Lecturas de verano- Capítulo 9
por Marcelo
Calvente
Una de las páginas más destacadas
y singulares de la historia granate es la escrita por aquel equipo que pasó a
la posteridad como Los Globetrotters, con punto culminante en el campeonato de
1956 que debió ganar, y que terminó perdiendo a manos de River Plate. No es por
eso mismo la narración de una gran victoria, como el Apertura 2007 o como la Copa Sudamericana
del 2013, no es tampoco la página más negra, como la que ilustra el camino que más
tarde lo llevó a jugar tres años en la primera “C”, ni tampoco la de una de las
de tantas injusticias que sufrió el Club Atlético Lanús a lo largo de su
existencia como entidad deportiva. Es la historia de un fracaso doloroso,
la imposibilidad de lograr una hazaña hasta allí inalcanzable para uno de los
clubes chicos de verdad de entonces, esos que casi nunca superaban la línea de
la mitad de tabla de posiciones de la máxima categoría del fútbol argentino. Es
la leyenda de un elenco que entregando tal vez el fútbol más exquisito que se
vio en esta parte del mundo se
quedó a las puertas de la consagración luego de
un partido de trámite inexplicable en el que cedió una ventaja que ya no pudo
descontar, pese a que siguió ganando puntos hasta el final. En síntesis, se
trata de la historia del fracaso de un intento heroico que a punto estuvo de
hacerse realidad.
El pronto regreso a primera para
jugar el torneo del 51 dio comienzo al largo período de formación del gran equipo
que explotaría en el 55, que se quedaría en el intento de ser campeón en el 56,
iniciando a partir de entonces el también largo camino hacia el ocaso que terminaría
con el descenso de 1961. Álvarez Vega, Daponte, Emilio Fernández; Osvaldo Gil y
Ramón Moyano formaban parte del plantel del 51, que en su retorno a la división
mayor sorprendió obteniendo el 5º puesto, jamás Lanús había clasificado en esa
posición. Luego de haber ganado la primera rueda con varias goleadas a favor y
la consagración de un gran artillero surgido en la campaña del ascenso, José
Florio, un pibe del barrio de Lanús Este, quien a mitad de campeonato sería
transferido a Italia por una suma record para la época. Ese año Banfield estuvo
a punto de dar la sorpresa al disputar una final ante un rival muy superior,
que lo venció apretadamente pero con justicia, el legendario Racing del Chueco
García que se consagró tricampeón 1949/50/51.
En el 52 se sumaron Benito Cejas,
Guidi y Urbano Reynoso, y con los goles de Héctor Catoira, Lanús obtuvo otra
vez el quinto lugar junto a San Lorenzo y Vélez. El equipo de Liniers estuvo a
punto de ser campeón en el 53, y como Banfield dos años antes, apostando al
esfuerzo y el rigor defensivo se quedó con el subcampeonato, a cuatro puntos de
River. Ese año Lanús decayó y volvió a pelear el descenso, pero se conformó una
prometedora dupla central con las apariciones de los jóvenes Prato y Beltrán,
también vecinos de Lanús Este. En el 54 se consolidó una de las líneas medias
más famosas de la historia de nuestro fútbol, Daponte, aquel que había suplantado
a Calvente como back central, Guidi y Pepe Nazionale, nacido y criado en
Madariaga y Arias, a metros de la cancha de Lanús, que hizo inferiores en el
club pero debutó en primera en Gimnasia El
equipo recuperó su línea de juego y volvió a obtener la quinta colocación. En
el 55 se terminaron de armar los Globetrotters con la vuelta de Moyano y la
llegada del talentoso Dante Homérico Lugo, quien rápidamente compone con Benito
Cejas una dupla que prometía hacer historia: Entre los dos convirtieron 20 goles
y Lanús fue la sensación, ubicándose otra vez entre los cinco primeros, detrás
de River, Racing, Boca e Independiente. Los Globetrotters ya eran muy
populares, y los estadios donde se presentaban se colmaban de espectadores
imparciales que asistían seducidos por su juego. Para todos, 1956 tenía que ser
el año de Lanús.
Con un estilo fino y atildado,
bautizado por la prensa como de galera y bastón, el equipo
arrancó el campeonato de 1956 con grandes actuaciones y muy buenos resultados.
Sin embargo la pronta secuencia de lesiones de jugadores claves como Cejas, Gil
y Prato, valores irreemplazables en un plantel demasiado corto, obligó al
entrenador Juan Bautista Cevasco a ensayar diferentes variantes. A Cejas lo
fracturó de manera anunciada y artera Pipo Rossi en el Monumental en la fecha 9,
condicionando su futuro y abortando la prometedora dupla ofensiva que
conformaba con Dante Lugo. A Prato lo reemplazaron alternativamente
Bendazzi, Donnola y finalmente un muy joven Ramos Delgado, quien sería con el
tiempo gran figura internacional pero que entonces estaba dando sus primeros
pasos. La ausencia de Gil, sumada a la de Cejas, obligo al entrenador a
efectuar muchos cambios de posiciones en ataque y promover a un joven delantero
de diferentes características, Alfredo Rojas, que conquistó 11 goles en 13
partidos disputados, aunque con su potencia y velocidad cambió también el
estilo ofensivo del equipo. Con Urbano Reynoso, Emilio Fernández y Dante Lugo
alternando en las posiciones de segundo centro atacante -el Nº "10"-
y la de peón de brega -el clásico “8”- los “Globe” del 56
convirtieron 59 goles, cifra que lejos estaba de ser record pero que empezaba a
tornarse infrecuente, aunque nunca pudieron lograr el equilibrio que le daba el
experimentado Osvaldo Gil en la banda derecha, detrás de los delanteros,
auxiliando al Nene Guidi en la recuperación.
Lanús se mantuvo en la lucha por
la punta durante todo el torneo. El destino de aquel inolvidable equipo se
definió en la 24ª fecha ante River, en Arias y Acha, el 28 de octubre de 1956,
luego de una etapa inicial en la que el local fue muy superior y se retiró en
ganancia por 1 a
0 con gol del Tanque Rojas, que pudo convertir varios más, que la gran
actuación del golero Manuel Ovejero -el reemplazante de Amadeo Carrizo- y los
maderos de su arco impidieron. El complemento fue todo de River, que borró a
Lanús y terminó imponiéndose por 3
a 1. En las pocas imágenes que se conocen de ese mítico
partido se ve a Ángel Beltrán superado numéricamente por varios jugadores de
River, prácticamente comiéndose un “loco”. Esas imágenes coinciden con la
versión de algunos memoriosos lo suficientemente sabios del fútbol como para
señalar que Labruna se tiró por ese sector y que Nazionale, jugado en ataque en
busca del empate, no bajó lo suficiente para dar una mano. La parcialidad
granate reaccionó indignada e inauguró un singular modo de protesta: Un número
indeterminado de carnés rotos, que la leyenda transformó en millares, volaron
por los aires en las adyacencias del estadio. Difícil. Según el historiador Néstor
Daniel Bova en el tomo I de su libro Centenario Granate, en noviembre del 55 la
entidad tenía 17.507 socios. En el mismo mes del 56, poco después del partido
en cuestión, 17.123; y un año después apenas había bajado a 16.005, ¿los poco
más de mil que dejaron des ser socios rompieron el carnet en la cancha aquella
tarde? Más que difícil, imposible. Exageraciones del relato oral.
Lo cierto es que la magia y la
belleza construida a lo largo de varios años se desvanecieron después de aquel
infausto entretiempo en el que todo cambió de manera irreversible. Nunca se
supo que ocurrió, las muchas versiones que cuentan de deslealtades y
traiciones, todas carentes de sustento,
persiguieron a varios de aquellos futbolistas a lo largo de toda su vida.
Posiblemente la derrota sea el resultado de una combinación letal conformada
por la vasta experiencia del rival en partidos de ese tipo, frente a la
excesiva responsabilidad de un equipo corto y debilitado por las ausencias, que
tenía la obligación de ganar para ser campeón, y que jugó golpeado por la
decepción que les causó la negativa de una dirigencia que no pudo o no quiso
hacer un último esfuerzo para premiarlos mejor en caso de obtener el triunfo.
Consumada la derrota aún quedaban seis fechas por disputarse, en las que el
Grana obtuvo tres victorias por goleada, dos empates y sufrió una caída ante
Racing en Avellaneda. No alcanzó. River sostuvo su marcha, y así, con una
enorme frustración a cuestas, Lanús se quedó a dos puntos del que sería el
tricampeón de los años 55/56/57, logrando su primer subcampeonato, y fue tal la
decepción, que tamaña campaña no se
festejó.
A partir de aquella derrota del
56, y durante los años que siguieron hasta la perdida de la categoría, ocurrida
en 1961, el público de Lanús no dejó pasar una. Ante cada revés, ante cada
actuación opaca, la parcialidad expresó su bronca por aquella frustración,
siempre apuntando a los futbolistas que habían participado de la tarde negra
del 28 de octubre de 1956. Así será por
años. El estigma de
aquella inesperada caída siguió sobrevolando
al club Lanús durante las décadas que siguieron. En cada jornada relevante que
terminó en derrota -que fueron varias- los hinchas granates se fueron
acostumbrando a los padecimientos y a los sinsabores.
El paso
del tiempo fue poniendo las cosas en su lugar. Hoy se advierte claramente que
de Los Globetrotters en adelante, aún en los tiempos más negros de su historia,
todos los representativos de Lanús hicieron del juego ofensivo y el buen trato
del balón una premisa inalterable. Y aún hoy, cumplidos los primeros cien años
de vida institucional, está más vivo que nunca el legado futbolístico de aquel
famoso equipo, la increíble leyenda de esos extraordinarios futbolistas
granates de los años 50 que, sin ser campeones, fueron los mejores de su tiempo.
(Continuará)