por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comEl 24 el de febrero de 1946 ocurrió el primer triunfo electoral del peronismo. La fórmula Juan Domingo Perón-Juan Hortensio Quijano respaldada por los partidos Laborista, Unión Cívica Radical Junta Renovadora y Partido Independiente, se impuso a la fórmula de la Unión Democrática integrada por los radicales José Tamborini y Enrique de las Mercedes Mosca. La Unión Democrática, cuyo líder, para vergüenza de la política argentina fue el embajador de Estados Unidos en nuestro país, Spruille Braden, estaba integrada por la Unión Cívica Radical, los partidos Socialista, Comunista, y Demócrata Progresista y contó con el apoyo externo del conservador Partido Demócrata Nacional. Esta alianza fue una de las muestras más acabadas de cipayismo registrada en nuestra historia, pensada para terminar con un proceso de dignificación nacional iniciado en 1943. Inteligentemente, Perón propuso como opción electoral lo que finalmente fue tomado por el pueblo como un desafío a su conciencia: Braden o Perón. En situaciones límites los pueblos saben cómo definir el destino de la Patria. La respuesta fue el triunfo de Perón-Quijano dejando en estado de estupefacción a las clases privilegiadas, a los politiqueros que la servían y ni que decir al mismísimo Braden.
En estas elecciones sólo los varones tuvieron derecho al voto pues aún las mujeres no votaban. Del golpe militar del 4 de junio de 1943 había surgido la figura de Juan Perón quien durante dos años, desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, impulsó leyes y acciones en favor de los trabajadores y de los sectores más humildes de la sociedad ganando la simpatía del pueblo y el odio de la oligarquía y sus sirvientes. En aquel febrero, la voluntad popular decidió un nuevo rumbo para la Argentina que, en los nueve años siguientes vivió un tiempo
de progreso nunca alcanzado hasta ese momento y jamás superado hasta la actualidad.
Había quedado atrás 1945, año que algún historiador denominó “el huracán de la historia” y durante el cual la oligarquía y sus lacayos, civiles y militares, ardieron de rabia llegando al punto más alto en su odio a Perón y a los trabajadores. Con la Marcha de la Constitución y la Libertad realizada el 19 de septiembre de ese año, encabezada por el embajador de los Estados Unidos y por lo más rancio de la antipatria representada por la despreciable mezcla de radicales, conservadores, “socialistas” y “comunistas”, creyeron que se llevarían todo por delante. “Hoy hacemos el cajón para Farrel y Perón”, vociferaban. Con el encarcelamiento de Perón en la primera quincena de octubre de aquel año, estaban convencidos de acabar definitivamente con “la negrada” que reconocía el liderazgo del Coronel y reclamaba su lugar en la historia.
El pueblo respondió con la jornada heroica del 17 de octubre, los trabajadores ganaron las calles, ocuparon la Plaza de Mayo, liberaron a su coronel y pusieron las cosas en su lugar. Cuatro meses después el triunfo electoral de la fórmula Perón-Quijano fue festejado con inmensa alegría por los trabajadores y los sectores más humildes que presentían amaneceres de felicidad. El pueblo también produjo canciones que cantó con alborozo: “Yo te daré, te daré niña hermosa, te daré una cosa, una cosa que empieza con P: Perón” O: “Los que están con Perón que se vengan al montón”. La oligarquía y los políticos serviles no podían creer lo que la realidad les mostraba con toda crudeza.
Tenía yo entonces casi ocho años de edad y había cursado el segundo grado de la escuela primaria. De manera que mis recuerdos son muy nítidos y por siempre he tenido presente las escenas de aquel momento: Los apretones de manos entre los vecinos de mi barrio lanusense, los abrazos de mis padres con algún tío, la alegría de mis hermanas mayores, bellas obreras que, como tantas otras chicas del barrio, cada mañana despertaban de sus sueños juveniles para ir rumbo a las fábricas donde trabajaban.
Han transcurrido 72 años y en medio de ellos vivimos momentos felices y horas amargas. Hoy la Patria nos convoca nuevamente. Aquí, como en todas partes del mundo la desigualdad entre los pocos que tienen mucho y los muchos que no tienen nada sigue siendo enorme. Los avances de la ciencia y de la técnica han hecho posibles grandes transformaciones, pero persisten injusticias inaceptables que no permiten una existencia digna a millones y millones de seres. Los medios de comunicación masivos, manejados por poderosos intereses monopólicos influyen negativamente, de un modo notable, en las multitudes. Los medios de producción y de cambio en manos de minorías privilegiadas no permiten la realización integral de los pueblos. Las iniquidades del sistema capitalista se hacen sentir con toda fiereza sobre las espaldas de los pobres. En nuestro país, entre los que nadan en la abundancia y los que tienen hambre la diferencia es abismal.
A más de siete décadas de aquel magnífico pronunciamiento popular del 24 de febrero de 1946, los peronistas debemos comprender que las luchas intestinas no conducen a ninguna parte y que la unidad del peronismo como elemento central del Movimiento Nacional es imprescindible para contribuir, junto a otros sectores populares, a la construcción de la patria justa, libre y soberana propuesta por nuestras tradicionales banderas. Ayer la opción fue Braden o Perón. Hoy sigue siendo liberación o dependencia.
(*) De Iniciativa Socialista