por Omar Dalponte*
Si queremos llegar a ser, algún día, un país realmente justo, libre y soberano no debemos negar la realidad, ni hablar con eufemismos. Vivimos un presente muy difícil y lo que se pudo construir en los doce años pasados, en pocos meses se viene derrumbando sin solución de continuidad. Si antes se decía que en la sociedad argentina había una grieta, hoy podemos afirmar que estamos partidos en varios pedazos y que entre los pudientes y los pobres existe un abismo. Sin ninguna duda, aquí estamos los unos y los otros, tal como hemos dicho infinidad de veces. De un lado está la mayoría del pueblo con sus necesidades, sus aspiraciones, y su justa pretensión de vivir como corresponde teniendo acceso al trabajo, a la educación y a una vivienda digna en un país en el cual su salud esté protegida, la seguridad de los ciudadanos debidamente garantizada y donde exista la posibilidad de disfrutar del arte, del deporte y de todas aquellas cosas que no tienen por quéser solamente para un sector privilegiado. Del otro lado se hallan las clases dominantes y sus gerentes que imponen un país para pocos en detrimento de las mayorías.
En el medio, con una miopía alarmante, no poco egoísmo y una marcada tendencia a la discriminación en perjuicio de los marginados locales y de los inmigrantes de países vecinos, habita parte del “medio pelo argentino” y de la clase media baja, intoxicados por el mensaje sucio de determinados medios de comunicación. Así es frecuente escuchar como un chofer de colectivo o de taxi, de la misma manera que alguien que maneja un remise, es dueño de un pequeño comercio o ejerce una profesión cualquiera, desprecia e insulta a “los negros de la villa” a “los bolitas”, los paraguayos o los peruanos. Esa parte de la sociedad, subida a la calesita de las ilusiones vanas, vive mareada en un marcado estado de confusión, encandilada por las falsas luces que se emiten desde los feudos de los poderosos. Engañada por los deslumbrantes brillos de las vidrieras de los barrios acomodados y por las hemorragias verbales de no pocos periodistas o de señoras en cuyos programas televisivos, alrededor de una mesa, entre bocado y bocado, se reúnen a vomitar odio personajes de la política, de la farándula, de las comunicaciones o de otros quehaceres de la vida diaria, rechaza toda actitud solidaria para con los humildes y sueña con ascender a lugares donde les cerrarán las puertas en la cara. Las oligarquías de todos los tiempos no permitieron ni permitirán en sus cotos, animalejos de un pelaje distinto al propio. También hay que decir que los sectores medios y bajos de la sociedad están fraccionados en varias parcelas. Dentro de esas categorías existen quienes convencidos de su “progresismo” creen que son dueños de verdades absolutas y amos del paraíso donde sus ideas destilan pureza. Dicen estar a favor de las clases populares pero en los momento de grandes decisiones se dedican a hacer goles en contra. Permanece en nuestra memoria y seguirá allí por largo tiempo, la actitud miserable de “intelectuales” que en plena batalla electoral del Frente para la Victoria, en las elecciones de 2015, dedicaban más esfuerzos en criticar y rechazar al candidato Daniel Scioli que en ganar las calles para enfrentar al neoliberalismo. Así, objetivamente, muchos charlatanes que la van de revolucionarios pero se tapan la nariz cuando perciben olor a peronismo, fueron funcionales a la derecha y facilitaron el triunfo del macrismo.
Hoy la unión de los argentinos está demasiado lejos de ser una realidad. Estamos seriamente divididos y de seguir avanzando las políticas de endeudamiento y de sometimiento a las potencias imperiales, pasaremos sin escalas a la situación de dominados. Por eso es necesario contrarrestar los ataques del neoliberalismo con firmes acciones democráticas, con una lucha sostenida por la unidad de las fuerzas nacionales y la elaboración de un programa que proponga lo que hay que hacer en forma clara e inteligente.. En esta línea de pensamiento tenemos la plena seguridad que nada podrá avanzar si somos incapaces de lograr unidad en nuestro propio espacio. Viene bien, para cerrar esta nota y sin perjuicio de continuar con el tema en otras entregas, transcribir las muy acertadas líneas de la joven e inteligente intelectual nacional, Iciar Recalde, que, en breve síntesis, realiza un importante aporte: “Nuestra tarea actual, con la memoria nítida de los grandes avances de doce años de políticas -con contradicciones, faltas y todo lo que se quiera- incuestionablemente, de reparación nacional para millones de compatriotas y para nosotros mismos, deben servirnos para “en el barajar y dar de nuevo” tener la certeza de que es imposible pensar la organización del movimiento nacional sin unidad que nos de fortaleza colectiva y sin solidaridad que nos de cohesión y permita el surgimiento, desde las entrañas del país profundo, de una Conducción Política genuina con voluntad y capacidad de vencer” Ni más ni menos. La opinión de Iciar bien puede ser, junto a otras, punto de partida para los debates del futuro inmediato.
(*) De Iniciativa Socialista