por Marcelo Calvente marcelocalvente@gmail.com
No es fácil de entender y mucho menos de explicar, pero es así. La doble competencia, salvo raras excepciones, suele tener este resultado: en el torneo menos importante de los dos que se asume, en general, se pierde. Y le ocurre incluso a los equipos que tienen planteles amplios y competitivos. Los titulares quieren jugar siempre, y son los que deciden. No hay cómo exigirles un rendimiento similar en ambos torneos. Si los sacan del equipo en el torneo local, se enojan; si los dejan, no juegan en el mismo nivel que suelen hacerlo por la Copa. Nadie dice que lo hagan a propósito, tal vez ni siquiera sean concientes, son los resultados los que sugieren este parecer.Lanús volvió a la competencia el 9 de marzo en La Fortaleza ante Nacional de Montevideo, que lo derrotó por uno a cero. El equipo de Almirón no jugó mal pero se notó su falta de competencia, ventaja que todos los equipos argentinos dieron debido a las varias postergaciones del reinicio de la Primera División local. La caída ante el rival más fuerte del grupo de la Copa, no fue un comienzo alentador. Cuatro días después debió enfrentar a Racing por la fecha 15 ª, a sabiendas que otros cuatro días después, el jueves 16 de marzo, debía jugar en Brasil ante el Chapecoense, el niño mimado del fútbol mundial. Un retorno a la competencia con tres partidos en ocho días, dos de ellos claves, no es algo habitual. Cualquiera sea el punto de vista, Lanús no podía arriesgar un solo titular en Avellaneda. Salvo
desde el tablón, pensando como hincha, y sufriendo el doloroso 3 a 0 del resultado final y la pobre, casi impresentable actuación del equipo alternativo, que no volverá a jugar hasta hoy.
Tanto desde la conducción institucional como desde la cabeza del cuerpo técnico, la competencia en la elite del plano internacional, a la que Lanús pertenece desde hace varios años, exige la toma de decisiones fundamentales. No siempre son acertadas, no siempre son gratas, ni siempre se puede decidir libremente y sin condiciones. Russo no le ordena a Almirón, negocia con él las principales decisiones. Almirón no le ordena al Pepe, negocia con él una tregua. Velázquez y el Laucha no le dan órdenes a Almirón, pero le sugieren cosas, dialogan con él. Y Almirón no le exige al presidente algunas cosas, pero a cambio le pide otras. Las tres patas de la mesa deben negociar para coincidir, resulta indispensable, porque la cuarta pata, la que componen los hinchas, la que juzga y da su veredicto, se apoya sobre el endeble terreno del amor por los colores. El dolor de ver perder a su equipo ante rivales de tono menor dispara la bronca del público Granate, y salvo los ídolos de verdad, la reciben las otras tres patas: la comisión, el entrenador, el plantel, sobre todo los futbolistas que están intentando ganarse un lugar entre los once iniciales, que no cuentan con el respaldo que recibirían si las cosas vinieran viento en popa. Cuando los resultados no acompañan los parciales pierden la paciencia, y la austeridad y el recorte de gastos dejan de ser prioridad y aparecen los pedidos de refuerzos impagables o imposibles.
Todas estas cuestiones ocurren, que quede claro, en el marco del mejor momento de la vida institucional y deportiva del club Lanús, la entidad que se hizo grande en un largo proceso de recuperación que abarcó tres décadas, algo que sólo habían conseguido Vélez y Estudiantes, que nunca fueron chicos, y que no tuvieron la desgracia de llegar al abismo en el que Lanús estuvo a punto de caer a fines de los 70. En el lenguaje del fútbol, milagro se dice Lanús.
Después de recomponer su imagen venciendo claramente al Chapecoense en Brasil, el Grana perdió de local con River debido a un notable quedo en el complemento, y con Colón en Santa Fe, donde sin brillar mereció mejor suerte. En ambos casos jugaron los titulares, salvo el Pepe que prefirió no viajar a Santa Fe. Luego llegó la gran victoria ante Banfield y todo volvió a su lugar: Lanús se pareció bastante a si mismo, aunque está claro que todavía hay puntos flojos y puestos sin definirse. Y ahora volvió a la derrota en Córdoba, cometiendo errores poco habituales en la salida, y bajando los brazos luego del segundo gol de Talleres con más de veinte minutos por jugar. En total desde la reanudación del torneo local, Lanús jugó 5 partidos, con 1 victoria y cuatro derrotas, recibió 12 goles y marcó sólo seis, cuatro de ellos a Banfield, la tarde que volvió a ser Lanús. Los resultados, menos los motivos, lo explican todo.
Después de recibir a San Martín de San Juan el próximo viernes, Lanús será local el martes 18 de abril ante el Zulia. Nueve días después, el jueves 29, deberá viajar a la lejana Venezuela para empezar a definir su pase de ronda ante el mismo rival. En el medio, visitará a Defensa y Justicia. La vieja discusión: titulares, alternativo o un mezcladito, también tendrá que saldarse para bien de Lanús. Y como todo depende de todo, para que eso sea posible mucho tendrán que ver los resultados.