sábado, 24 de diciembre de 2016

¿De dónde venimos los lanusenses?

por Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com

Undécima nota

   Desde 1810 hasta la llegada a lo que hoy es Lanús, de las siete familias inmigrantes alemanas en 1826, por la provincia de Buenos Aires habían pasado, una veintena de veces, distintas personas e instituciones con intenciones de gobernar. Algunos lo hicieron por un día o un par de semanas, otros por pocos meses, la mayoría por un tiempo muy breve. Dentro de esa realidad es difícil explicarse como, con tanta anormalidad, nuestra provincia quedó en pie. Con sus luces y sombras, destinatario de profundos amores y de odios enormes, quien logró dar continuidad a la acción de gobierno fue don Juan Manuel de Rosas, quien en dos oportunidades permaneció en el gobierno de la provincia por varios años. Primero gobernó desde el 6 de diciembre de 1829, hasta el día 17 del mismo mes del año 1832. Luego lo haría desde el 7 de marzo de 1835 hasta el 3 de febrero de 1852. 
En veinte años a partir de la Revolución de Mayo y hasta llegar al primer gobierno de Rosas, se había desarrollado toda la Guerra de la Independencia y también ocurrido grandes acontecimientos como la Asamblea del año XIII, la Declaración de la Independencia en 1816, la Batalla de Cepeda en 1820, el fusilamiento de Dorrego y muchos otros sucesos que, aún
hoy, son motivo de acaloradas discusiones por los unos y los otros que siempre, en épocas de mayores apasionamientos o en tiempos de alguna tranquilidad volcamos nuestras ansiedades y nuestros anhelos en veredas diferentes. 
  Lo que hoy se denomina “grieta” en verdad es un espacio que separa a los argentinos desde tiempos muy lejanos, lo cual parece darle la razón al tango Intimas, de Brignolo y Lacueva escrito y musicalizado en 1926 cuando en algunos de sus versos dice: “Mas las fuerzas del destino se opusieron / y desde entonces nuestras almas tuvieron / un vacío imposible de llenar. Hay caminos del destino  intransitables/ Hay recuerdos de amor inolvidables / Y hay vacíos imposibles de llenar”.
   Después de algunos meses de la Batalla de Cepeda, cuando todavía en muchos oídos permanecía el ruido de los cañones, el 14 de noviembre de 1820, en Concepción del Uruguay nacía don Hipólito Anacarsis Lanús. Descendiente de vascos franceses. Siendo muy joven se dedicó al comercio minorista en la ciudad de Buenos Aires y llegó a ser el hombre más rico del país tras haber aumentado enormemente su fortuna al dedicarse al negocio de las importaciones, desde Europa, durante el gobierno de Juan Manuel de Rosas, y más adelante, como proveedor de los ejércitos de la Triple Alianza durante la guerra del Paraguay. Luego del derrocamiento de Rosas en la Batalla de Caseros (3/2/52) se unió al partido de Bartolomé Mitre, con quien mantendría una sólida amistad y ayudaría, mediante fuerte apoyo económico, a fundar el diario La Nación. 
   El 11 de septiembre de 1852, se produjo un estallido “revolucionario” como reacción de la provincia de Buenos Aires contra las políticas impuestas por Justo José de Urquiza. Anacarsis participó de ese golpe y posteriormente el gobierno del Estado de Buenos Aires lo nombró subjefe de policía de la ciudad. Luego fue senador provincial e incrementó su fortuna como proveedor de las milicias que arrasaban a los indígenas del sur de la provincia. En 1874 apoyó la “revolución” organizada por Mitre de la que éste salió completamente derrotado, y por haber financiado gran parte de la campaña de don Bartolomé perdió mucho de su fortuna y de su prestigio comercial. 
Pero Anacarsis Lanús fue uno de esos hombres que, como el agua, supo adaptarse al recipiente que lo contenía y al producirse la Conquista del Desierto, campaña militar realizada entre 1879 y 1885 contra los pueblos originarios que habitaban al  sur oeste y sur de Buenos Aires, recuperó su poder económico siendo proveedor del ejército organizado por el entonces ministro de Guerra, general Julio Argentino Roca. Hombre de negocios, Anacarsis Lanús, en el año 1888 había conseguido la concesión para construir el ferrocarril a Bolivia pero, sin haber iniciado la obra, lo sorprendió la muerte el 14 de octubre de ese mismo año. 
   Como todo hombre de acción que primero obtiene poder económico y por ello logra poder político, la actuación de Anacarsis Lanús, como poderoso empresario y hombre de la política, ha sido variada, intensa y persistente. 
Fue a mediados del siglo XIX cuando comenzó a instalarse en lo que hoy es nuestra ciudad y que lleva su apellido. Al comprar en 1854 una extensa fracción de tierra a la viuda, Dolores Sandoval de Celis, Anacarsis ya tenía la idea de fundar un pueblo que imaginaba, con razón, estaría destinado al progreso. La geografía de lo que hoy es nuestro territorio lanusense y la actividad laboral y comercial que ya se desarrollaba en aquel tiempo en esta zona, invitaban a invertir y realizar obras en un lugar cercano a Buenos Aires, de paso obligado hacia el sur, con suelo generoso, con un río navegable -el Matanza-Riachuelo- que facilitaba la salida al Río de la Plata y por consiguiente al océano Atlántico, dando la seguridad de que, al final, la creación de un pueblo, su progreso, el posterior fraccionamiento y venta de sus tierras daría como resultado la obtención de ganancias abundantes. Además, desde el poder es más fácil avizorar el futuro y Anacarsis Lanús era un hombre del poder real. Seguramente sabía que no faltaba mucho para que llegara a estas tierras, en la segunda mitad del siglo diecinueve, gente de otras latitudes, con otras experiencias, otras culturas, otros conocimientos y con necesidades de encontrar un sitio dónde echar raíces. Y que eso ayudaría a que se cumplan sus aspiraciones. 
(Continuaremos)