por Juan Carlos Vacarezza*
Estamos en presencia de importantes cambios en lo económico, en lo social y en lo político en Sudamérica, situación que afecta a la Argentina, Brasil, Venezuela y otros países que integran la región sudamericana.
Sin lugar a dudas los distintos gobiernos de la región denominados progresistas no lograron implementar sus proyectos políticos–sociales-económicos que marcaran una diferencia sustancial respecto a las políticas implementadas en los distintos países europeos, americanos y orientales que están a la vanguardia, no sólo de lo económico, sino de la geopolítica a nivel internacional. Cuando lo intentaron no pudieron sostenerlo en el tiempo.
En el marco de las relaciones internacionales se aplicaron políticas controvertidas con países de distintas regiones, con una pretendida acción de acercar, a través del modelo aplicado, a un estado de bienestar que asegurara distintos derechos a los sectores más vulnerables
Esta pretendida aplicación de un modelo diversificado no fue tal debido a que la riqueza temporal fue obtenida de los altos precios de los commodities, que no solamente eran productos principales de exportación, sino que estaban asentados en una opción relativa, y era que el aumento de los mismos se sustentaba en el crecimiento económico de China e India; concepto que permanentemente se notificaba al lector desprevenido en todos los medios de comunicación y en charlas de especialistas en materia económica.
En lo que nunca hicieron hincapié es que los precios eran el resultado de una interacción
especulativa de altísimo nivel sobre los “futuros de los Commodities”.
Cuando los inversores especulativos se corrieron del marco de los “futuros” y volcaron sus inversiones en bonos o acciones en los mercados más importantes, se desvaneció el eco revolucionario del valor de las materias primas para alimentar miles de millones de personas. De modo tal que se terminó el viento de cola y nos quedamos mirando la cola del viento.
Esta situación nos hizo aparecer nuevamente en el escenario de la restricción externa, y en nuestro país especialmente se dio comienzo al ciclo de falta de dólares, de tal manera que el ingreso de éstos últimos no alcanzaba para sostener todas las obligaciones de la balanza de pagos (importaciones, dividendos, utilidades, turismo, etc.)
También este esquema incidió en los ingresos fiscales, sobre todo, en los que estaban sostenidos por los gravámenes a las exportaciones de altos precios en dólares, que al bajar sustancialmente el valor de las mismas produjo una disminución importantísima de los ingresos fiscales que acentuó y espiralizó el déficit fiscal del gobierno.
No se pudo, no se supo o no se quiso intentar, en el momento de viento de cola, ir hacia una reforma de carácter estructural en concordancia con la realidad económica del mundo.
Si se hubiera seguido el camino correcto del desarrollo tecnológico científico industrial como se hizo, por ejemplo con ARSAT, hubiera sido posible sustituir determinadas importaciones y desarrollar una política industrial con competencia hacia el exterior.
En el grado de calificación, los países del Cono Sur y el nuestro en particular son denominados periféricos, pero tener este calificativo no significa que no se genere excedente económico (es decir, riquezas).
La problemática surge que las riquezas -en forma legal o ilegal- son transferidas al exterior y acrecienta de esta manera acumulación del capital mundial no periférico.
Entre 2003 y 2017 se fugaron de Argentina 121.671 millones de dólares. Ello se refleja claramente en el blanqueo (Régimen de Sinceramiento Fiscal ley 27.260) de 116.800 millones de dólares oportunamente no declarados.
Por lo tanto, los países como el nuestro tienen una sub-acumulación de riqueza, lo que significa que los países del sur y el nuestro en especial no estamos en la condición de ser subdesarrollados, emergentes o periféricos según la denominación que se impartan desde los centros mediáticos de poder, sino que somos naciones descapitalizadas.
Por lo tanto, llegamos a la siguiente conclusión: Nuestra economía genera excedentes económicos, es decir riqueza genuina, pero como no se reinvierten en el país y esto ha sucedido bajo gobiernos de cualquier naturaleza -antidemocráticos y democráticos- entendemos que se profundiza la desigualdad económica y social del país, desigualdad que es, ni más ni menos, producto de una estructura productiva desintegrada.
Es por ello que, mientras el país no tenga un proyecto integral que permita un escalonamiento del desarrollo de una estructura productiva, que en forma secuencial nos permita reemplazar con fabricación nacional a insumos y productos importados, va a ser prácticamente imposible salir del esquema histórico de avance y retroceso, y de la restricción externa con crisis periódicas recurrentes.
(*) Presidente de Fundación Buenos Aires XXI