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lunes, 25 de septiembre de 2017

En la cumbre de América

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Bien pudo no haber sucedido así como sucedió. Que la pelota que puso el Pepe Sand bien arriba contra la base del travesaño, esquivando el corpachón de Navarro, se hubiera ido cinco centímetros más arriba. O que ese cabezazo fuera de libreto de Pasquini no se hubiere metido como se metió por encima del gigante arquero de San Lorenzo. ¿Qué hubiera pasado si el árbitro no hubiese interpretado de manera correcta -como sí lo hizo- que el deslizamiento por el césped anegado no es en sí mismo infracción si no va acompañado con la intención de golpear, cosa que en general omitió el periodismo? O que pasaban los minutos y la apertura del marcador no llegaba. No hubiese sido la primera vez que un equipo que domina a su
rival y crea varias situaciones de peligro se va al descanso con el marcador en cero, y  luego de los primeros quince del complemento sin novedad, cuando aparece el fastidio de su gente y el apuro de sus jugadores, el rival va tomando confianza hasta encontrar el hueco para meter la contra solitaria, sacar la ventaja y mantenerla sin problemas hasta el pitazo final. Muchas veces pasó.
Cabe imaginarse lo que serían hoy las calles de la ciudad, los foros de opinión y las redes sociales frecuentadas por socios y simpatizantes granates, si las cosas no hubieran salido como salieron. Por lo que vimos luego de la derrota en el Bajo Flores como muestra, no hay dudas que viviríamos entre el rencor y la reprobación, en vez de la alegría y la esperanza que hoy nos embarga el alma desde el segundo penal que atajó Andrada, momento que

desató el delirio local, el llanto visitante y la égloga breve y superficial de los medios importantes que rápidamente volvieron a lo suyo: “Goleó River. San Lorenzo eliminado por penales”, más o menos así fueron los titulares. Pero los rostros de los hinchas de los unos y los otros al dejar el estadio lo dicen todo. Empieza a ser una paternidad indiscutible.
El tema es que la derrota en la ida ante el Ciclón, con una de las peores actuaciones del equipo en la era Almirón, vino precedida por otras, como la caída ante Unión, que lo dejó afuera de la Copa Argentina, y la goleada sufrida en Córdoba ante Talleres en el debut por la Superliga, que sumado a la derrota ante Boca, pese a la buena actuación del alternativo, fue demasiado. La paciencia del público granate fue de vuelo corto. De pronto la salida inmediata de Almirón pasó a ser un reclamo común, varios jugadores pasaron a ser una manga de troncos, y la conducción más exitosa de la historia se reveló como un hato de inútiles y corruptos. Muchos granates tuvieron esa manera de ver las cosas, hay que decirlo, y descreyeron la posibilidad de revertir la llave. Pero llegó esa victoria agónica en Avellaneda ante Independiente para recuperar el rumbo, y al recibir a San Lorenzo,  La Fortaleza estuvo poblada por el público de siempre, los que nunca abandonan, e incluso varios de los escépticos que ante la cita cumbre de la vida deportiva del club, ya que podía convertirse en uno de los cuatro mejores de América, aún sin creerlo posible, entendieron que no podían faltar.
Lanús volvió a jugar bien, a los futbolistas se los vio más concentrados y  más precisos que nunca, el Laucha fue el mejor Laucha, el Pepe el mejor Pepe, y reaparecieron las mejores versiones de Braghieri, Marcone, Román Martínez, Pasquini, Firulete Silva y Maciel. Andrada confirmó lo que se esperaba de él como arquero y como atajador de penales.Lanús volvió a ser Lanús, y elevó a las nubes su amor propio y su convicción en sí mismo. Luego de arrasar a San Lorenzo durante 45 minutos para el recuerdo, en el que le marcó dos goles y mereció anotar otros dos, el equipo de Almirón salió a jugar el complemento sin apuros, muy consciente del desgaste efectuado y de un campo de juego cada vez más pesado e imprevisible, cedió un poco en su ataque y su rival se metió en partido. El Grana no podía dar ventajas defensivas; un gol en contra lo obligaba a convertir dos más. Tal vez no se haya notado, pero vale la pena ver las imágenes de uno y otro plantel en la previa de la definición desde los doce pasos: sus caras lo dicen todo. Ambos equipos sabían perfectamente lo que estaba por suceder, lo que finalmente ocurrió: victoria granate por penales; Andrada atajó dos y Lanús convirtió los cuatro que ejecutó.
Jorge Almirón, el plantel, la conducción y los socios y simpatizantes que creían en la victoria, resurgen más confiados que nunca. Las sinceras promesas del Laucha, la voz y el ejemplo del plantel, no pasaron desapercibidas. En La Fortaleza salió a relucir una nueva virtud: la confianza en sí mismo, algo que sumado al recuperado nivel futbolístico del equipo puede ser un factor determinante a la hora de hacer historia.Al fin y al cabo ¿qué equipo no tuvo un bajón o una jornada para olvidar?
Algunos sugieren que la victoria por 8 a 0 marca el nivel de River, nuestro futuro adversario, y mirando a los otros dos semifinalistas, Gremio y Barcelona de Ecuador, no piensan en otra cosa que en su destino de Campeón. En Lanús volvió la esperanza. Sabemos que recuperando el nivel de Gómez, con la vuelta de Herrera y la puesta a punto de Velázquez, Lanús será un rival muy difícil de vencer. Y que en caso de clasificar el Granatea la Final, yen caso de alzarse con la Copa, nadie podrá decir que fue una sorpresa.