por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.comNo fue un partido más. Nunca lo es si el rival es Vélez, y por varios motivos: los 49 años sin poder ganarle, las muchas veces que dejamos ilusiones en su cancha, el penal de Faccioli en la nuestra, la envidia de lo que, descontábamos, jamás podríamos igualar. Ganarle a Vélez es demostrarles -y demostrarnos- que sí pudimos. El valor agregado es que la victoria se logró contra viento y marea: con el cansancio a cuestas, con ausencias importantes, pero con mucho sacrificio y una enorme voluntad de encaminar las cosas. Como si en las conciencias de todos, la idea de un Lanús fuera de alguna Copa internacional se hubiera hecho insoportable de pronto, después caer en Varela, la quinta derrota sufrida en siete jugados desde la reanudación del torneo local hasta allí.
Viendo el fixture, haciendo cuentas, suponiendo resultados, Lanús todavía está en carrera para clasificar a la Sudamericana 2018. Aunque no será nada fácil: sus adversarios son Rosario Central, Gimnasia y Talleres, equipos sin doble competencia, con localías fuertes y buenas victorias obtenidas fuera de casa, a los que ya enfrentamos. Tal vez se incorpore a la lucha Defensa y Justicia, que adeuda un partido; tal vez, si no mejora, Independiente, que también jugó un partido menos, se caiga desde arriba. El objetivo es el puesto 11º del torneo, el último lugar para entrar. Presuponer cuál de los contendientes la tiene más difícil no tiene mucho sentido. En la Argentina, es sabido, cualquiera le gana a cualquiera. Y mucho más en éste cierre de ciclo, en el que además del título y el ingreso a las Copas se definen cuatro
descensos. Más sencillo es determinar que el que más ventaja da es el Grana, cuya prioridad es avanzar a octavos de la Libertadores, que tiene a la mayoría de los futbolistas al límite en lo físico y que no puede garantizar rendimiento si no apela a los mejores. No hay dudas de que la cuesta de Lanús es la más empinada.
De aquí hasta el cierre de la temporada, a fin de junio, Lanús deberá afrontar 8 partidos por el torneo local, 5 de ellos de visitante, y 2 por la Copa. No habrá descanso. El próximo sábado enfrenta a Patronato en Paraná, siete días después, el sábado 13 de mayo, visita a Banfield. El 17 recibe a Chapecoense, y el 20 a Rafaela. Pero la cosa no termina: tres días después, el 23 de mayo, Lanús tal vez tenga que definir su pase a octavos en Montevideo ante el bravo Nacional. Le vaya bien o mal, tampoco habrá respiro: el 27 o el 28 de mayo visitará a Arsenal en Sarandí, que lucha por su permanencia. Es decir que entre el 14 y el 27 de mayo, apenas trece días, Lanús deberá jugar cinco partidos. O sea que lograr los dos objetivos sería una verdadera hazaña. Sobre todo si tenemos en cuenta que el Torneo de Primera sigue durante junio, y Lanús enfrentará a Estudiantes en Arias y Guidi; a Newell’s en Rosario, a Huracán en casa y cierra con Independiente en Avellaneda.
No significa que éste equipo no lo pueda lograr. Todo lo contrario. Desde la llegada de Almirón, Lanús no ha protagonizado más que hazañas. Sus hinchas tenemos derecho a soñar, pero también de advertir cuan dura va a estar la cosa, cuánto va a depender del resto físico de cada uno de los futbolistas, de la presencia de los imprescindibles y de que la diosa fortuna juegue para nosotros.