotencia con que actúan en la actualidad. Y la prepotencia, a la corta o a la larga, no da buenos resultados aunque se tenga el poder. La disconformidad social que se expresa en grandes movilizaciones y que se nota en cualquier diálogo o reunión callejera, comienza a hacer sentir sus impactos en el fuselaje de Cambiemos. Si el oficialismo desconoce esta realidad o la ignora por una cuestión de soberbia, no tardará demasiado en notar que su nave comienza a caer en picada. Porque el poder no sólo está del lado de los monopolios, de quienes manejan las altas finanzas y de los gerentes que hoy están en función gobierno. También existe poder en el pueblo por su número y cuando se moviliza, porque no sólo está en condiciones de quitarle el sueño a los poderosos paralizando el país, sino, cuando el hartazgo supere la paciencia, podrá echarlos a patadas. Quien pueda oir sería mejor que oiga.
(*) De Iniciativa Socialista