por Marcelo Calvente
Lanús obtuvo una difícil y trabajosa
victoria en Paraná. Sin equivalencias entre ambos planteles, la visita las
tenía todas en contra: el cansancio acumulado, la ausencia de varios jugadores
claves, el complicado programa de partidos que se le viene y la necesidad de
vencer sí o sí a Chapecoense para alcanzar con alguna tranquilidad el pase a
octavos, y enfocar la mira en las fechas finales tratando de sumar todos los
puntos posibles y entrar a alguna de las dos copas de 2018. La Libertadores 2017
continuará en julio, después del receso, y por entonces, y apertura del libro
de pases mediante, las cosas pueden ser muy distintas, con profundos cambios en
la mayoría de los planteles.
Hay muchas maneras de ganar: desde muy claramente y por goleada a
inmerecidamente y de suerte, median un sinnúmero de variantes. Y lo mismo a la
hora de perder. Se puede caer jugando muy mal, tanto como jugando muy bien.
Lanús no mereció perder con Colón de Santa Fe, pero perdió, tanto como sí debió
ganarle a San Martín de San Juan, y terminó en empate. Más allá de
circunstancias casuales, de la mayor o menor fortuna, el tema siempre es la
confianza. Muchas cosas se están empezando a definir: título, copas,
permanencia, y hay equipos que, como Lanús, deberán afrontar dos partidos internacionales
en el medio. Haber mantenido en Paraná la marcha victoriosa iniciada ante Vélez
terminó de conformar un fin de
semana perfecto: Lanús superó a tres rivales,
Gimnasia, Central y Talleres -los tres perdieron- y se metió en el anteúltimo
asiento del vuelo a la clasificación internacional 2018. Pero nada está dicho,
todavía faltan 7 partidos, es larga la lista de espera y habrá muchos
interesados en despojarlo de ese privilegio.
Por encima tiene a cuatro de sus próximos rivales, a quienes podrá descontarles
puntos mano a mano: Banfield, a quien enfrenta el sábado; Estudiantes, al que
recibirá por a 27ª, Newell´s e Independiente, a quienes visitará después,
cuando ya no tenga que jugar cada tres o cuatro días. Lo curioso es que los
tres adversarios restantes están comprometidos en la lucha por la permanencia:
Atlético Rafaela, Arsenal y Huracán. Mucho tendrá que ver el ánimo y la
voluntad que tengan para salvarse. Hay clubes ordenados, que trabajan bien en
la formación de juveniles, cuyos futbolistas están comprometidos sinceramente
con los colores y el futuro institucional, y otros más problemáticos,
conformados por rejunte de jugadores libres que sólo piensan en emigrar. No
suelen oponer la misma resistencia.
La visita al clásico rival es una nueva oportunidad de seguir achicando la
diferencia en el historial, y a la vez, en caso de obtener otra victoria, el
influjo de aliento y convicción que seguramente Lanús va a necesitar de aquí a
julio, con dos objetivos por lograr: avanzar en la Copa Libertadores 2017, y
clasificar a la edición 2018, o en su defecto, obtener un lugar en la Copa
Sudamericana del mismo año.
El efecto visual de encontrar al Grana entre los que clasificarían puede
confundir: parece impensado que pueda resignar su sitio ante rivales menores,
que no están en su mejor momento; pero hay que observar que el torneo local es
su única preocupación, mientras Lanús se debatirá en la doble competencia. Esa
ventaja es lo que los hace complicados de superar. Si el ánimo y la imagen
general del equipo de Almirón fuera la de la derrota sufrida en Córdoba, el
panorama sería preocupante. Pero todo cambió para bien ante Vélez, y la misma
determinación, mas allá de las ausencias, el cansancio y la cancha, se observó
en Paraná.
Lo que viene será difícil, la cruel
seguidilla de partidos ante equipos más enteros será el obstáculo principal a
sortear. Si logra seguir siendo el mismo Lanús que no se da por vencido, el que
se agranda en la adversidad, el que fue capaz de ganar tres títulos al hilo en
2016 ante los rivales más encumbrados, si mantiene viva esa mística y logra
volver a ganar el clásico, no hay sueños imposibles.