por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comLos trabajadores deberíamos conmemorar el próximo 1º de Mayo en una jornada de gran movilización popular en todo el país. Este Día de los Trabajadores no debería ser un día más. Porque no sólo la Argentina vive momentos muy difíciles. Toda Latinoamérica está padeciendo los horrores del capitalismo que el imperialismo profundiza hasta límites insoportables.
Alguna vez, hace unos años, publicamos un artículo que titulamos: “En Política las primaveras no son eternas”. En dicho artículo señalamos la necesidad de la unidad del movimiento nacional y el peligro que significaban los enfrentamientos internos dentro del denominado campo popular. Recomendamos también unirnos y organizarnos ante el riesgo de que la “tortilla se vuelva”…en contra nuestro. Desgraciadamente no nos equivocamos. Nos desunimos, no fuimos capaces de organizarnos, los caprichos estúpidos prevalecieron sobre lo racional y aquí estamos: hundidos hasta la garganta en el fangal neoliberal. Lo que sigue es parte de lo que escribimos hace unos años cuando la Argentina, Latinoamérica y el Caribe eran otra cosa.
“Es bueno tener presente que todo llega y todo pasa. Nada en nuestra vida es permanente. Los argentinos sabemos muy bien que los momentos de felicidad no han sido demasiado duraderos en nuestro país. Ni más ni menos que en el resto del mundo. Pero como es aquí donde nosotros reímos y lloramos nos preocupa cuando en la escena nacional, dentro de nuestro movimiento, las discusiones sin sentido suben de tono. Más, sabiendo que en política las primaveras no son eternas y que es bueno evitar el crujido de las estructuras
propias.
Nadie puede negar que después de las sucesivas catástrofes padecidas en la Argentina por obra y gracia de diferentes gobiernos civiles y militares, seudo democráticos o dictatoriales, los años posteriores al 2001 nos trajeron vientos de esperanza y cierto alivio luego de décadas de sufrimientos y miseria. Con mucho esfuerzo fuimos avanzando entre idas, vueltas, más de un dolor de cabeza y frente a una oposición que sólo se dedicó a poner piedras en el camino. Durante estos años, a pesar de todas las trabas opositoras, hemos crecido, recuperamos parte de nuestro patrimonio nacional, recobramos la dignidad y plantamos a nuestro país ante el mundo como un paradigma a imitar. No es poco lo que hemos logrado gracias a los dos turnos y un poco más de gobiernos kirchneristas.
Pero hacer las cosas bien, levantar al país después de años de frustraciones, salir adelante saltando innumerables obstáculos, superando miles de inconvenientes para darle un poco de bienestar al pueblo, obliga a enfrentar a poderosos intereses de aquí y del exterior. Intereses que generalmente están estrechamente ligados entre sí en los sectores concentrados de la economía y de las finanzas.
Nadie de los que tienen demasiado y manejan mucho poder va a entregar nada fácilmente. Al contrario van a oponerse, como ya lo están haciendo, a todo lo que signifique mejoras para quienes históricamente han estado postergados. Y en esa actitud opositora cargada de agresividad no van a despreciar ningún método. Seguramente colocarán todos sus recursos -que son inmensos- al servicio de la preservación de sus privilegios.
Comenzaron con Honduras y Paraguay ocasionando un daño importante al proceso de unidad e integración latinoamericano. Aquí en la Argentina todavía no le encontraron la vuelta y aún se les complica bastante. Insistirán una y mil veces porque los poderosos son así. No toleran la elevación de las clases populares porque ello significa ceder espacios y no poder disponer a gusto y placer del destino de millones de personas. En este momento, por esas cosas que ocurren dentro del movimiento nacional, algunas choques que ocurren en distintos sectores pueden favorecer a los enemigos del pueblo que, sin duda, tratarán de aprovechar cualquier grieta para filtrar insidia y sembrar cizaña. Ya nos ocurrió hace más de cuarenta años cuando triunfó el Dr Héctor Cámpora, candidato del peronismo en las elecciones del 11 de marzo de 1973 después de 18 años de proscripciones y persecuciones. En aquel tiempo nuestra ilusión duró poco más de dos meses. Entre propios y ajenos derrocaron a aquel flamante gobierno elegido por el cincuenta por ciento de los votos, trastornando los planes de Perón y produciendo un agujero en la historia que recién comenzamos a tapar en el año 2003. Quien en esa época creyó que habíamos derrotado al enemigo se equivocó fiero. El enemigo nos volteó a nosotros. Y aceleró la muerte de nuestro líder, el general Perón.
Si aprendiéramos que en política para muestra basta con un botón seríamos más cuidadosos en producir hechos que atentan contra la unidad del campo popular debilitándonos frente a quienes trabajan para dividirnos y vencernos. La consigna unidos y organizados debe asumirse no como un simple eslogan sino como una necesidad que debemos realizar entre todos los que jugamos nuestras fichas apoyando el proyecto nacional y popular en marcha”
Lo que antecede fue escrito en tiempos del mareo del Patio de las Palmeras donde se decía que si la tocaban a Cristina podían correr ríos de sangre. A Cristina la tocaron por todos lados y todo fue como si nada. Se tiñó el país de amarillo y si a Cristina no le aprietan más la soga en el cuello es porque la necesitan. Saben que tiene un caudal de votos importante. Pero también saben que no puede conducir a la totalidad de los peronistas, lo cual les garantiza seguir ganando si el peronismo no se une. Aquellas palabras fueron escritas cuando se despreciaba a dirigentes sindicales sin tener en cuenta lo que significaba su alejamiento de nuestras filas. En épocas de soberbia propia, nuestras palabras, y opiniones parecidas, fueron ignoradas. Así le fue a la Argentina. Hasta no faltó quien, en discusiones fraternales que de ninguna manera lesionaron nuestro afecto mutuo, nos tildara de agoreros o de pesimistas. En política, ver la realidad no es ni lo uno ni lo otro. Simplemente es advertir los errores propios y darse cuenta de la capacidad de fuego que el enemigo tiene a su favor.
Por fortuna, a veces, cuando la vida nos golpea nos deja alguna enseñanza. Muchos de los nuestros –esperamos- habrán comprendido que no fuimos los más inteligentes, fuertes y “piolas”. Por suerte, también, el terrorífico atropello que el gobierno macrista realiza contra el pueblo argentino comienza a chocar con la resistencia de los trabajadores que con sus sindicatos, desde diversas organizaciones sociales y algunos partidos políticos, o como autoconvocados, comienzan a ganar con frecuencia las calles y plazas de la República. Cuando el pueblo se moviliza, organiza y reclama en voz alta, los poderosos sienten los cachetazos. Como dijimos: nada es para siempre. Tampoco los inviernos neoliberales tienen garantizada la eternidad. Mucho menos los gerentes del imperio. Benito Mussolini, en la Italia de los años 30 y 40 del siglo anterior, tuvo mucho poder. Terminó fusilado y colgado patas para arriba junto a otros fascistas. Tomen nota quienes hoy se creen poderosos en la Argentina y martirizan al pueblo sumiéndolo en la miseria.
(*) De Iniciativa Socialista