por Omar Dalponte*
omardalponte@gmail.comNo se trata de llorar como viejas en desgracia ni de andar echando culpas a diestra y siniestra porque hemos perdido una elección. Cuando se pierde, las cosas no se resuelven ni se superan en los muros de los lamentos políticos. Las derrotas se superan construyendo organización política, sumando voluntades, generando ideas renovadoras, enfrentando al enemigo con propuestas, con militancia y movilización. Esto puede ser demasiado para una fuerza política pequeña pero no es mucho para el Peronismo que, ha salido de situaciones peores y triunfado infinidad de veces. A diferencia de otras épocas en que tuvo que repechar la cuesta en soledad, hoy el Peronismo no está solo. Diversos sectores del campo popular lo acompañan y la posibilidad de marchar hacia un gran frente patriótico, democrático, anti-neoliberal y con amplia participación popular es bien cierta. En las calles, plazas y sedes militantes se va dando un tipo de unidad en la acción que es necesario incrementar proponiendo la elaboración de un programa de liberación nacional e instalando, en el centro de la escena, la necesidad de una reforma constitucional sin la cual será imposible transformar las estructuras de nuestro país cuando recuperemos el gobierno central
y podamos disputar el poder real. La unidad en la acción invita a la unidad de concepción en los términos que planteara Juan Perón en momentos aún más difíciles que los actuales.
En el seno del pueblo comienza a hervir la olla porque el fuego, como decía José Hernández, calienta desde abajo. Y abajo, donde la mayoría de los argentinos estamos siendo llevados a la desesperación; la disconformidad y las protestas crecen día a día. La bronca no se reduce a los serios problemas económicos que padecen nuestras familias que, de por sí, son un flagelo. Hubo cosas importantísimas que los sectores más humildes del pueblo disfrutaron y hoy ya no pueden hacerlo porque se las han quitado.
Importantes museos, centros de diversión y cultura, lugares extraordinariamente valiosos como Tecnópólis han sido clausurados y eso es un hachazo para las personas que carecen de recursos para acceder a sitios de distracción, además útiles para adquirir conocimientos. La historia se repite. Cuando derrocaron a Perón en 1955, destruyeron la hermosa Ciudad de los Niños ubicada en las cercanías de La Plata, principal parque temático del país dedicado a los más chiquitos de la familia. Pulverizaron la magnífica Fundación Eva Perón, demolieron estatuas, trataron de no dejar vestigios de la obra del Peronismo y no vacilaron en torturar, encarcelar, fusilar robar y orinar el cadáver de Evita. En aquel tiempo, el gorilaje, enceguecido por el odio, abrió el camino a décadas de atraso, de miseria y de dolor en perjuicio del pueblo. Recién, desde 2003 hasta 2015, pareció que aquellas épocas de horror no volverían y de pronto nos encontramos, otra vez, al borde del precipicio. De la capacidad de nuestro pueblo para unirse, organizarse y luchar depende impedir el empujón final que nos arroje al abismo.
En el plano cultural no es menor la avanzada neoliberal para deformar nuestra historia, quitarnos identidad, negar a los verdaderos próceres, sepultar nuestros símbolos, marginar a los artistas, despreciar el arte, desaparecer los nombres de los grandes referentes de la cultura nacional y suplantar todo esto por un mundo de globos de colores, rebosante de chabacanería en que los argentinos, hambreados y miserables, sólo podamos ver a través de vidrios amarillos el festín de las clases dominantes. Ya hemos padecido ataques similares y hemos sabido contrarrestar y superar la ramplonería que se imponía para transformarnos en un pueblo adocenado. Nuevamente es necesario oponer la voluntad y la creatividad popular a los embates del cipayismo ladrón y sus patrones. Además de los pocos medios amigos, aún -no sabemos hasta cuándo- contamos con las redes sociales pero, fundamentalmente, con los tradicionales recursos de la militancia para las horas adversas: las paredes, las publicaciones barriales, las asambleas y radios abiertas en plazas y calles, con la posibilidad de manifestaciones artísticas en la vía pública, de representaciones teatrales en nuestros locales políticos, sindicales, sociales y culturales, con la aptitud de nuestros artistas plásticos para exponer sus obras donde sea posible y con la probabilidad de crear grupos de escritores para la utilización de todos los medios a nuestro alcance. Si somos capaces de poner en funcionamiento nuestro activo de manera organizada demostraremos una vez más que no nos han vencido…que no podrán vencernos.
(*) De Iniciativa Socialista