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martes, 5 de enero de 2016

Por la vuelta...

por  Omar Dalponte

omardalponte@gmail.com  

Luego de las últimas elecciones generales del 22 de noviembre de 2015, el mapa político, en lo que se refiere a la decisión de los votantes, quedó dividido en dos mitades. A partir de allí surgen algunas reflexiones y no pocas preguntas. Si bien de acuerdo al resultado la elección fue muy pareja, pues la diferencia entre las dos fuerzas que compitieron fue mínima, lo cierto es que el macrismo obtuvo el triunfo y hoy tiene la responsabilidad de gobernar. También es conveniente, para no errar en el análisis, tener en cuenta que ambas porciones surgidas de la segunda vuelta electoral no son iguales en cuanto a la composición del voto. La parte que apoyó al Frente para la Victoria es el kirchnerismo duro más el peronismo siempre fiel a su color partidario. Lo cual significa que este casi 50 por ciento constituye la base firme e inamovible del kirchnerismo y aliados para enfrentar electoralmente cualquier circunstancia decisiva.
La totalidad de los sufragios que fueron a la cosecha del macrismo no son votos propios que
quedarán para siempre en su haber. Allí hubo muchos votos rabiosamente anti-k sin ser cautivos del PRO, entre los que se pueden contabilizar los provenientes del Frente Renovador de Sergio Massa, de expresiones políticas menores como la anémica fuerza que responde a Margarita Stolbizer  y de la “izquierda” históricamente antiperonista. Sea como fuere, no seríamos justos en el comentario si no reconociéramos que en períodos democráticos es la primera vez que el conservadurismo logra llegar al poder, con fuerza propia, mediante el voto popular. A partir de  la primera presidencia del radical Yrigoyen, el conservadurismo, como expresión política, siempre estuvo obligado a ser parte de alguna componenda electoral. En épocas de fraude integró la Concordancia junto a “socialistas” y radicales antipersonalistas (1931). Fue excluído hasta de la Unión Democrática en 1946!!. Insistió en las décadas de 1960/70 con diferentes fracciones y personajes como Cueto Rúa (Federación de Partidos de Centro) Emilio Hardoy, González Bergez (Unión Conservadora)  Aramburu y Ondarts (UDELPA) Julio Chamizo (Nueva Fuerza) Francisco Manrique (Partido Federal) y más tarde con los Alsogaray que fundaron la Unión de Centro Democrático (UCD) y compartieron las relaciones carnales con el menemismo. En democracia nunca habían llegado al gobierno por los votos. Siempre lo hicieron con las botas militares en las más terribles dictaduras. Pero en 2015, para algunos como una pintura surrealista que cobró vida, el Frente Cambiemos asumió democráticamente el gobierno y bailó en los balcones de la Casa de Gobierno, altar sagrado del peronismo si los hay.           
Probablemente, saber que el cincuenta por ciento de los argentinos optó por el proyecto que representa el kirchnerismo y que esto demuestra la existencia de una oposición que no va a acompañar la gestión de su gobierno, haya impulsado a Mauricio Macri, de entrada nomás, a tratar de jugar a todo o nada. Producir una severa devaluación, designar miembros a la Corte Suprema por decreto,  echar mano y consumir decretos de “necesidad y urgencia” como si fuesen pochoclos a escasos veinte días de asumir, muestran al nuevo gobierno como a un elefante ciego dentro de un bazar.
Como la Argentina sigue como es y muchos advierten que es imposible producir cambios mágicamente; en los comercios, en los colectivos, en las colas bancarias al rayo del sol y en cuanto lugar se concentra gente que sigue padeciendo los cortes de luz, las inundaciones, el aumento de precios desenfrenado y alguna que otra de esas “delicias” tan nuestras, se escucha el clásico “yo no los voté” que tuvo su momento de esplendor en la década menemista. Es que la realidad no se compadece con la pirotecnia de las campañas electorales. Para colmo, las cárceles de “máxima seguridad” aparecen como algo parecido a los viejos cines de barrio en los cuales uno podía salir en medio de la función con un cartoncito llamado “contraseña”. Algunos pesados se “olivan” más fácilmente que un pibe de la escuela secundaria. Uno puede imaginar lo que se viene pero todo está por verse. Teniendo en cuenta algunos hechos muy puntuales y concretos todo hace presumir -a pesar de los primeros dislates del macrismo- que para el peronismo kirchnerista la cosa no será fácil. En 2007, la pelea entre Filmus y Telerman posibilitó el triunfo de Macri. A la Ciudad de Buenos Aires no fue posible recuperarla. En 2011 Jorge Macri, primo de Mauricio, ganó en el municipio de Vicente López y recientemente obtuvo su reelección como intendente con el 54,81 por ciento de los votos.
Está suficientemente demostrado que donde el macrismo gana, alambra el territorio y es difícil reconquistarlo. Ante tal realidad el peronismo kirchnerista debe recomponerse y superarse sin perder de vista, ni por un segundo, que la unidad del Movimiento es primordial como lo es la organización del Frente para la Victoria, fortalecer el funcionamiento del Partido Justicialista, estrechar vínculos con el movimiento obrero e intensificar la militancia en todos los frentes. La elaboración de propuestas políticas, económicas y culturales es fundamental para ganar la confianza del pueblo. No está mal criticar. Pero detenerse en las críticas sin proponer un programa de acción integral no permite avanzar hacia la victoria. Seguro.
   (*) De iniciativa Socialista