por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comAl cabo de varias semanas de euforia y tensión llegó, por fin, la cita tan esperada: 22 de noviembre de 2017, el día que el Club Atlético Lanús jugará su primera final de Copa Libertadores. Será ésta misma noche, ante el legendario Gremio de Porto Alegre en su monumental reducto, y continuará en siete días en La Fortaleza de Arias y Guidi, en el corazón del barrio de Lanús Este, en el eje histórico natural de la ciudad más proletaria del sur del Gran Buenos Aires, que ésta noche se sentará ante a la pantalla en busca de la gloria y verá con orgullo y envidia a los cuatro mil granates que dirán presente a tan relevante circunstancia de la historia delaentidad.
Días atrás, Ricardo de Valentín Alsina, me dijo: “Hace dos semanas que todo me importa un carajo, en lo único que pienso es en Lanús. Me pego martillazos en los dedos, pierdo cosas, desayuno dos veces, agarro el diario y leo sin leer, busco en vano la palabra Banfield y al toque lo cierro. Me pasa todos los días. Cualquiera sea la noticia de la jornada, siempre es lo mismo: pienso ‘me importa un carajo’, cierro el diario y me pongo a repasar la historia del club. Hasta la derrota del 75 ante San Telmo en Huracán, cuando perdimos el ascenso a Primera, la frustración más dolorosa que presencié, me resulta un lindo recuerdo”. Es así, en las calles de Lanús no se
habla de otra cosa. Los que lo viven de afuera, con simpatía, se acercan a los socios e hinchas reconocidos, esos que vociferan su amor por los colores a los cuatro vientos, para saber algo más del club que sacudió la modorra del fútbol
continental, y que está a dos partidos de ganar la Copa.
A José de Villa Obrera lo vi demacrado, con cara de preocupación. “No sabés lo que me pasa. Yo estaba acostumbrado a leer novelas antes de dormirme. Pero con esto de Lanús no puedo, estoy muy ansioso. Apago la luz y empiezo a imaginar el gol que va hacer el Pepe, el pase de Acosta. Busco el momento, diseño la jugada. Después paso a la celebración, me veo ahí, dando la vuelta olímpica en una moto con sidecar a la que un Fíat 600 intenta pasar por derecha, y al toque me veo llevando en andas a un jugador,que cuando lo miro, resulta que es Carlitos Gardel, pero en piyama, con todo el jopo revuelto. Y ahí me doy cuenta que me quedé dormido.Y me sobresalto, me pego flor de sustocreyendo que todo fue un sueño y que el domingo jugamos con Los Andes. No aguanto más, me pasa todas las noches. Antes de ayer creí que me daba un infarto. Ni en pedo me vuelvo a dormir hasta después del partido.A ver si no llego a verlo...” Me lo dijo así de corrido, con los ojos salidos de las órbitas. Y es así, a mí también me pasa. Es tan increíble la campaña que parece un sueño, y cada mañana al despertar tenés que comprobar que nada de lo que nos está pasando es parte de él.
Jesús, de Nazaret y Condarco, Villa Mauricio, está tranquilo: “Yo soy creyente. Y creo que estas cosas hay que dejarlas en manos de Dios, que son buenas manos. Pero ojo, hay mucho pastor moderno que promete el oro y el moro y no pega una. La Iglesia es la Iglesia, son más de dos mil años de permanencia y vasta experiencia en cuestiones de la fe. Mejor ir a lo seguro…”me dijohace un par de días, me acuerdo que llovía.Luego se despidió y se fue caminando por Boulevard de Los Italianos pese al metro y medio de agua que inundaba la cuadra de vereda a vereda. Jesús se detuvoa mitad de camino,quedó suspendido en el aire, y comenzó a girar lentamente hasta quedar frente a mí. Irradiaba una luz magnífica. Lleva puesta una corona de espinas y viste una camiseta de Lanús. Yo quedé petrificado, y ojo que no soy creyente.Pero resulta que me mira,siempre sonriente, y con una voz muy profunda me dice:”Olvidate, ganamos allá y acá…”
Cada cual con la suya, la ciudad que fue barrio y aún mantiene esa esencia vive las horas previas con una intensidad pocas veces vistas. Tal vez comparable con la expectativa por la final en El Campin de Bogotá en el 96, o a la tarde inolvidable de la Bombonera en diciembre de 2007, o la más reciente definición ante San Lorenzo por el título de único campeón de 2016. Se observa en las calles, se ve también en las caras de los vecinos. Hoy es el día y ya no hay más ansiedad, ni temor, sólose percibe la infinita confianza, unacredulidad lógica y comprensible en todo aquel que no para de ver milagros.