por Omar Dalponte*
omardalponte@yahoo.com.arEn su libro Conducción Política, bajo el subtítulo “Lealtad a dos puntas”, Juan Perón nos dice: “Nadie sigue al hombre a quien no cree leal, porque la lealtad, para que sea tal, debe serlo a dos puntas” Y Cristina Fernández, en su discurso del viernes 17 de octubre de 2008 afirmó “Una lealtad siempre, como todas las lealtades es a dos puntas, no existe lealtad de un solo lado, existe lealtad del pueblo que reconoce en los dirigentes que lo representan y lo defienden, a sus verdaderos representantes". Para todo peronista que se precie de serlo, la lealtad es un bien muy preciado. Ser leal no significa que se debe obedecer sumisa y ciegamente a tal o cual persona porque nadie, en tanto persona con derecho a ser libre, debe obligarse o ser obligado, en el ámbito que fuere, a no tener el derecho a expresar sus ideas, a opinar con total libertad y a señalar, con respeto y firmeza, los errores de quienes tuvieren la responsabilidad de conducir y tomar decisiones en niveles superiores. Sea donde fuere, y con más razón en la política, territorio donde se resuelve el destino de la Patria.
Quien escribe esta columna lo hace desde su posición peronista y como ferviente defensor de
los gobiernos kirchneristas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Ratificando su adhesión a esta corriente del peronismo que hizo posible la dignificación de la República, la recuperación de la soberanía nacional, el prestigio de la investidura presidencial, la inclusión de los sectores más postergados y la felicidad al pueblo argentino durante doce años. Nadie puede negar, excepto los difamadores y mentirosos crónicos, que desde el año 2003 hasta el 2015 se avanzó muchísimo en resolver el problema de la desocupación, en la protección a millones de personas que pudieron obtener su jubilación y en facilitar el acceso a la educación a millones de niños, jóvenes, y adultos.Son innegables también, las miles de conquistas - además de las obtenidas en lo social y en lo económico- logradas en el plano cultural. De manera que por haber sido y seguir siendo militantes de este espacio, y por haber contribuido efectivamente, desde el lugar que nos tocó ocupar, al sostenimiento del modelo kirchnerista y al esfuerzo por la profundización del proyecto nacional y popular iniciado en 2003, nos sentimos con pleno derecho a expresar nuestro pensamiento en voz alta.
En la patriada que recientemente protagonizó la compañera Hebe de Bonafini hubo una gran ausente: Cristina Fernández. Si bien es cierto que prestigiosos y leales compañeros estuvieron presentes en la ronda y acompañamiento de Hebe y las Madres, ese acto de coraje producido por una mujer anciana de extraordinaria fortaleza moral, debió ser respaldado por la ex presidenta a quien, muchos, consideramos la principal referente del kirchnerismo y anhelamos hubiese sido la conductora de la oposición al neoliberalismo y jefa indiscutible del Movimiento Nacional. Pero tal presencia no ocurrió y nos parece un grueso error político. Cristina perdió una gran oportunidad de demostrar firmeza y disposición representando a las aspiraciones de importantes sectores del campo popular que hoy están –estamos- fuertemente golpeados por la derrota de 2015 y que sufren –sufrimos- como una pesadilla la prepotencia del conservadurismo en el gobierno nacional. Los liderazgos se ganan y afianzan cuando los dirigentes ponen el pecho en medio de la adversidad. Así lo hizo Perón cuando lo torearon y demostró que le sobraba cuero para conducir al Movimiento en medio de una feroz dictadura y llevarlo a la victoria. No es por Twitter, por facebook o lanzando títulos que luego no tienen desarrollo como se lidera la oposición a un gobierno de derecha que pretende demoler al país. Se nos habló de un “frente ciudadano” que hasta ahora quedó anclado a la distancia. Se sugiere “construir mayorías” como si no supiéramos que las mayorías existen y que lo que hace falta es proponerles un programa de acción política que las convenza y las convoque. Se defiende brillantemente la gestión kirchnerista pero se termina diciendo que no hay vocación opositora. Ante la gravísima situación que vivimos los argentinos no hay ninguna palabra exhortando a deponer diferencias personales o de grupo e invitando a un gran encuentro nacional del campo popular donde estén representados todos los sectores patrióticos. No hay un llamado fraternal al movimiento obrero que, como en las mejores épocas, debe ser la columna vertebral de las luchas populares y del Movimiento Nacional. Respetuosamente, pero defendiendo nuestro derecho inalienable a opinar, a expresar nuestro pensamiento con absoluta libertad y reafirmando nuestro compromiso con los intereses del pueblo, especialmente los que corresponden a los más humildes, reclamamos a nuestros principales dirigentes, en este momento crucial de nuestra dolorida Argentina, definiciones claras, presencia permanente y orientaciones precisas para la contraofensiva democrática que debemos llevar a cabo en la lucha por la recuperación del gobierno popular. Afortunadamente, en el movimiento obrero organizado soplan vientos de unidad y surgen críticas y propuestas que anhelamos sean sinceras. En un documento emitido recientemente, entre otras cosas se expresó: "No hay que haberse graduado en Harvard o en otra prestigiosa universidad para darse cuenta de que vamos de mal en peor", “es hora de cambiar en serio, antes de que sea tarde". Y se propuso “una iniciativa popular liderada por el movimiento obrero conformada por todos los sectores del trabajo y la producción, que proponga y aporte alternativas en defensa del trabajo argentino, una iniciativa socio-económica, no electoralista, que tenga por eje vertebral al mundo del trabajo con sus necesidades y problemas". Más allá de ciertos personajes que inspiran muy poca confianza es saludable no perder las esperanzas.
(*) De Iniciativa Socialista