por Lisandro Martínez*
El despido de 2.000 periodistas en la ex corporación mediática K, tras las elecciones 2015, fue bastardeada por Alfredo y Diego Leuco y distorsionada por los macristas, quienes aseguraron que el “Changuito” defendió el honor de su padre porque le gritaron: "judío de mierda".Finalmente se supo que no se gritó judío ni tampoco la descriptiva palabra “mierda” fue expresada aunque bien merecida la tenía A. Leuco, un autómata del gobierno, a la hora de celebrar el premio que le entregaba su patrón por su tarea de Chirolita y ser “el mejor conductor de programas en FM”, había tratado a 2.000 laburantes despedidos de los medios por el macrismo de no saber elegir a la hora de seleccionar el patrón que debe explotarlos.
Este perverso pasaje de responsabilidad de los victimarios a las víctimas sólo puede expresarlo alguien que transitó de rodillas los peores senderos de la vida política y profesional. Leuco es un quebrado político -un converso- que pasó por el estalinismo en todas sus versiones -hasta la foquista- y con su slogan engañoso: “Le doy mi palabra”, incumplió su propia profecía. Para entender quién es el personaje Leuco hay que saber que reporteado por Nueva Sion (la publicación más derechista del judaísmo) saludó a Néstor K al año de estar en funciones, afirmando “es el mejor gobierno surgido desde el ‘83”.
Los judíos también se dividen en dos clases enfrentadas: quienes viven de su trabajo y los explotadores y es a este segundo bloque al que reporta Leuco.
Desde hace décadas asistimos a un lavado de cara de los explotadores judíos que se
victimizan con el holocausto y pretenden ser únicos exponentes de aquel genocidio. La aristocracia sionista internacional se ha empeñado en adoptar el rol de víctima única y heredera de la resistencia antinazi, mientras practica desde hace 50 años la limpieza étnica y la ocupación mediante la barbarie en los territorios palestinos.
La malversación histórica por parte de lo más granado de la dirigencia derechista judía tiene el objetivo de explotar a favor de las grandes corporaciones internacionales que dominan el mundo del capital un judaísmo unificado y sin clases sociales, el que no debe ser molestado con reclamos ni planteamientos críticos que revisen el verdadero rol que jugaron durante el nazismo, ni centren sus denuncias sobre una patronal rabiosamente capitalista alimentada por la corruptela, guerrerista, monopólica y violentadora de los DDHH.
Este sector judío, cambia el arco de lugar todo el tiempo para medrar con luchas y glorias ajenas que no les pertenecen y esos hechos los han tenido en las antípodas.
El papel de la dirigencia judía durante el nazismo fue duramente cuestionado ya que en el Judenräte, organismo de autocontrol medieval y permitido por los nazis, era donde participaban los más empingorotados dirigentes judíos que colaboraron activamente con los genocidas. La policía judía en Polonia cumplía con la orden nazi de reunir todos los días a 10.000 judíos y embarcarlos en trenes que iban al campo de exterminio de Treblinka que devoró más de 250.000 varsovianos (“Ganarle a dios” -1977- libro reportaje que Hanna Krall le hiciera a Marek Edelman, único comandante sobreviviente del levantamiento de Varsovia).
“La profundidad del colaboracionismo de los Judenräte es el capítulo más negro de la historia judía” (“Eichman en Jerusalén”, 1963 de Hannah Arendt)
Los Judenräte hacían cumplir regulaciones y leyes antijudías de la Gestapo en Polonia. Estos organismos incluían rabinos, personas influyentes y ricachonas del judaísmo local. Los Judenräte informaron al nazismo número y características de sus poblaciones. Desocupaban y limpiaban las residencias de otros judíos y las entregaban al invasor, presentaban listas con nombres para trabajos forzados y la deportación, confiscaban objetos de valor y cobraban tributos que entregaban al ocupante.
“En el mismo momento en que se producían las masacres de Vilna, Slonim, Bialistok, Baranovich, Ponar y el exterminio del gueto de Chelmno, las masas judías eran engañadas por el Judenräte” (“El Gueto en Lucha” de Marek Edelman).
Mientras el Judenräte colaboraba con la ocupación, por debajo comenzó en los guetos una resistencia armada encabezada por los sectores plebeyos relacionados con los partidos de izquierda y trotskista.
De esa resistencia se destacó el gueto de Varsovia donde se hacinaban 200.000 judíos pobres. La Organización Judía de Combate (OJC), fue un frente único político y militar de las agrupaciones que militaban en la clandestinidad dentro del gueto. Estaban allí el Bund (Partido Obrero Judío), con bases en Polonia, Lituania, Ucrania y Bielorrusia, los comunistas del PSP y un núcleo de militantes trotskistas. La dirección política y militar del gueto de Varsovia estuvo en manos de 5 pibes, de 16 a 22 años, provenientes de familias obreras. El 19/4/1943 cuando se conoció la orden nazi de incendiar el gueto y matar a toda la población, la OJC decidió el levantamiento armado con 220 combatientes que tenían una sola pistola automática, muchas armas caseras y bombas molotov. El OJC levantó la consigna: “Por tu dignidad y la nuestra” contrapuesta a “ir como corderos al matadero” que era la tónica podrida de los Judenräte.
La resistencia con bombas molotov paró en seco los tanques nazis y emitió el comunicado N°3: “La OJC que dirige el Gueto de Varsovia rechaza el ultimátum alemán”.
El copamiento al gueto de Varsovia que los alemanes consideraron a priori un paseo se extendió 30 días. Al final de cada día “los muertos eran enterrados cantando La Internacional para luego seguir peleando”. Y “el 1 de mayo de 1943 en el gueto se conmemoró con un acto con oradores el día internacional de lucha de los trabajadores” (M. Edelman).
Para entender el drama hay que saber que los “aliados” y el Vaticano conocían el genocidio en marcha. La OJC envió un telegrama al Congreso de EEUU: “Hermanos, los judíos de Polonia estamos convencidos de que en los peores momentos ustedes nos abandonaron, este es el último llamado que les hacemos”. Zyguelboim del Bund viajó a Londres y denunció la masacre pero la indiferencia británica lo condujo al suicidio. Stalin retuvo al Ejército Rojo en las puertas de Varsovia mientras los nazis aniquilaban judíos.
Los judenräte que en Argentina, a través de Levinas, Leuco y otros, apoyan la guerra de clases contra los trabajadores que lleva adelante Macri, han de saber que de esto no se vuelve.
(*) Del Partido Obrero