lunes, 16 de octubre de 2017

12 de Octubre: Peronismo y cultura nacional

por Juan Carlos Vacarezza y José A. Quarracino*

               
“Si la América olvidara la tradición que enriquece su alma, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez”
(Juan Domingo Perón, “En el Día de la Raza”)

“En lo socio-cultural, queremos una comunidad que tome lo mejor del mundo del espíritu, del mundo de las ideas y del mundo de los sentidos, y que agregue a ello todo lo que nos es propio, autóctono, para desarrollar un profundo nacionalismo cultural, como antes expresé. Tal será la única forma de preservar nuestra identidad y nuestra autoidentificación. Argentina, como cultura, tiene una sola manera de identificarse: Argentina. Y para la fase continentalista en la que vivimos y universalista hacia la cual vamos, abierta nuestra cultura a la comunicación con todas las culturas el mundo, tenemos que recordar siempre que Argentina es el hogar”
(Juan Domingo Perón, Modelo Argentino para el Proyecto Nacional)

    En el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, Juan Domingo Perón ha sostenido que ante el proceso de universalización de la Tierra (conocida popularmente como “globalización”) el camino que debía recorrer la Argentina era fundamentalmente el de conformar y consolidar una arraigada cultura nacional como única forma de preservar la identidad nacional, pero que este camino a recorrer no significa ni caer en un europeísmo libresco (subordinándose acríticamente a la aprobación del mundo “cultural” del Viejo Continente) ni tampoco en un chauvismo ingenuo (repudiando todo aporte histórico europeo
que, junto con los diferentes grupos étnicos autóctonos) confluyó en la gestación histórica del hombre argentino).
En este período especial de nuestra historia, en el que nos encontramos sometidos y postrados como en los momentos más tristes y dolorosos de nuestro devenir histórico, esta institucionalización y fortalecimiento de la cultura nacional es la fuente fundamental para forjar el Renacimiento de la Argentina en todos sus niveles.
Más que recuperar o reconstruir la Argentina, ante la degradación que hemos padecido en forma sistemática y persistente desde 1976, la tarea a la que estamos convocados es la de forjar el Renacimiento de nuestra querida Argentina, asumiendo y respetando su herencia espiritual y cultural. En palabras de Perón, “estamos en la aurora de un nuevo renacimiento”, en el marco de un proceso que impulsa la integración mundial, lo cual nos exige “la indispensable preservación de nuestra identidad” como pueblo y Nación, si no queremos terminar desarraigados y convertidos en indefinidos habitantes de un universo forjado por otros, los impulsores del imperialismo internacional del dinero.
 En su histórico enfrentamiento contra España para adueñarse de Europa y del mundo, desde el siglo XVII Inglaterra llevó adelante una persistente y poderosa ofensiva imperialista cultural, para denigrar la obra civilizadora de España en América. Producto de esta ofensiva cultural fue la difusión e imposición de la Leyenda Negra como supuesta verdad histórica indiscutible, pero falsa en su esencia, tal como lo expresa en pocas palabras Juan José Hernández Arregui: “la leyenda negra fue impulsada por los ingleses como arbitrio político, en una época en que los Hasburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra”, ocultando la verdad histórica que España se prolongó y se fusionó en América, forjando la Nación Hispanoamérica o la América española (¿Qué es el ser nacional?, Capítulo I, p. 24, Buenos Aires 2005, Ediciones Continente).
Fue el presidente Hipólito Yrigoyen quien oficializó el 12 de octubre como Fiesta Nacional, fundamentado en el convencimiento que “el descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos”, porque “abrió insospechados horizontes al espíritu”, y porque España volcó sobre el continente entonces enigmático “el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios […], derramando sus virtudes” sobre la América española (Decreto 4 de octubre de 1917).
En esta misma línea de pensamiento, Eva Perón sostenía que España ejercitó sus virtudes en las tierras descubiertas, dictando leyes de humanidad y fraternidad, fusionando su sangre con los indígenas y, a través de los siglos, convirtiéndonos a los hispanoamericanos en “herederos directos de su gesta y de la llama de eternidad que ellos transportaron por sobre los mares”, de tal modo que América se ha convertido en “eternidad de España en el mundo de la civilización”, y calificó a la Leyenda Negra como un cuento que “sólo tuvo validez en el mercado de los tontos o de los interesados” (“Ante la proximidad del Día de la Raza”, en Escribe Eva Perón, Buenos Aires 1951, pp. 35-37).
Tan cierto es que España trajo la civilización a América y significó un progreso histórico inigualable, que un historiador insospechado de nacionalismo e hispanismo como Samuel P. Huntington ha reivindicado el carácter humanista y civilizador de la presencia de España en América, al afirmar que en la América hispánica se desarrolló una civilización, a la que llama “latinoamericana”, que no sólo incorporó “elementos de las civilizaciones americanas indígenas, ausentes de Norteamérica y de Europa”, sino que además “incorporó las culturas indígenas, que no existían en Europa y que fueron eficazmente aniquiladas en Norteamérica”, dando así a entender que la “leyenda negra” se aplica más bien a la expansión inglesa y holandesa, no a la española (El Choque de las Civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, Ediciones Paidós, Buenos Aires 2001, 1ª edición, “Primera Parte”, n. 2). 
Estas breves pero sustanciosas referencias nos permiten afirmar con total certeza histórica que la política británica-anglomericana de des-españolización de América ha sido reimpulsada, tanto en sus orígenes como en estas últimas décadas, con el objetivo político imperialista de promover la tribalización de los Estados y naciones de América, Asia y África, en muchos casos con falsos movimientos indigenistas financiados desde Gran Bretaña.
En consecuencia, forjar el Renacimiento Nacional a partir de nuestra herencia cultural, espiritual y religiosa encarnada en el alma del pueblo argentino, impone la necesidad ineludible e impostergable de enfrentar el intento de imponer el tribalismo indigenista de raíz angloamericana y revivir el encuentro del mundo europeo-hispánico-cristiano y los pueblos indígenas de América, iniciado el 12 de octubre de 1492 con la llegada de Cristóbal Colón al que llegará a ser el nuevo continente americano.
Como dice Eva Perón desde la eternidad celestial, los argentinos debemos ser dignos de esa herencia inmortal multiplicando nuestra fraternidad nacional, unificando cada vez más los objetivos superiores del pueblo y de la Nación, echando abajo todas las murallas que puedan separar aún a los trabajadores argentinos de la conquista del porvenir, porque ante nosotros, como ante nuestros ascendientes heroicos llegados de la España cristiana, se ofrece un nuevo mundo social para quienes son capaces e renunciar a sí mismos y de conquistar para sus hijos y sus herederos un mundo mejor. Reeditemos su fe en Dios y en nuestros derechos a ser definitivamente libres, dueños y soberanos de nuestro destino.

   (*) Dirigentes del Movimiento “Primero la Patria”