por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comEl peronismo nació por decisión de gran parte de nuestro pueblo y después de setenta años sigue activo en la escena nacional con presencia en todo el país. En todo el siglo veinte no hubo momentos más felices que los vividos desde 1946 hasta 1955 durante el gobierno de Juan Perón. También en lo que fue desde el 2001 hasta 2015, en los doce años kirchneristas, la República Argentina gozó plenamente con las realizaciones magníficas y excepcionales llevadas a cabo en un gobierno de Néstor Kirchner y dos de Cristina Fernández. Luego de padecer décadas de atraso, miseria y remate del patrimonio nacional, fue en el primer peronismo de los años cincuenta y recientemente en el lapso gobernado por Néstor y Cristina, cuándo nuestro país estuvo más cerca –como nunca- de la Patria libre, justa y soberana por la cual siempre luchamos los peronistas.
El peronismo, que reivindicamos con todo orgullo, cuando gobernó, supo hacer crecer a la Argentina y darle dignidad al pueblo. Y si en 200 años alguna expresión política logró colocar al país en el lugar que merecemos, esa fuerza fue el peronismo. Claro que también, dentro de nuestro movimiento, organización masiva en la que no escasean contradicciones, existieron y existen algunas lacras. Para hablar de quienes tuvieron altas responsabilidades, y no solamente de los miserables que tiran bolsos con dinero por sobre las paredes y de los ladrones que se enriquecieron ilícitamente, tenemos que reconocer que sujetos como Augusto
Timoteo Vandor, López Rega y Menem hicieron mucho daño y estuvieron lejos de honrar al peronismo en su conjunto. Así les fue y así quedaron en el camino.
El Movimiento Nacional Peronista es dueño de una historia incomparable, única en el mundo. Así como fue exitoso en función de gobierno tuvo sobrada inteligencia y coraje al protagonizar jornadas heroicas en tiempos adversos. La etapa de la gloriosa Resistencia y su lucha por la recuperación democrática cuando las dictaduras asolaron a la Argentina demuestran el valor de sus militantes puesto al servicio de la Patria. Ninguna fuerza política tuvo tantos héroes y mártires como el Peronismo. Claro que debido a los poderosos intereses que enfrentó y por haber atendido con seriedad, eficiencia y sensibilidad a las necesidades del pueblo cosechó amores y odios. Los humildes devolvieron con amor y lealtad el pan, el trabajo y la dignidad logrado para ellos por Perón, Eva y Néstor. Seguramente Cristina también seguirá siendo reconocida y amada por los que tienen hambre y sed de justicia.
Enfrente, el peronismo tuvo, tiene y tendrá enemigos y adversarios. Y entre esos enemigos y adversarios existieron, existen y existirán distintas categorías como las de los gorilas, los no peronistas y una “clase” residual, excrementicia: la de los contreras.
Los gorilas son asesinos. Son los que colocaron bombas en Plaza de mayo el 15 de abril de 1953. Los que bombardearon esa misma plaza el 16 de junio de 1955. Los que fusilaron a los compañeros en la madrugada del 9 al 10 de junio de 1956. Los que proscribieron a Perón y al peronismo. Son quienes encarcelaron, torturaron, cesantearon a miles de trabajadores, ametrallaron manifestaciones populares, robaron y ultrajaron el cadáver de Eva, anularon la Constitución de 1949 y cometieron miles de atrocidades. Son feroces, brutales, contrarios acérrimos del peronismo que expresan su odio a viva voz y ejecutan sin rodeos lo que piensan. Son temibles. Enemigos a los que hay que combatir sin desmayos con todas las armas de la democracia. Así de claro.
Los no peronistas, independientemente de nuestras diferencias, son dignos de respeto y generalmente se encuentran en el territorio que habitan los que no piensan como nosotros pero que no tienen nada que ver con el gorilaje. Su pelea la dan en el terreno de las ideas. Muchos de ellos militan en sectores de izquierda y en algún punto es posible que haya coincidencias con determinados principios del peronismo.
Muchos han sido perseguidos y sufrido cárcel, torturas y muertes.
Y después quedan los contreras. Los contreras son los “mordisquitos” de Discépolo. Los limones exprimidos de las clases “altas” a las que quisieran pertenecer pero nunca pertenecerán. Las clases dominantes odian a la “grasa” peronista pero no permiten el ascenso de los alcahuetes a quienes utilizan, pero mantienen a distancia. Los contreras anidan generalmente entre la fauna de caceroleros, profesionales mediocres, algún sector de taximetreros y remiseros confundidos (no todos por supuesto). Están entre los repetidores de “hay que matar a la yegua” y en medio de los que insultaron e insultan a Cristina porque la envidian y porque es mujer. Los contreras son sirvientes gratis de los poderosos, son los que dicen, desde lejos, cualquier barbaridad a la ex presidenta pero no tienen atributos para decírselo de frente, cara a cara, a un hombre o a una mujer del pueblo que ama y respeta a Cristina por todo lo mucho de bien que hizo. Los contreras son mediocres, gente sin brújula que se traga los mensajes envenenados de los Lanata y de las Carrió. Son, como dice el maestro Galasso, quienes confunden el adentro con el afuera y por eso terminan votando a Macri. Son los herederos de los viejos contreras porque, como dijo el gran Jauretche, “cuando muere el zonzo viejo queda la zonza preñada”. Son quienes probablemente esperan una reacción de los peronistas traducida en sopapo. Reacción que nunca llegará porque los peronistas somos inteligentes y no es fácil que “entremos por el aro” como los perritos del circo. En fin…enfrentemos al gorilaje como corresponde, tratemos de ganar a los no peronistas que sean buena gente y dejemos que los contreras se ahoguen en su propio vómito. Salute.
(*) Secretario general de Iniciativa Socialista