domingo, 3 de enero de 2016

Un club fundado por pitucos hace 101 años

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Capítulo 2  
Quienes le dieron vida al Club Atlético Lanús fueron ciudadanos notables de la flamante Villa General Paz, el conglomerado de 44 manzanas que hoy conforman el casco céntrico de un distrito de casi 600.000 habitantes, entonces rodeada de enormes extensiones de bañados. Criollos en su mayoría descendientes de españoles,  vascos, italianos y muy pocos de ascendencia británica, a diferencia de aquellos jóvenes y entusiastas futbolistas con ansias de grandeza deportiva que crearon a los primeros clubes, entre los fundadores de Lanús apenas hubo dos que lo practicaban. La mayoría de estos jóvenes querían una entidad para recreación de los vecinos de un poblado que lentamente crecía y se convertía en ciudad, y muy pronto dispusieron de un campo de deportes de grandes dimensiones en un paraje cercano, el predio ubicado entre las actuales calles Margarita Weild, Gral. Deheza, Gral. Arias y San Lorenzo alquilado a precio módico, algo que sus competidores, hijos de trabajadores inmigrantes de extracción humilde la mayoría de ellos, no conseguían con tanta facilidad, por lo que vivían ocupando y desocupando terrenos ajenos que en la Buenos Aires de entonces todavía abundaban. 

Durante los primeros 30 años del siglo pasado, aquellos clubes humildes sin casa y sin
 cancha se fueron transformando en prósperas instituciones con sede social y estadio propios. En un abrir y cerrar de ojos, el fútbol se convertiría en verdadera pasión de multitudes, la asistencia de público aumentaba día a día hasta reventar las escasas localidades de los primitivos estadios, y el dinero entraba por ventanilla y en efectivo directamente a la tesorería de las noveles instituciones. Durante los años 20, cinco de ellas se distanciaron del resto en cuanto a popularidad y convocatoria, algo que el profesionalismo, iniciado en 1931, no hizo más que acentuar. River, Boca, Independiente, Racing y San Lorenzo integraron la nueva elite. Huracán, Vélez, Estudiantes, Gimnasia y los equipos rosarinos que se sumarían a la competencia en el 39, se ubicaban en una segunda escala. Aunque ninguno de ellos logró ser campeón hasta que aquel recordado “Pincha” de Osvaldo Zubeldía ganó el Metropolitano del 67, estos seis equipos del segundo nivel calificaban habitualmente y salvo raras excepciones entre el 6º y el 10º  puesto de la tabla final de posiciones de cada torneo. Después venían los verdaderamente chicos, los clubes de barrio, entre los cuales estaba el Club Atlético Lanús. Son las primeras 18 entidades populares que comprendieron que el profesionalismo era el camino, y que luego de varias rupturas y conflictos con las viejas asociaciones, dieron comienzo al fútbol rentado en 1931: Boca y River, ambos nacidos en el barrio de la Boca; Independiente y Racing pronto afincados en Barracas al Sur; San Lorenzo y Huracán en los barrios de Boedo y Parque Patricios respectivamente, cercanos entre sí. Vélez, Ferro Carril Oeste, Atlanta, Chacarita, Platense y Argentinos Juniors nacieron  en los poblados alejados del puerto de la Capital; Quilmes, Talleres y Lanús, afincados a la vera de las estaciones del tren del sur; Gimnasia y Estudiantes en La Plata y el lejano Tigre en la soledad del norte bonaerense. Los cinco grandes peleaban los torneos, los clubes de menor convocatoria se abocaban exclusivamente a la lucha por mantener la categoría y ponerse a salvo de la amenaza de los clubes del ascenso, aquellos que por una decisión equivocada habían perdido el primer tren del profesionalismo y ahora pugnaban por subirse a ese nuevo fenómeno de masas que era el fútbol rentado. 

A partir del 31 y durante más de sesenta años, los clubes de menor convocatoria vivieron aceptando sin chistar su condición de tal. Los grandes manejaban la asociación a su antojo, tomaban las decisiones, elegían a los árbitros y le quitaban las figuras a los clubes chicos cuándo y cómo querían, por eso éstos se nutrían principalmente de los futbolistas vecinos del barrio de cada entidad, y que aprovechando esa cercanía accedían fácilmente a rendir pruebas para tratar de integrar los planteles. Y también de los gringos que venían de Rosario, del sur de Córdoba y del norte de Santa Fe, el Triangulo de los Botines, el misterioso territorio donde desde entonces y hasta hoy aparecen en cantidad muchos de los mejores jugadores del mundo. Varios jóvenes de esas localidades llegaban con mucha humildad a probar suerte a Buenos Aires, porque desde 1920, el de futbolista empezaba a ser un trabajo informal pero rentado. 

  Desde su nacimiento, Lanús fue un club distinto a los demás. Sus dirigentes eran en su mayoría profesionales, comerciantes y políticos, y con sus influencias lograron afiliar rápidamente a la institución en la categoría Intermedia, ocupando la plaza del Lanús United, club de vida efímera de la zona, cuya cancha se ubicaba en el barrio de Italia Chica, que limita con Villa General Paz hacia el sur, que se había retirado de la Asociación Argentina de Football y de la competencia en general, cuando lo que correspondía era que iniciara su camino en tercera división. Que apenas 30 días después de ese histórico 3 de enero de 1915 contara con un flamante campo de deportes, y que 98 días después de aquella jornada fundacional, con un rejunte de futbolistas de clubes de segunda y tercera división reclutados a las apuradas, debutara en la categoría Intermedia haciendo un muy digno papel, son ventajas que sólo es posible obtener cuando, además de ímpetu y fervor competitivo, se dispone también de dinero e influencias, ventajas que eran la envidia de los grandes,

Al principio nada fue sencillo. El 11 de abril de 1915, la flamante entidad de tres meses de vida debuta en la división Intermedia de la Asociación Argentina de Football en la Isla Maciel, y su primer equipo cae derrotado por el local, el desaparecido club Buenos Aires Isla Maciel por 3 a 1. Durante los primeros cinco años, Lanús se mantuvo en la principal categoría de ascenso con muchas dificultades, tanto en lo deportivo como en la faz institucional. Los jóvenes pitucos que no se desvelaban por el fútbol se inclinaron con fervor por el escolazo, y el club se fue convirtiendo en un bullicioso garito donde se timbeaba hasta la madrugada. En 1916 debió perder la categoría, pero la Asociación lo mantuvo en Intermedia argumentando que su cancha era una de las mejores, ocultando que se debió además a las aceitadas relaciones políticas de los socios fundadores más caracterizados. En 1919, Lanús empieza a formar el que sería su primer gran equipo con la llegada de refuerzos de categoría, como el delantero  Miguel Ainzuain y el centro half Adolfo Sacarello, ambos de Independiente, además del insider Pedro Raggi, de Rosario Puerto Belgrano. Al finalizar el torneo, el granate culmina segundo a siete puntos de Banfield, pero accede a la primera división a causa de una crisis que devino en la fundación de una nueva Asociación, a la que fueron a parar varios clubes que participaron de un conflicto que tuvo al delegado de Ferro como principal involucrado, y que culminó con la expulsión de la entidad del Oeste, y luego recibieron también la misma sanción Racing, River, Independiente, Platense, Tigre y Estudiantil Porteño, entidades que respaldaron al club de Caballito. Ante la crítica situación, manifestaron su desacuerdo y se retiraron Atlanta, Defensores de Belgrano, Estudiantes de Buenos Aires, San Lorenzo, Gimnasia y Esgrima La Plata, Sportivo Barracas y San Isidro. Todos estos clubes fundaron una nueva entidad rectora, la Asociación Amateurs de Football. A causa de esa ruptura, los seis mejores equipos de la tabla final de Intermedia, entre ellos Lanús, ascendieron por decreto con el fin de llevar a 13 el número de competidores de la máxima categoría de una debilitada Asociación Argentina de Football.