sábado, 20 de mayo de 2017

Los puntos, primero

por Marcelo Calvente


Por estas horas, mientras la decepción por la inesperada pero merecida derrota ante el Chapecoense en Arias y Guidi perdura en los corazones granates; mientras hacemos números sobre las chances de clasificación a octavos, a poco de haber presentado la inexorable queja por inclusión indebida de un futbolista suspendido, Lanús se apresta a enfrentar un enemigo muy peligroso: la maledicencia de los envidiosos, la burla de los mediocres o directamente la estupidez humana en su versión más amplia de la vida en la hora de los medios de comunicación.
Cuando Lanús reciba los puntos que reglamentariamente le corresponden, le guste o no a la Conmebol, a la Cruz Roja o al Papa Francisco, las malas plumas de las malas lenguas lanzarán su fuego sobre el viejo, castigado y sufrido Club Atlético Lanús, triple campeón de 2016 y milagrosamente transformado en el club del Siglo XXI del fútbol argentino, victorioso en lo deportivo, sólido en los institucional y solvente en lo financiero. Los defensores de lo indefendible, los voceros de los que mal gobiernan gran parte de los clubes y la propia Asociación del Fútbol Argentino, y los medios amarillos que ocupan 24 horas diarias de pavadas futboleras de aquí, de allá y del mundo entero, caerán sobre el club modelo para beber su sangre. Es fácil imaginar las comparaciones que harán: “Atlético Nacional le cedió el título de Campeón de la Copa Libertadores; Lanús le robó tres puntos” y cosas por el estilo.
Cual cada día más masivos, los medios hegemónicos empiezan a modificar conductas hasta
atentar contra el mismísimo reglamento. De tanto observar manos en el área y condenar decisiones arbitrales con la ayuda de una decena de cámaras diferentes, a veces con tomas capciosas, han logrado que la FIFA recomiende sanciones reñidas con el reglamento, como cobrar un penal porque el rebote en una mano es muy aparatoso, o el brazo está muy despegado del cuerpo, sin tener en cuenta la intencionalidad, lo único que el precepto debe condenar. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Cuando Lanús reciba los tres puntos, cosa que no hay forma de evitar, algunos harán la comparación mentirosa: ante la magnitud irreversible de la tragedia del avión que trasladaba al plantel de Chapeco para la revancha en la final de la Copa Sudamericana 2016, Atlético Nacional de Medellín le cedió el título. ¿Qué otra cosa podía hacer el club colombiano si la Conmebol no lo decretaba desierto, como deportivamente correspondía, ya que no había manera de dirimirlo en el terreno de juego?
Lo de Lanús es bien distinto. La falta cometida por el Chapecoense es muy grosera: la inclusión de un jugador suspendido, nada menos, es algo que muy pocas veces ocurre, y nunca a sabiendas de que se cometía burrada semejante. Lanús actuó de manera correcta: cuando se advirtió en la planilla oficial la presencia de Luiz Otavio, el futbolista suspendido, de inmediato se dio aviso al veedor de la Conmebol, y juntos le informaron la situación al entrenador visitante, que decidió su exclusión y la integración del banco de suplentes con un futbolista menos. Enterado el presidente, alegando una insólita comunicación indebida, ordenó la inclusión del futbolista sancionado expresando “yo me hago responsable”. Parece que a don Plinio de Nes las muestras de cariño lo han confundido. Marche preso.
Los hinchas granates esperamos tan confiados como alertas la única resolución posible: la entrega de los tres puntos y la inmediata clasificación. Eso sí: los que no quieran sufrir las diatribas ofensivas e insolencias varias que sin duda llegarán, mejor apagar la tele y la radio, y de los diarios, ni relojear los chistes. De fútbol, ni hablemos; los puntos, primero. Después, a barajar y dar de nuevo.