por Marcelo Calvente
Lecturas de verano- Capítulo 7
En 1949 Lanús recibe el primer
revés de su historia: de manera injusta y arbitraria es condenado a la B en una particular definición
ante Huracán. Ambos equipos habían igualado la última posición con 26 puntos,
uno menos que Tigre y Boca. Fue la primera final por un descenso de la
historia. Se decidió jugar dos partidos en cancha neutral -el primero en San
Lorenzo el 18 de diciembre, con ajustado triunfo de Huracán por 1 a 0, y el segundo en Independiente,
amplia victoria granate por 4 a
1, encuentro disputado increíblemente la tarde del ¡24 de diciembre! a estadio
repleto, sin que valga la diferencia de gol. Al no haberse pensado antes de qué
forma se jugaría un hipotético desempate, la AFA decide la disputa de un tercer encuentro, que
se jugó en San Lorenzo el 8 de enero de 1950, una vez más con estadio a
reventar de espectadores, varios de ellos simpatizantes de otros equipos
convocados por tan dramática e
interminable definición de la permanencia en Primera. Nadie imaginaba que el
equipo del poderoso militar amigo de Perón pudiera perder con el humilde cuadro
del suburbio de Lanús. Tomás Adolfo Ducó, por entonces presidente de Huracán
por quinta vez, desde las sombras del poder manejaba también la AFA con mano dura. Tan dura
que no necesitaba pedir un favor. Pero no tuvo en
cuenta que los árbitros
ingleses tenían aún muy arraigado el sentido de justicia, y aunque sufrían
incontables problemas con el idioma, ignoraban todavía el interés que había detrás
de tal o cual divisa. Habían llegado por vez primera al país a fines del 43
convocados ante los sospechosos arbitrajes de los jueces argentinos, luego de
que en Rosario el árbitro Osvaldo Bossio fuera providencialmente salvado por
tres soldados, cuando un nutrido grupo de hinchas de Newell’s estaba a punto de
lincharlo en el Parque Independencia. Una historia que merece ser contada.
El 27 de Octubre de 1946, durante
la década dorada del fútbol argentino, cuando se jugaba a estadios repletos de
hinchas apasionados por los colores que no sentían encono alguno por el rival, y en las tribunas
ambas parcialidades se ubicaban sin sectores divididos según el club al que
adherían, el humilde Newell’s recibía al mejor equipo de San Lorenzo de todos
los tiempos, el de Farro, Pontoni y Martino, al que todos querían vencer y que
terminaría ganando el torneo. En un intenso partido, San Lorenzo se fue al
descanso ganando 2 a
0 con mucha comodidad. En el complemento el local reaccionó y al minuto de
juego descontó, para lograr la igualdad a los 8’ . A partir de allí el partido
ganó en emotividad, los dos equipos buscaban el gol aunque Newell`s estaba más
cerca. Faltando dos minutos, el joven Ramón Felipe Moyano, el mismo que años
después, luego de un breve paso por River Plate, se integraría al equipo de Los
Globetrotters granates, se filtra en el área, elude al arquero Blazina y marca
un golazo que hizo explotar a la parcialidad Leprosa. En medio de la algarabía,
el árbitro Osvaldo Cossio anuló el gol por un supuesto off-side de otro
delantero de Newell’s. Mientras los jugadores locales lo rodeaban, San Lorenzo
puso rápidamente la pelota en movimiento y con tres largos pases casi sin
oposición marcó el tercer gol para el equipo porteño. La situación se desbordó:
de los cuatro costados los parciales invadieron el campo en busca del juez y
los futbolistas visitantes, que fueron brutalmente agredidos. Cossió corrió
desesperado hacia los vestuarios, pero al ver que estaban también invadidos
buscó un camino lateral y salió a toda velocidad hacia el Parque Independencia.
En un camino interno se tiró encima de un auto con la intención de que se
detuviera y lo levantara, pero el conductor aceleró y lo atropelló. Bossio rodó
por el suelo. Siempre vestido de árbitro, el atuendo del condenado, intentó
seguir corriendo, hasta que una veintena de fanáticos enardecidos lo
alcanzaron, y después de molerlo a trompadas y patadas, lo empezaron a colgar
de un árbol con un cinturón. Con la víctima a punto de patalear pasaron tres
soldados, quienes con un par de oportunos tiros al aire pusieron en fuga a los
improvisados verdugos y le salvaron la vida al juez, que pasó varios días
internado en el Hospital Británico con numerosas heridas cortantes y hematomas,
pero afortunadamente vivo. Algo había que hacer, y en 1948 llegarían a la Argentina los árbitros
ingleses, que podían equivocarse y mucho, pero no se permitían la mínima duda
para sancionar o no una falta, fallando siempre con imparcialidad y sin tener
en cuenta la conveniencia del poder de turno, hasta que sus cualidades se
interpusieron a los intereses de Tomás Adolfo Ducó, y a punta de revolver
comprendieron mejor la situación.
Volvemos a la definición del 49,
al momento de disputarse el tercer partido. La AFA había decidido que la cuestión no podía
extenderse más y por eso en caso de empate al cabo del tercer partido se
jugaría un alargue de 30 minutos. Fue el 8 de enero de 1950 en el Gasómetro de
Avenida La Plata ,
un emotivo y cambiante cotejo con empate parcial en tres goles, cuando a dos
minutos del final los jugadores de Huracán abandonaron el terreno por orden de
Ducó, desconformes con la anulación de un tanto a su favor. Imaginemos la
escena: En diciembre se jugaron dos partidos, en enero se disputa un tercero,
el resto de los equipos no tiene competencia, y todos los ojos del fútbol
argentino apuntan sobre la controvertida final. Los jugadores del Globo,
encabezados por el poderoso dirigente de su club, no entienden ni aceptan el
fallo del inglés Bert Cross. La decisión arbitral había sido tomada a expensas
de uno de sus jueces de línea, Parker, quien alzaba insistentemente su banderín
desde antes de la conversión para informar una posición adelantada de un
delantero de Huracán en el inicio de la maniobra. De esta manera, el juez principal
le anula al Globo el gol que inicialmente había convalidado. Ofuscados,
despreciando además el empate parcial y el tiempo complementario, los
futbolistas del Globo se retiran del terreno ante 60.000 personas, cometiendo
de esa manera una infracción que desde el inicio del fútbol y hasta hoy se pena
indudablemente con la pérdida inmediata del partido.
El dramático encuentro prosigue
de manera insólita. Pese a la ausencia de rival, los jugadores granates reciben
con asombro la orden del árbitro de poner la pelota en movimiento desde el
lugar donde se había cometido la infracción señalada. La empiezan a llevar
hacia el arco contrario sin oposición –aunque también con poca convicción-
porque la escena es francamente absurda. Se muestran desorientados ante la
insólita circunstancia, pero igual avanzan sobre la desguarnecida valla rival.
Sin embargo, en el momento que Daponte ejecuta el remate final, el árbitro Cross, vaya uno a saber que le
pasó por la cabeza a este hombre en ese instante crucial, qué repentino temor o
arrepentimiento lo animó a tomar tal decisión, inesperadamente hizo sonar el
silbato y suspendió el partido antes de que la pelota transponga la línea de
gol del arco de Huracán, para después encerrarse en su camarín y tratar de
repensar la situación. Hay quien dice que en el camino vio un arma, otros que
directamente fue amenazado de muerte, y otros sugieren que ante la inconcebible
circunstancia y el idioma casi desconocido, el extranjero fue superado por la
situación y se confundió. No es difícil imaginar lo que pasó puertas adentro
del vestuario cuando redactó el informe ante la presencia del propio Ducó.
Los espectadores permanecieron en
el lugar durante casi una hora más esperando que se juegue un alargue que,
luego de la suspensión, anunciaron los altoparlantes del estadio, y que
finalmente no se disputó. Insólito. A partir de ese inesperado informe del juez
se van a aferrar Valentín Suárez –hombre de confianza de Ducó, histórico
dirigente de Banfield y entonces flamante presidente de la AFA- y sus secuaces de los
clubes grandes, los que votaron en contra del reclamo de Lanús, que exigía se
le adjudique la victoria y la permanencia en la categoría, como claramente
indica el reglamento. Nada de eso ocurrió. De forma descarada beneficiaron al
equipo que desconoció un fallo arbitral, que no quiso seguir jugando y que
abandonó el terreno. Luego de varias semanas de dilaciones, en lugar de
castigar a Huracán con la derrota y el descenso que merecía, desvergonzadamente
ordenaron un nuevo partido.
(Continuará)