lunes, 12 de febrero de 2018

A cien años de la Reforma Universitaria

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com 
        
En la segunda década del siglo veinte, aquí y en otras partes del mundo, se produjeron acontecimientos que quedaron para siempre en la  memoria de los pueblos y que aún, como grandes  referencias históricas, son materia de consulta y de estudio.
En Europa estalló la Primera Guerra Mundial, o Gran Guerra. Se prolongaría desde 1914 hasta 1918 dejando el horroroso saldo de 16 millones de muertos entre combatientes y civiles y más de 10 millones de heridos. Está considerado uno de los conflictos más mortíferos de la historia de la Humanidad. En Rusia, en 1917 ocurrió la Revolución de Octubre, también conocida como Gran Revolución Socialista de Octubre. A partir de este suceso, la correlación de fuerzas en el mundo cambió notablemente y muchos sueños revolucionarios se extendieron por todo el planeta.
En la Argentina, octubre de 1916, Victorino de la Plaza  transfirió el gobierno a don Hipólito Yrigoyen, quien había triunfado en las elecciones celebradas el 2 de abril de ese año con la aplicación de la Ley Sáenz Peña. Dicha ley, introducida en 1912, consagraba el voto secreto, universal y obligatorio (masculino) por primera vez,  y le daba cabida a los partidos de oposición.
  En 1919, aconteció la Semana Trágica. Con este nombre se conoce la represión y masacre padecida por el movimiento obrero argentino. Entre el 7 y el 14 de enero de aquel año fueron asesinadas cientos de personas, principalmente en Buenos Aires, y también incluyó matanza de judíos. Puede decirse que la Semana Trágica causó el primero y único pogrom
de América Latina.
En medio de ese conjunto de circunstancias, en el año 1918, en la Universidad Nacional de Córdoba se inició el movimiento por la Reforma Universitaria. La profesora Teresa Egger-Brass en "Historia Argentina. Una mirada crítica"  dice lo siguiente:
“En 1918 Córdoba tenía una antigua universidad  fundada por los  jesuitas en tiempos de la colonia española, en la que se mantenían aún características elitistas y clericales. Los estudiantes universitarios de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, pertenecientes a familias de una reciente clase media formada a partir de la gran ola de inmigrantes europeos o sus descendientes, venían organizándose en centros de estudiantes por facultad desde principios del siglo XX y comenzaban a exigir reformas que modernizaran y democratizaran la universidad. Los centros de estudiantes se habían organizado a su vez en federaciones (Tucumán, Córdoba, La Plata y Buenos Aires) y en abril de 1918 fundaron la Federación Universitaria Argentina (FUA) como organización gremial representativa del estudiante argentino. El movimiento estudiantil reformista surgió en Córdoba en junio de 1918, y se expandió a otras universidades argentinas y latinoamericanas. Comenzó reclamando la participación estudiantil en la vida universitaria, haciendo del estudiante el centro del acto educativo e integrándolo en el funcionamiento y gobierno de la universidad. Reivindicó la autonomía universitaria, el derecho a darse su propio gobierno y a regular su funcionamiento. Su objetivo fue abrir la enseñanza a las distintas tendencias, aceptando a todos los pensadores que tuvieran autoridad moral o intelectual para enseñar en sus aulas; propugnaban, por consiguiente, la libertad de cátedra, la asistencia libre, la docencia libre, la periodicidad de la cátedra, los concursos para la distribución de cargos, la publicidad de los actos universitarios, la gratuidad de la enseñanza, los seminarios y formas de enseñanza donde el estudiante tuviera posibilidad de intervenir positivamente, y la extensión cultural por fuera de la estructura universitaria. En suma, la democratización de la enseñanza universitaria”.
El 15 de junio de 1918 fue el día del estallido. Los estudiantes tomaron la Universidad con apoyo de partidos políticos populares y del movimiento sindical. El 17 de junio el movimiento estudiantil cordobés hizo conocer su reclamo  mediante el famoso Manifiesto Liminar, redactado por Deodoro Roca, que comenzaba con la frase: “La juventud argentina de Córdoba a los hombres libres de Sur América”. Entre los líderes de la Reforma Universitaria, además de Deodoro Roca, aparecen, entre otros, los nombres de Arturo Capdevila, Saúl Taborda,  Arturo y Raúl Orgaz. Sin dudas, a partir de aquella gesta las universidades dejaron de ser cotos cerrados para la oligarquía y sus descendientes. Pero hubo de ser en tiempos del peronismo cuando a las casas de altos estudios pudieron tener acceso los hijos de los trabajadores provenientes de los sectores humildes de nuestra sociedad. El 22 de noviembre de 1949, el entonces presidente de la Nación, general Juan Domingo Perón, firmó el Decreto 29.337 de Supresión de Aranceles Universitarios. La gratuidad universitaria impulsada por Perón fue una medida que cambió para bien, y esperemos para siempre, el rumbo de la educación superior argentina.
En este 2018, a cien años de la Reforma Universitaria,  la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles debe ser una bandera que  una a todos los argentinos más allá de sus pertenencias políticas y de sus diferencias de raza o religión. En esta línea de pensamiento, desde esta modesta columna semanal, convocamos a todas y todos,  amigas y amigos, compañeras y compañeros, estudiantes, trabajadores, empresarios, gente de la Cultura y a toda persona que desee vivir en una República Justa, Libre y Soberana, a constituirnos en una amplia Comisión Popular por la Conmemoración del Centenario de la Reforma Universitaria.
   (*) De Iniciativa Socialista