Páginas

domingo, 1 de enero de 2017

¿De dónde venimos los lanusenses?

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

Décima segunda nota

En la época en que don Anacarsis Lanús compraba tierras, se instalaba con el propósito de fundar un pueblo y hacer buenos negocios en este lugar que, con el tiempo, heredaría su apellido, las provincias desunidas del Rio de la Plata, fieles a sus tradiciones eran un hervidero.
Justo José de Urquiza nació en 1801, en Entre Ríos, la misma provincia donde veinte años más tarde, en 1820, dieron a luz a don Anacarsis. Urquiza fue el vencedor de Caseros en 1852 cuando derrotó a Juan Manuel de Rosas. Para esta fecha, tanto él como Lanús se habían convertido en dos de los hombres más ricos de la Argentina habiendo acumulado su fortuna en actividades comerciales realizadas en gran medida bajo los gobiernos del Restaurador de las Leyes que, ni bien pasada la mitad del siglo XIX, fue derrocado y tuvo que embarcarse rumbo a Inglaterra. 
Urquiza, con dos trabucos cargados en la cintura, fue nombrado director provisional de la Confederación Argentina y tras la Asamblea Constituyente, promulgada la nueva Constitución, pasó a ser presidente. Su turno duraría desde 1854 hasta 1860 en que asumió Santiago Rafaél Luis Manuel José María Derqui, quien gobernaría hasta el 5 de noviembre de 1861 dejando paso a Juan Esteban Pedernera que, como último presidente de la Confederación
Argentina gobernó sólo 38 días. 
Bartolomé Mitre, después de no pocos sacudones y revueltas se alzó con la presidencia de la Nación elegido por el Colegio Electoral el 5 de octubre de 1862.  Anacarsis Lanús, rápido de reflejos y palpitando lo que se venía, “más mitrista que Mitre”, en la seguridad de que su respaldo económico al nuevo presidente y su íntima amistad con él le daban un lugar de privilegio para la realización de grandes emprendimientos, procuró, a veces con más suerte que otras, encarar aventuras que sin dudas le permitirían alcanzar un sitio en la historia –particularmente en la historia lanusense- habiendo desempeñado un rol que unos juzgarán de una manera y otros de forma muy diferente. 
Como generalmente ocurre con las figuras destacadas hubo, hay y habrá elogios abundantes y críticas lacerantes. Pero lo innegable es que Anacarsis Lanús dejó en nuestra ciudad huellas imborrables.  
En el mes de abril de 1870 en su Palacio de San José, Justo José de Urquiza cayó asesinado a balazos y puñaladas. Sobre este bárbaro suceso José Hernández, en carta al general López Jordán fechada el 7 de octubre de 1870 escribió: “Urquiza era el gobernador tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el jefe traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del Partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del Partido debía, por lo tanto, iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del jefe traidor” (Vazquez, José Hernández en los entreveros jordanistas. Citado por El Historiador en “Cuando Sarmiento le puso precio a la cabeza de José Hernández)
Tras el asesinato de Urquiza, José Hernández se incorporó a las filas del entrerriano Ricardo López Jordán profundizando el odio que se tenían con Sarmiento quien, mediante la presentación de un proyecto de ley, propuso ponerle precio a la cabeza de Hernández, que fue valuada en mil pesos fuertes. De haber tenido éxito la propuesta del “padre del aula” los argentinos y los lectores de muchas partes del mundo no hubiésemos leído el “Martïn Fierro”. Esta obra, al no ser escrita, jamás habría sido destacada como ejemplar del género gauchesco ni Leopoldo Lugones habría tenido la oportunidad de calificarla como “el libro nacional de los argentinos”. Evidentemente grietas, en esta dolorida Argentina hubo, hay y tal vez haya siempre.
En un marco nacional de tanto embrollo, humo de cañones, degollados y persecuciones políticas, don Anacarsis Lanús construía, allá por las décadas de 1850/60, su chacra en las cercanías de donde hoy se cruzan las calles 25 de Mayo e Hipólito Yrigoyen en Lanús Oeste. Inuguraba un hipódromo, edificaba la iglesia de Santa Teresa, facilitaba, en este pago, una parada del tren donando una porción de sus tierras al Ferrocarril del Sud, hacía –tal como hemos comentado- sus buenos negocios como proveedor del ejército en la “Guerra de la Triple Alianza” y también padecía los sinsabores de algunos fracasos. 
De las actividades y logros de Anacarsis Lanús en lo que fueron los principios de la ciudad que lleva su apellido, existe abundante información registrada en decenas de artículos y varios libros, entre ellos nuestro “Retazos Históricos”. Por tal motivo creímos conveniente no extendernos en comentar hechos suficientemente tratados en diferentes y confiables publicaciones.
En paralelo a la llegada de Lanús a estos lares nació el Partido de Barracas al Sur sobre la superficie de los primeros cuarteles de la antigua jurisdicción de Quilmes. Desde esa fecha hasta convertirse en el Partido de Avellaneda en 1904, Barracas al Sur tuvo 29 intendentes entre quienes figuraron algunas personalidades que luego tuvieron una destacada presencia en Lanús. Tal los casos del Dr. Nicanor Basavilbaso, que gobernó entre 1887 y 1889; Enrique Fernández quien lo hizo entre 1890 y 1891 y Guillermo Gaebeler que se desempeñó entre 1895 y 1897. El Dr. Basavilbaso fue uno de los primeros y reconocidos médicos que brindó sus servicios profesionales en Lanús, Enrique Fernández, fue un destacado industrial, hombre de grandes iniciativas como la creación de la primera línea de tranvías que unía en Lanús, Villa de los  Industriales con  la estación ferroviaria. Don Guillermo Gaebeler fue, nada menos,  el fundador de la Villa General Paz, centro de Lanús Este, en el año 1888.   
En el transcurso de las presidencias de Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca y durante todo el período de la denominada “Generación del 80” ocurrido desde 1880 hasta 1916, se intensificó la llegada de inmigrantes. Fue de gran importancia el aporte de la corriente inmigratoria proveniente de Europa y en menor medida de Cercano y Medio Oriente, Rusia y también Japón. Esta ola inmigratoria se prolongaría hasta mediados del siglo XX,  y según algunos datos ciertos es posible determinar el crecimiento poblacional en nuestro país. Pasamos de dos millones de habitantes en 1869 a casi veinte millones de habitantes en 1950.  De toda esta mezcla de culturas, enriquecida a partir de la décadas de 1940/50 con el arribo de inmigrantes de países hermanos de Suramérica y el Caribe, el resultado somos los argentinos de hoy. Incluidos, por supuesto, los lanusenses. 
    (Continuaremos)