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viernes, 12 de febrero de 2016

Peronismo a la carta

por Omar Dalponte*

omardalponte@gmail.com
   
(Segunda nota)
Finalizamos nuestra nota anterior comentando que allá por 1985/87, el “cafierismo”, en su afán por quitarle al peronismo su esencia popular abrió las puertas al “menemismo”. Por aquel entonces, la “renovación” (algo así como el “alvearismo” radical) representada entre otros por Antonio Cafiero, Juan Manuel De la Sota, Carlos Grosso y José Luis Manzano procuró transformar al peronismo - colosal movimiento de masas cuyos protagonistas principales fueron siempre los trabajadores- en una expresión política amanerada que abandonara para siempre sus banderas históricas y dejara de alterar los nervios de quienes controlaban los centros de la economía y de las altas finanzas. Por aquellos años, la oligarquía tradicional ya había avanzado notablemente en su proceso de reconversión en una gran burguesía agraria, industrial, financiera y comercial estrechamente ligada al imperialismo, proceso que se aceleró con la llegada del neoliberalismo al poder cuando Carlos Saúl Menem trepó a la presidencia de la Nación. La “renovación cafierista” duró lo que un suspiro, pero conviene detenerse un instante en recordar a algunos de sus personajes: Carlos Grosso había sido seminarista jesuita y durante los años
de la dictadura genocida (1976/83) estuvo ligado a poderosos grupos empresarios destacándose como CEO en SOCMA, una de las empresas de Franco Macri. Como intendente de la Ciudad de Buenos Aires (1989/1992) por decisión de Menem, su gobierno, por el manejo discrecional de los fondos públicos, las privatizaciones, y la falta de control en la relación público-privado, quedó como sinónimo de corrupción. Pero estos tipos siempre regresan.
En 2012 lo pusieron al frente de la mesa de “estrategia política” del macrismo, lugar para unos pocos elegidos entre los que figuran Rodriguez Larreta, Nicolás Caputo, Marcos Peña y Durán Barba.
Otra figurita para el álbum de los “inolvidables” es José Luis Manzano. En 1983, fue uno de los fundadores y miembro activo de la “renovación peronista”. Se le atribuye una frase pronunciada en tiempos de Menem: “robo para la corona”. Empresario de medios de comunicación, producción vitivinícola, e inversiones energéticas, su paso por la política quedó impregnado por sospechas de corrupción. Según se publicó se hizo operar las nalgas a las que agregó siliconas porque no le conformaba la chatura de su culo. De estos sujetos “renovadores” hay varios más. Pero para muestra bastan dos botones. Cualquier parecido con los “renovadores” actuales que haciendo rancho aparte perjudicaron electoralmente al peronismo kirchnerista y a otros que recientemente emigraron del bloque del Frente para la Victoria causando un serio perjuicio a la estrategia legislativa de los leales, parece no ser una mera casualidad. Lo que queda claro es que la derecha política, a las órdenes de los grupos concentrados de la economía y de las finanzas, mediante maniobras y personeros varios, hace muchos años que viene metiendo sus pezuñas para desdibujar, adocenar, dividir y anular al peronismo. Los diez años de Menem primero y los dos años de De la Rúa después, fueron una cadena de padecimientos que, por su cercanía y por los abundantes trabajos escritos, filmados y grabados no es esencial analizar en la presente nota. Solamente un par de datos: Menem entregó, de entrada nomás, el poder a Bunge y Born. Sus dos primeros ministros de Economía fueron Miguel Ángel Roig, vicepresidente ejecutivo de esa empresa, y Néstor Mario Rapanelli, también alto ejecutivo de la misma. Fernando De la Rúa, sucesor de Menem en la presidencia de la Nación, cuando la dictadura cívico militar del llamado Proceso de Reorganización Nacional tomó el poder, fue abogado de Bunge y Born. Así, en un pasado no muy lejano, diferentes personajes con el destino de nuestro país en sus manos, exhibiendo distintivos peronistas o radicales, han sido por igual lacayos de los mismos poderes. Hoy, en el escenario político argentino, nuevos (y no tan nuevos) actores representan libretos parecidos.
La aparición de Néstor Kirchner en la política grande sorprendió a muchos. Su discurso ante el Congreso Nacional cuando asumió la presidencia de la Nación fue una pieza convocante que marcó un punto de partida y señaló rumbos. Los años siguientes, ocupados por tres turnos kirchneristas devolvieron la dignidad a nuestro país poniéndolo de pie frente al mundo y asegurando derechos a todos los argentinos. Fueron doce años sólo comparables con el primer peronismo de 1945/1955 por sus formidables realizaciones en beneficio de todos, pero fundamentalmente de muchos de  los más humildes que, por fin, tuvieron acceso a un plato de comida, a la educación, a la salud y a disfrutar algún momento de esparcimiento. Ahora, como el resultado de las elecciones fue muy parejo, el objetivo del gobierno conservador macrista es dividir –aún más- al peronismo para debilitarlo y acabar con todas las conquistas de la década anterior. La respuesta, elaborada colectivamente (y que el kirchnerismo debería hacer suya) es trabajar por la unidad del Movimiento y de todo el campo popular para una contraofensiva democrática realmente efectiva. El 24 de febrero, fecha histórica de gran importancia para el peronismo, puede ser un buen día para comenzar a reconquistar el terreno perdido. El tema da para más. La seguimos.  
   (*) De Iniciativa Socialista