domingo, 31 de enero de 2016

Derrota, rencor y descenso

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com


Lecturas de verano- Capítulo 10 – 

Así como en los años 20 se destacaron los presidentes granates Silvio Peri y Juan Rassetto, y la década del 30 tendría a Carlos Pointis y Antonio Rotili como dirigentes más relevantes, la primera mitad de los 40 fue el tiempo de Enrique Ballaratti, hombre respetable y médico de profesión, acompañado por los dos últimos. En el 46 llegaría a la presidencia del club Hugo Papini y en seguida, en mayo del 47, se desató una crisis dirigencial a causa de diferencias personales que terminó con la intervención del club. La normalización se produjo a fines del 48. Entrado en los años 50 apareció la figura de Juan Bautista Besse como principal conductor institucional. Bajo sus presidencias se realizaron obras edilicias y cada domingo las
canchas se colmaban de simpatizantes que querían ver a aquel gran equipo que ya por los años 54 y 55 deslumbraba con su fútbol. Apenas culminado el subcampeonato del 56, se concretaron dos exitosas giras: una por Europa y otra por México, Centroamérica y Perú. Lanús no solo recibió el año en el exterior; también disputó un partido en la capital peruana en la tarde del 1º de enero de 
1957, batiendo a Alianza Lima por 5 a 1.

Los Globetrotters del 57 seguían gozando de enorme prestigio en la consideración del público adversario, pero sus hinchas tenían la sangre en el ojo. El malestar era general, los simpatizantes granates reprobaban a los futbolistas y a los dirigentes por igual. Todos los integrantes del plantel, algunos más que otros, cargaron para siempre con la insidia y con la culpa, pero el costo político de la derrota del 56 lo llevó sobre sus hombros Juan Bautista Besse y a partir de entonces ya no pudo gobernar. En las elecciones del 1º de marzo de 1959 naufragó la supremacía del Círculo de Amigos. La agrupación surgida en 1953 al amparo del gobierno peronista, la Cruzada Renovadora Granate, obtuvo la victoria duplicando en votos al oficialismo. La Cruzada incluía a muchos socios provenientes de sectores populares que nunca habían tenido injerencia en los asuntos del club, y llevaba como candidato a presidente al ex jugador y técnico de la entidad José Norberto Volante, el menor de los hermanos que hemos citado en el capítulo 5, quien también pertenecía a elite local. 

A partir de los años 40, los dirigentes de los principales clubes del fútbol argentino detentaron el poder real. No era gente de dinero, eran ciudadanos notables, hijos de inmigrantes pioneros, hombres del comercio y de la industria, profesionales, gente con relaciones familiares y políticas sólidas, vecinos de prestigio y con perfil de ganador, entre ellos sobresalieron Alberto J. Armando, Antonio Liberti y José Amalfitani. En casi todos los clubes el dinero se despilfarraba en malos negocios, groseros errores comerciales y financieros, desorganización y falta de control de gastos, características invariables que salvo las excepciones conocidas, los condenaban a mandatos cortos, situaciones que con el tiempo fueron transformando a las instituciones en firmas de nula credibilidad. En ese marco, con los cambios sociales que produjo la llegada de Perón al poder, los futbolistas empezaron a organizarse para reclamar mejoras salariales 

La bomba finalmente estalló en 1948 y terminó con el éxodo de muchas de las grandes figuras a Colombia, generando un enorme perjuicio económico a los clubes argentinos, ya que la entidad rectora del fútbol de ese país no estaba asociada a la FIFA y las instituciones colombianas no pagaron por los pases. Ese éxodo fue el principio del fin de un sueño de esplendor futbolístico. La caída estrepitosa sufrida diez años después por  la Selección Argentina en el Mundial de Suecia de 1958 fue su consecuencia, y puso claridad sobre lo mucho que se había debilitado el fútbol local respecto del primer nivel internacional. Los jugadores que participaron de aquel Mundial fueron recibidos con insultos: a fines de los años 50, la realidad del fútbol criollo era muy distinta de lo que  se creía, y en la mayoría de los clubes, las urnas expresaron la necesidad de un recambio dirigencial. Para volver a los primeros planos, el fútbol argentino tenía que ponerse a trabajar más seriamente

A la frustración de Los Globetrotters del 56 le siguió un lento declive que culminó con el descenso de 1961. En el 62 Lanús volvió a jugar en la “B”, pero esta vez su estadía no sería tan corta ni la vuelta tan sencilla como aquel retorno inmediato del 50. Ahora el equipo granate permanecerá tres años consecutivos entre los clubes de ascenso, los dos primeros, 1962 y 1963, con muy pobres campañas, clasificando debajo de la mitad de la tabla de posiciones de ambos torneos.  

En el fútbol argentino de los años 60 apareció el “laboratorio” y surgieron nuevas disposiciones tácticas, más defensivas, que atentaron contra el imperio del 4-3-3 que de todos modos sobrevivirá hasta fines de  los 70. La suma de todos esos cambios significaron un leve declive competitivo de los clubes grandes, que apelaron a medidas desesperadas como la contratación de extranjeros de dudosa categoría, moda que pomposamente llamaron “el fútbol espectáculo”, un intento que fracasó, permitiendo la aparición de otras instituciones en los podios, como Estudiantes de La Plata de Osvaldo Zubeldía, campeón del Metropolitano 67, Vélez Sarsfield ganando el Nacional del 68, y un sorprendente Chacarita Juniors obteniendo el Metro 69 en una triple definición con Racing y River, fueron los primeros clubes chicos que obtuvieron el título de campeón. Mientras algunos de esos clubes se codeaban con la gloria, el Club Atlético Lanús forjaba su particular historia emparentada con el buen fútbol tanto como con los sinsabores y las injusticias, y pronto empezaría a transitar su camino al infierno.