por Omar Dalponte
Era de suponer que después de las derrotas electorales de 2013 2015 y 2017 el peronismo trataría de recuperarse entrando en un período de reflexión, debates, elaboración de propuestas y que comprendiera que la unidad con todos los peronistas resulta imprescindible para ser una oposición fuerte, inteligente y alternativa con posibilidades de triunfar en el año 2019.En diciembre de 2017, luego de cuatro años de la dura caída frente al massismo en la provincia de Buenos Aires, y a dos años de ser derrotado por el macrismo a nivel nacional, suponíamos que el peronismo, realizada su elección interna bonaerense de la cual emergió como presidente Gustavo Menéndez, comenzaba a recuperar energías y capacidad de orientación. Transcurrido el lapso de pases de facturas, dispersión, abandono del Partido Justicialista por parte del kirchnerismo que compitió electoralmente con el sello de Unidad Ciudadana y concretada la elección de la nueva conducción justicialista bonaerense, parecía que la cordura remplazaba a las acciones disparatadas y que por fin se comenzaba a operar razonablemente para juntar a los dispersos.
Con esa expectativa se esperó la reunión de Consejo del Partido Justicialista bonaerense que se realizó el pasado 26 de enero en la localidad de Costa del Este, Partido de la Costa, con la asistencia de 40 consejeros pero con la ausencia de los representantes del kirchnerismo y del randazzismo. Si bien es cierto que el encuentro se efectuó con quorum más que suficiente, el faltazo de estas dos expresiones del peronismo impidió que la flamante conducción gozara de felicidad plena.
No son pocas las voces que desde hace bastante tiempo proponen unidad del peronismo sin exclusiones. Pero en verdad también son muchos los que hacen caso omiso a esos
llamados que, al caer en el vacío, son nada más que buenas intenciones lanzadas al viento. Es lamentable que entre quienes dicen ser peronistas, el egoísmo y algunos intereses espurios se impongan sobre la necesidad de poner de pie a un movimiento que tiene un potencial extraordinario.
Que compañeros tan valiosos y queridos como Verónica Magario y Fernando Espinoza no hayan concurrido al encuentro de Costa del Este ha sido un error político grande. Las diferencias –que las hay y no son pequeñas- deben debatirse en los organismos partidarios y, con inteligencia, buscar los comunes denominadores que permitan superarlas. Hacer mutis por el foro no es el mejor recurso cuando peligra la casa de todos y enfrente hay un adversario poderosísimo.
Notamos, con profunda pena, que va en aumento la pérdida de respeto por los grandes principios del peronismo. Entre ellos, aquello de: “primero la Patria, después el Movimiento y por último las personas”. Viendo las cosas tal como son es evidente que se está procediendo exactamente al revés y que se privilegian los intereses personales o de grupos sin tener en cuenta al país y al conjunto del pueblo peronista. Desgraciadamente la intolerancia y el sectarismo no es sólo patrimonio de dirigentes rencorosos o ambiciosos. También han ganado terreno en amplios sectores de las bases. Sólo basta echar un vistazo a las redes sociales en cualquiera de sus expresiones y allí se ve claramente la lluvia de insultos y acusaciones hacia compañeros que, por esas cosas de la política, con sus aciertos y errores han tomado diversos caminos. Es cierto que muchas organizaciones, como el pescado, comienzan a pudrirse por la cabeza. Mucho más grave es cuando la descomposición se manifiesta y se extiende en las bases de esas organizaciones. Si eso ocurre no hay remedio y nada impedirá la debilitación y muerte de la organización contaminada.
Las frases “para un peronista no debe haber nada mejor que otro peronista” y “quien lucha contra un compañero es un enemigo o un traidor”, son letra muerta en medio de una realidad dentro de la cual asoma más el odio por los propios y los que están cerca, que la voluntad de luchar con inteligencia y grandeza contra los adversarios. Objetivamente, quienes hoy tiran bolillas negras contra dirigentes que nuestros compañeros se esfuerzan por recuperar para construir un frente común, son los más eficaces colaboradores del macrismo y funcionales a los enemigos del peronismo. Cuando en agrupaciones que decían adherir al kirchnerismo, y desde las propias filas peronistas se criticó acerbamente a Daniel Scioli etiquetándolo –entre otras cosas- de “hombre de la derecha” haciéndole la vida imposible en plena campaña electoral, el resultado fue el triunfo de Mauricio Macri. Caer nuevamente en cosas semejantes disparando munición gruesa contra todo aquel que esté dispuesto a acercarse y que nuestros compañeros del Consejo del Partido Justicialista bonaerense se esfuerzan en recuperar, es una acción sumamente negativa que va en detrimento de la tarea por la unidad con todos.
Lo que no se debe hacer en estos momentos cruciales del Movimiento Peronista es producir actos que dividan. El más elemental manual de política práctica aconsejaría a sus miembros la asistencia perfecta a los organismos partidarios, ámbitos naturales para debatir y trazar rumbos políticos. Y no recomendaría actitudes que produzcan divisiones absurdas. Las peleas entre compañeros peronistas no conducen a ninguna parte favoreciendo, indefectiblemente, a un adversario que, por primera vez en mucho tiempo, gobierna y detenta el poder real.
Si el peronismo en su conjunto no entiende esto y persiste en funcionar en medio de empujones, en la Argentina habrá macrismo para rato. Cambiemos ya tiene sus principales candidatos para 2019. El peronismo aún no halló a la figura que represente a todos. Tampoco elabora propuestas que impacten favorablemente en la sociedad. Y muchos peronistas, mientras tanto, prefieren prácticar, como deporte, el cascoteo a los compañeros. Están errando fiero.
(*) Iniciativa Socialista