por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comAlguna vez, en los primeros años de la década de 1970, refiriéndose a los problemas padecidos por nuestra Argentina, Perón dijo: “Esto lo arreglamos entre todos o no lo arregla nadie”. Tenía razón. Y él podía hacer tal afirmación con suprema autoridad moral por ser el conductor indiscutido del peronismo y líder absoluto del Movimiento Nacional. En aquel entonces, los trabajadores agrupados en el movimiento obrero organizado, la mayoría de los partidos políticos desde el centro hacia izquierda, importantes sectores del empresariado nacional, movimientos religiosos como los curas del Tercer Mundo, gran parte de la juventud universitaria, las juventudes políticas y sindicales, buena porción de combatientes que habían luchado por la liberación de nuestro país mediante acciones armadas y que, con la presencia del General, entendían el nuevo momento histórico en el cual las masas debían ser protagonistas principales, respondían en forma total e incondicional a la conducción de Perón. Mayoritariamente, el pueblo argentino, hastiado por tantos años de iniquidades, acompañaba esperanzado lo que percibía como un nuevo y promisorio amanecer en nuestra República. Hasta Ricardo Balbín, vaca sagrada de la derecha radical a quien Alfonsín enfrentó reiteradamente, el 19 de noviembre de 1972, con 67 años sobre su humanidad, saltó una tapia para poder saludar al líder de los trabajadores que, en las calles, era aclamado por miles y miles de manifestantes. Enfrente, estaban los grandes intereses económicos y financieros, el imperialismo yanqui y sus gerentes locales, los eternos cagatintas de la “intelligentzia”, los grupos de las fuerzas armadas que en aquel tiempo denominábamos “el partido militar”, la
prensa sucia, el gorilaje en general con sus alcahuetes del medio pelo y algún otro espécimen de la fauna vendepatria. Como siempre: de un lado la gran vereda popular. Del otro lado el reservorio del coloniaje. Lo que hoy se llama “la grieta” viene de lejos y no es el descubrimiento de un periodista, deformado física y moralmente, que en la actualidad vomita veneno pagado por los medios hegemónicos. En aquel tiempo, los enemigos históricos del pueblo, frente a un movimiento popular gigantesco con su jefe a la cabeza, recularon momentáneamente. Desgraciadamente, la muerte de Perón derrumbó todas las piezas del damero político. Poco después, la dictadura cívico militar que asoló a nuestro país, echó por tierra las esperanzas de la mayoría de los argentinos y ahí comenzó una historia que, después del horror, continuó con la etapa de la miseria alfonsinista, la demolición causada por el menemato y la nefasta experiencia del radical De la Rúa. Más adelante, sorpresivamente, llegó el kirchnerismo peronista, trajo doce años durante los cuales un viento fresco recorrió nuestra geografía, recuperamos la dignidad como Nación, reconquistamos derechos, se recobró la confianza en la política, rescatamos y revalorizamos lo mejor de nuestra historia, volvimos a soñar con un destino de grandeza pero, al final, por un cúmulo de errores, abundancia de egoísmos, corruptos despreciables, actitudes soberbias, traiciones, desidia y estupideces que superaron el esfuerzo y buena voluntad de los leales y honestos, se perdió el poder como arena entre los dedos. En 2015 sufrimos un revés electoral que, además de desconcierto desparramó el desánimo y anuló la capacidad para recomponer rápidamente nuestras fuerzas.
Ha pasado casi un año y medio desde que perdimos por muy pocos votos. Estamos en marzo, en junio tendríamos que tener listos a nuestros candidatos para avanzar en agosto y definir en octubre. Aún permanecemos en veremos, esperando definiciones que no llegan, propuestas superadoras que no aparecen, ansiosos por saber si tal o cual personaje se decide o no a participar en las elecciones, golpeándonos entre nosotros, creando “partiditos” sin destino y soportando que algunos bobos desprecien a la CGT y al Partido Justicialista creyendo en una rebelión de las bases que difícilmente se dé –por si sola- en estas circunstancias históricas.
Hoy “la grieta” es un abismo, el movimiento nacional carece de un liderazgo que lo abarque totalmente. No hay quien pueda proponer que “esto lo arreglamos entre todos” pues, en la escena nacional, ni con diez de las figuras principales de la política actual es posible hacer un Perón con capacidad para semejante convocatoria. Desde el peronismo es necesario trabajar por lograr unidad, organización, propuestas, planificación y la elaboración de una estrategia de poder que hasta ahora, dicho con todo respeto, muchos de nuestros dirigentes, enfrascados solamente en las críticas y en la pijotería individual, no proponen con claridad. Trabajar por la unidad es esforzarnos por acercarnos a los peronistas que no están solamente alrededor de Cristina. No se puede negar el peronismo de Solá, de Lavagna, de Pignanelli, de Moyano ni de Sarghini. Tampoco, en Lanús, es posible desconocer el peronismo de Pallares, de Noelia Quindimil, de Vacarezza o de Torres, por citar solamente a algunos. Hay que aprender a escuchar y a proceder con grandeza. Si no salimos de las mezquindades y nos encerramos en sectarismos estaremos fritos, como decían los abuelos. En nuestro distrito contamos con compañeros de incuestionable trayectoria como Darío Díaz Pérez y Miguel Pedelhez que cumplen con eficacia y lealtad sus tareas políticas y sindicales. Tenemos un activo de muchísimos compañeros y compañeras que por el peronismo y por los humildes no escatiman sacrificios en los barrios. Emergen dirigentes intermedios, prestigiosos entre sus vecinos, como Hernán Lakota, Raúl Cavalli y los compañeros de Generar Lazos en Monte chingolo. Hay que decidirse a realizar una amplia convocatoria a todos los peronistas. En nuestro Lanús muy especialmente. La puteada y el insulto sirven únicamente como orgasmo verbal o escrito. No sirven para construir la fuerza política democrática, nacional, amplia y participativa que el país necesita y cuyo eje debe ser el peronismo. El día 7 de marzo los trabajadores hablarán en voz alta. Ahí veremos quién es quién en esta dolorida Argentina.
(*) De Iniciativa Socialista