por Alejandro Chitrangulo
Los billetes son herramientas por las cuales las personas podemos adquirir bienes, servicios, objeto y, en ocasiones, enfermedades o la muerte. Regularmente su valor se encuentra enfocado a lo monetario, y se ha convertido en la obsesión y el desvelo de muchísimas personas, pero: ¿Alguna vez te preguntaste cuántas y qué tipos de bacterias existen en los billetes y monedas que guarda tu billetera?Un sinnúmero de bacterias
En primer lugar, los billetes pueden propagar la resistencia a los antibióticos. Jun Li y Gianni Panagioutou, investigadores de la Universidad de Hong Kong, han descubierto que el papel moneda puede transmitir bacterias potencialmente peligrosas. Su estudio,que ha producido alerta en la comunidad biomédica, fue publicado en Frontiers in Microbiology y analizaba las formas de transmisión de microbios entre humanos. Una de las que barajaron como potencial repositorio de patógenos fue el billete.
En palabras de Li, lo que descubrieron fue estremecedor: “Los billetes actúan como un absorbente de bacterias procedentes de otros medios y estas viven más que bien en su
superficie”. Un tercio de las bacterias pertenecía a especies potencialmente peligrosas, como escherichia coli y vibrio cholerae, y algunas cepas podían etiquetarse de mortales. Es más, al comparar los microbios presentes en el papel moneda con los que hay, por ejemplo, en las manos de la gente, el aire de una estación del subte, el agua potable y el sedimento marino, se encontraron con que la mayor diversidad bacteriana y resistencia a los antibióticos se hallaban en el dinero. Y al evaluar el potencial de propagación de los genes resistentes entre microbios, constataron que los valores eran mucho más altos en el caso de los billetes, lo que convierte al billete que pasa de mano en mano en un gran riesgo para la salud.
“Los billetes albergan varios tipos de bacterias procedentes de distintas fuentes, debido al frecuente contacto de las manos con la mugre, el agua y todo lo que nos rodea”, aclaraban los investigadores. Li apuntaba su esperanza en que el estudio hiciera a la población darse cuenta de dicho riesgo e incluso pedía a los gobiernos que tomaran medidas: “Mientras la sociedad sin dinero en efectivo no se haya desarrollado plenamente, nuestra recomendación es que bancos y gobiernos presten una atención especial al problema de la higiene de las divisas que usamos a diario. Aconsejamos seguir rutinas de desinfección en los bancos, poner anuncios que recuerden a la gente que se lave las manos después de tocar el dinero y promocionar servicios de pago electrónico, como el móvil”.
Mas investigaciones avalan el estudio
En realidad no se trata de una conclusión nueva, ya en 2014 un estudio de la Universidad de Oxford, patrocinado por Mastercard, calculó el promedio de bacterias que contiene un solo billete. La conclusión fue que cada billete puede albergar unas 26.000 bacterias, varias potencialmente peligrosas, como la klebsiella y la enterobacter, y que es una fuente de transmisión de resistencia a los antibióticos. Esta investigación descubrió asimismo que, aunque todos sabemos que el dinero es algo muy sucio —y no sólo en el sentido figurado— pues solamente una de cada cinco personas se lava las manos después de manosearlo. Se calcula que un 70 % de las personas considera que el dinero es suciedad, pero solo el 17 % procede a limpiarse tras tocarlo.
El estudio analizó billetes de quince países de Europa y esgrimía una explicación psicológica ante la falta de concienciación que nos impide superar el mal hábito de no tomar medidas higiénicas pertinentes tras tocar los billetes. Según la psicóloga estadounidense Donna Dawson, “el dinero, en su forma material y tangible de billetes y monedas, es la más alta expresión visible de poder económico y éxito individual que tenemos en la sociedad actual. La gente lo ve como algo positivo, algo que mejora la calidad de vida, y no quiere relacionarlo con algo negativo”. Además, Dawson destaca que, aunque sabemos que el dinero está sucio, no pensamos que vayamos a infectarnos por tocarlo. La idea del billete como transmisor de gérmenes, sencillamente, no existe en nuestro pensamiento: cuando el dinero se va, se van los gérmenes con él, sin pensar en los que han podido quedarse pegados en nuestros dedos. Podemos imaginar cómo se transmiten los microbios al compartir un cepillo de dientes, un pañuelo, la manija de una puerta o un baño público, que se limpian con frecuencia, pero somos incapaces de pensar que nos puede pasar lo mismo con el dinero, que ciertamente nunca se lava. Salvo en los paraísos fiscales…