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sábado, 13 de febrero de 2016

Lanús en el sube y baja

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Lecturas de verano- Capítulo 13 – 

Con el descenso de 1970, 55 años después de su nacimiento, Lanús se aproximaba a su hora más difícil. El esplendor de Los Albañiles había terminado. Fueron seis años de un enorme prestigio y reconocimiento para un equipo que en su cancha era capaz de golear al puntero, pero que decaía demasiado al jugar de visitante. La mejor versión de ese conjunto fue la los años 67 y 68, pero siempre lejos de la posibilidad de dar el batacazo y ganar un título. Ya sin Acosta y De Mario, con un Manolo Silva desmotivado, la caída llegó antes aún de lo esperado. Los hinchas volvieron a sentir la misma decepción no exenta de bronca por un nuevo descenso, el mismo sentimiento con que contempló indignado el robo del 49, que explotó de ira en el 56 con los Globetrotters, que sufrió el previsible descenso del 62
con enorme rencor, esa hinchada que acompañó a Los Albañiles con la certeza de que nunca iban a dar un batacazo y ganar un torneo, vio venir la caída de 1970 como algo lógico, asumió con pena que la tan soñada conquista de un campeonato se alejaba cada vez más del objetivo y había que barajar y dar de nuevo. Por tercera vez en su historia Lanús volvía a jugar en la “B”, y a verse las caras con los humildes Nueva Chicago, Los Andes, Temperley, Morón, Almagro, All Boys y  Deportivo Español, entre otros clubes característicos del ascenso. Era el inicio de una década de graves problemas políticos y sociales en el país, convertido en campo de batalla de una lucha de clases que comenzó en los 60 entre patrones y obreros, y que terminaría entrados los años 80 con un baño de sangre a manos de los militares en beneficio del poder económico, con los jóvenes, los militantes y los trabajadores como víctimas mayoritarias de un genocidio horroroso. 

Para afrontar el torneo de ascenso de 1971 Lanús se desprendió de dos de sus mejores valores: Silva y Cabrero, por quienes Newell’s Old Boys pagó 20.000.000 de pesos que  le dieron aire a una tesorería muy necesitada. En parte de pago llegó Alfredo Veira, un joven volante ofensivo, casi un delantero, y de Colombia volvió al país un ya veterano Norberto Raffo, goleador consagrado en Independiente y Racing, donde se coronó Campeón Intercontinental en 1967, y ligado afectivamente a Lanús desde su infancia. Ambos futbolistas tendrán enorme relevancia en la campaña de 1971, convirtiendo 20 y 8 goles respectivamente, en un equipo que contaba con pocos sobrevivientes de los últimos albañiles, como Piazza, Capurro, Suárez y Carnevale, y una larga lista de valores del club que respondieron mejor de lo esperado, como Cornejo, Pont, Albasetti, Juan Carlos Rojas y el Loco Lencina, un wing izquierdo veloz que convirtió 5 goles. El arquero fue Hugo Pini, quien había llegado a préstamo de Banfield. Con esa base, Lanús se consagró campeón con una muy buena campaña de 17 victorias, 7 reveses y 4 derrotas en 28 encuentros disputados. El temor a permanecer mucho tiempo en la divisional de ascenso se disipó con la enorme alegría por el título obtenido con una sorprendente facilidad, que poco duró, porque el paso de Lanús por la división mayor en 1972 fue uno de los peores de su historia. 

Los refuerzos llegaron de Bahía Blanca e Ingeniero White. Barú, Osvaldo Santos, el “Ruso” Ferlich, Juan Carlos Fiore, y el experimentado Abel Vieytez arribaron del sur de la Provincia de Buenos Aires, y sólo los dos primeros se destacaron. El resto no desentonó, pero no lograron darle al equipo el salto de calidad necesario para mantenerse en el primer nivel. Juan Carlos Santiago, el centrodelantero llegado de Arsenal, fue el máximo  goleador con 10 anotaciones. En 34 presentaciones en el Metropolitano 72, Lanús obtuvo sólo 3 victorias y 6 empates, con los que sumó apenas 12 puntos, la mitad que su perseguido, Ferro Carril Oeste, que con 24 unidades mantuvo la categoría sin contratiempos. En ese torneo de Primera División, a ocho fechas del final, Lanús fue goleado por Argentinos Juniors en Agustín García y Boyacá por la infrecuente marca de 8 a 0, seis de esos goles fueron convertidos por el delantero central del “Bicho”, Rafael Domingo Moreno, un pésimo broche para la peor campaña de la entidad en primera división. Vendrían tiempos peores aún.

Para iniciar el torneo de 1973, nuevamente en Primera “B”, se mantuvo parte del plantel del año anterior: Osvaldo Santos, Barú, Fiore, Ferlich, Juan Carlos Rojas y Alfredo Veira, los más destacados del elenco granate que acababa de perder la categoría, más el rústico zaguero de Racing, Osvaldo Batocletti, convertido en una celebridad por su participación en una publicidad televisiva muy difundida, la del nuevo juego de pronósticos deportivos (PRODE) que causaba furor. Se agregaban al plantel superior un buen grupo de jóvenes surgidos de las divisiones inferiores del club, muchos de ellos habían debutado en el Nacional del 72 que Lanús disputó estando prácticamente condenado, en el que el entrenador, el ilustre Ángel Amadeo Labruna, dando por seguro e inevitable el descenso que efectivamente ocurriría al finalizar el año, tuvo el buen tino de foguearlos pensando en el futuro del club: Norberto D’angelo, Horacio Fretes, Orlando López, Augusto Sánchez, y el mejor de todos, José Luis Lodico, un volante central de enorme categoría y infrecuente habilidad, quien terminará siendo un verdadero símbolo granate de los años difíciles que vendrían. Con la dirección técnica de Argentino Geronazzo, reconocido entrenador de entonces, Lanús estuvo lejos de pelear el ascenso, que lograría Banfield con comodidad. Fue una irregular campaña de 16 triunfos, 14 reveses y 6 igualdades en 36 partidos disputados, con la que el Grana se ubicó detrás del campeón y de sus más tenaces perseguidores -Temperley, Quilmes, Defensores de Belgrano, Unión y Platense- compartiendo el séptimo lugar con Talleres de Escalada, Comunicaciones y Arsenal.

(Continuará)