por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comNormalmente, sobre todo en las buenas películas, es difícil adivinar el final antes de tiempo. Lo de Lanús era un cuento de hadas, y en parte era eso lo que auguraba un final feliz, pero no era el único motivo. Las últimas grandes victorias obtenidas sobre San Lorenzo y River sustentaban con creces el optimismo. Y durante los primeros 45’ que disputó en Brasil, ante el Gremio de Porto Alegre, Lanús desplegó el mejor fútbol de su historia, y el escenario y la relevancia de la final que tuvo que afrontar, una vez superado el dolor por la derrota, merecen analizarse con mayor detención.
Del mismo modo, había motivos suficientes para dudar de la victoria granate en la revancha, y también tenían que ver con el partido de ida. Después de haberse apropiado con autoridad y solvencia del balón, disputándolo en el primer tramo, dominándolo después, y atacando con decisión y llegando con peligro en los últimos 15’ de la etapa inicial del partido de ida, a partir del reinicio y hasta el final del juego, Lanús ya no fue el mismo. El retroceso distendió las marcas, los futbolistas granates llegaban sobre el rival cuando el balón ya no estaba, y si bien su valla no peligraba e incluso a veces lograba dominar la zona media, el arco de Gremio quedaba demasiado lejos. Lanús se aferró al resultado, confiado por la impotencia ofensiva de su rival, jugó esperando el final con empate en cero. No ligó. El gol lo recibió cerca del cierre por un grave error colectivo para defender una pelota frontal, que además había tomado altura, y que generó un súbito desconcierto de varios defensores, del que fue actor principal quien tal vez haya sido la figura de la cancha, García Guerreño, salvo esa, impasable en el juego aéreo y certero en el anticipo defensivo.
Sin embargo, lo peor que le pasó al Grana en Porto Alegre no fue el gol en contra y la