Hoy a las 7:30 llegó un hombre con un bebé con convulsiones en sus brazos a la unidad sanitaria municipal Primero de Mayo, frente a la villa Sapito.
Al hombre lo atiende una mujer, peruana, que está siempre en la sala -aunque no es municipal- y le dice: —Ya llamo al pediatra.
Pasan 15 minutos y como el padre desesperado clama por atención para su bebé, aparece un médico clínico que mira a la criatura y le dice al atribulado papá que él no puede hacerle diagnóstico al paciente porque no es pediatra.
Como el padre comienza a gritar desesperado, una administrativa pide: —¡Llamen a la policía que esta hombre va a romper todo!
—¡Llamen al pediatra, no a la policía!- responde el hombre.
Y al rato se presenta el pediatra muy campante y le dice: —¡Quédese tranquilo, yo estaba adentro!
—¡Mentiras si yo lo veo que recién llega!- le retrucó el papá.
El episodio es «normal» en esa sala, donde la administradora Andrea Soria nunca está. Y el director es un caso aparte: Es el doctor René Dikoff. Lo acomodó allí la UCR Escalada. Llega a trabajar a media mañana, come en la sala y se va a cuidar a la nieta. Todos los días. «Yo no estoy para esto, porque ya me voy a jubilar», le dice a quien lo quiera escuchar, cuando el personal le reclama porque llueve en la habitación de los médicos o porque no hay calefacción.