por Marcelo Calvente
marcelocalvente@gmail.com
Lecturas de verano- Capítulo 9 (2ª parte) -
Le decían
Poncho Negro. Es, con Álvarez Vega y el Tanque Rojas, uno de los tres
protagonistas de aquella gesta sin final feliz de los Globetrotters que aún
disfrutan de la vida, aunque a él ya lo habían dado por muerto a los 21 años.
Fue en la larga noche del 16 de septiembre de 1955 cuando la Libertadora depuso a
Perón, y su nombre de soldado conscripto figuró en una lista de muertos en
combate. El crack de Lanús había participado en los breves enfrentamientos para
luego perderse y terminar pasando la crítica noche donde pudo. Sien
embargo, cuando a la mañana llegó a su casa, familiares y amigos lo lloraban,
las primeras ofrendas florales ya habían llegado y el dirigente Guillermo Garrido
aprontaba los trámites para velarlo ni bien recuperaran el cuerpo del difunto.
El boca a boca alarmaba a la
ciudad con la mala nueva, mientras el país estaba
patas para arriba. Por suerte, la figura de un Lanús que ya daba que
hablar, Benito Cejas, estaba vivo y sin un rasguño. Y apenas unos días después,
el 2 de octubre del 55, cuando el campeonato se reanudó luego del receso por el
golpe de estado, Lanús le ganó a Boca con un gol suyo en Arias y Acha, y el
diario Crítica tituló “El muerto no faltó a la cita”.
Cejas había nacido
el 3 de febrero de 1934. A
los 17 años ya deslumbraba en Racing de su Córdoba natal, hasta que alguien lo
vio y lo trajo a Lanús para sumarse a la tercera división, y enseguida debutar
en primera en 1952 con 18 años recién cumplidos. Tras la muy buena campaña del
51, año en que el Granate retornó a primera y logró la hasta allí mejor campaña
del profesionalismo: el 5º lugar. Al inicio del Torneo de 1952 en el plantel
soplaban vientos de renovación. Se sumaban jugadores de categoría, pero
también algunos ciclos se cumplían. Ya estaban Álvarez Vega, Daponte, Emilio
Fernández, Gil, Moyano y Urbano Reynoso, ya Guidi había desplazado sin
discusión a Strembell, y comenzaba a escribirse la leyenda de los
Globetrotters, de la cual la historia de Benito Cejas es una página sugestiva y
premonitoria. En 1953 se suman Prato y Beltrán por Calvente y Vivas, y
luego llegarían dos futbolistas que le darían al equipo el toque de distinción:
En el 54 José Nazionale, el más lujoso; en el 55 Dante Homérico Lugo, el de
mayor habilidad y talento. Con Carranza, que se incorpora antes del inicio del
Torneo de 1956 cierra la nómina del equipo que debió ser campeón y finalmente
no pudo lograrlo.
Lo apodaban Poncho Negro por su parecido con un
personaje de historieta que brillaba por entonces en la escena nacional,
llevaba disputados 90 partidos y convertido 32 goles desde su debut en
primera con la casaca granate, hasta que el 17 de junio de 1956, a menos de un año de
su falsa muerte, su camino se cruzó con el del malvado Pipo Rossi. Cuentan que
unos días antes la Selección
había enfrentado a Lanús en un partido preparatorio, y que Cejas, pero sobre
todo Dante Lugo, con quien empezaba a formar una dupla esperanzadora, le habían
pegado flor de baile, con un par de caños incluidos. Rossi se quedó con la
sangre en el ojo. Durante los 10 primeros minutos de aquel River-Lanús,
jugado tres días después del amistoso en cuestión, lo buscó con insistencia a
Mandrake Lugo, que no se dejó encontrar, y a los 12 minutos, enceguecido por la
mala intención, fue directo a quebrar desde atrás a Poncho Negro
-convirtiéndose en el malo de la historieta- con una acción artera que el
árbitro no penó, y de la que el periodismo se hizo escaso eco, a pesar de que
su compañero de Selección, Pedro Dellacha, manifestó indignado que Rossi había
anunciado su venganza en el vestuario, apenas terminado el amistoso con Lanús
que desencadenó el drama que iba a cambiar para siempre la vida de Benito
Cejas.
“A
Cejas le cagó la carrera el hijo de puta de Pipo Rossi” es la sentencia
escuchada mil y una veces en las calles de Lanús desde entonces y hasta hoy.
Sin embargo, 96 años de Fútbol Granate, el libro de Néstor Bova, una vez
más pone claridad al respecto: Luego de la lesión, Benito Cejas estuvo
convaleciente durante todo el 56, y recién pudo volver en 1957, jugando 13
partidos y convirtiendo 4 goles. La recuperación definitiva llegó en 1958, año
en el que estuvo presente en 29 de los 44 encuentros que Lanús disputó entre
campeonato y Copa Suecia, con 10 anotaciones. No obstante haber sido titular,
fue dejado en libertad de acción por Lanús al finalizar ese año. En medio
del descontento general por una frustración que había dejado muchas secuelas en
los hinchas granates, el club sufría el ocaso de Los Globetrotters y terminaría
descendiendo a la B
en 1961, 10 años después de su gestación como equipo de excelencia.
El ex futbolista granate Oscar Altruí, compañero y amigo inseparable de Poncho Negro hasta el día de hoy, cuenta que un arrepentido Pipo Rossi visitó a su víctima el día de su operación y que Pepe Nazionale y Urbano Reynoso lo sacaron a patadas de la clínica. Cuentan que a Rossi la factura le siguió llegando puntualmente con los años, que la culpa lo persiguió hasta la hora final, y que hoy se lo recuerda más por su despiadada agresión a Cejas que por sus virtudes como jugador y persona.
El paso de Dante Lugo por Lanús fue meteórico y
consagratorio: 50 partidos y 23 goles desde su debut en septiembre del 55
hasta fines del 56, para pasar a jugar en el Atlético Madrid, y luego de un
periplo intrascendente por varios clubes de Colombia y Perú, recaló en Boca y
Ferro, donde brilló en dupla con Antonio Garabal, para retirarse en el Cúcuta
como técnico y jugador en 1969. Dicen que Cejas y Lugo se entendían a la
perfección, y que la lesión del primero y la pronta partida del segundo impidió
comprobar hasta donde habrían llegado jugando juntos, sobre todo en aquellos
tiempos en que todos los equipos presentaban dupla de atacantes centrales. Lo
cierto es que a Poncho Negro, luego de un paso fugaz por Tigre, Pedernera se lo
llevó a Colombia para ser figura en el Tolima durante tres años más, entre 1960
y 1962, cuando una rotura de meniscos lo llevó a un tempranero adiós a los 28
años.
A Benito Cejas aquella mítica lesión no le impidió continuar con su carrera, aunque sí llegar a ser lo que insinuaba a los 22 al recibir la plancha asesina, y tal vez esa incógnita incluya la posibilidad de que con él en cancha, Lanús se hubiese consagrado campeón por primera vez en su existencia en aquel lejano 1956. No pudo ser, el primer título granate recién llegaría 51 años después, luego de atravesar un largo y sinuoso camino institucional, con la vuelta olímpica de los pibes de Ramón Cabrero en la mismísima Bombonera un inolvidable 2 de diciembre de 2007.