lunes, 5 de octubre de 2015

¿De qué debate nos hablan?

por  Omar Dalponte 

omardalponte@gmail.com

       
Uno  a veces tiene temor de aburrir a los lectores dando vueltas sobre los mismos temas. Por esta razón tratamos de agudizar la imaginación buscando, para el análisis político, elementos nuevos que por lo menos hagan entretenida la lectura de nuestros trabajos. La tarea no es sencilla pues lamentablemente, los principales actores de la actualidad –salvo algunas excepciones- no son muy generosos en producir hechos que atraigan la atención de la gente.
La calidad de nuestros políticos, en general, no es de la mejor. A la presidenta de la Nación, absolutamente ninguno de los que haciendo gala de un caradurismo sin igual se permiten criticarla, le llegan a la suela de los zapatos. Entre Cristina Fernández y casi todo el resto, hay una diferencia abismal. Un caso patético es el de Mauricio Macri quien con una dicción deplorable y ropita de ocasión discursea como un pastor subdesarrollado con libreto prestado.   Esta falta de calidad, desde hace años se ha
extendido a otros sectores. Hoy, la muestra más acabada de la incapacidad y del “chantismo” se ve con absoluta claridad en los medios periodísticos donde anidan tipos que parlotean, maquinan y venden fábulas que nada tienen que ver con la realidad. La denuncia fácil, la difamación a granel y los vaticinios delirantes son moneda corriente en el griterío infernal de los que opinan y sentencian con total impunidad,  sin pruebas ni fundamentos, en el “cotorrerío” mediático.
Nos quieren hacer creer, entre otras cosas, que debate es sinónimo de pelea de gallinero. En medio de esta suma de disparates y operaciones varias, procuran instalar en el centro de la escena política la necesidad de un “debate” entre candidatos a la presidencia de la Nación. Esta ansiedad por promover un encontronazo entre quienes aspiran a quedarse con el premio mayor no tuvo ni  tiene otro propósito que no sea el de alcanzar un alto índice de audiencia  (Rating que le dicen).
Los abuelos decían que “al mejor cazador se le escapa la liebre” y en la versión actualizada del refrán, parafraseando al inefable Diego Armando Maradona, nos atrevemos decir que a varios cazadores de audiencia esta vez se les escapó la tortuga. De entrada se “comieron” algunos amagues provenientes del kirchnerismo y se largaron a organizar lo que imaginaron como la pelea del siglo. Pelea que, manejada arteramente desde los medios, podía haber sido una trampa efectiva contra el candidato del Frente para la Victoria. Pero Daniel Osvaldo Scioli, acostumbrado a desplazarse a altas velocidades en aguas no demasiado calmas, los dejó pedaleando en el aire y no entró por el aro de fuego como los perros de circo.
Así es que ahora, los sirvientes de los monopolios de las comunicaciones y algunos alcahuetes menores se encuentran ante la dura opción de recular en chancletas o seguir adelante con la zambullida en el fango mediático. Por su parte, los dos candidatos que habiendo entrado en la recta final aún vienen a varios cuerpos detrás de Scioli, parece que entraron en un callejón sin salida. Si no suben al ring ambos quedarán como dos exponentes del “gataflorismo”. Y si se animan a ladrarse frente a las pantallas de la televisión lo que arriesgan es demasiado para lo poco que pueden obtener.
En caso de que el “enfrentamiento” se lleve a cabo y siempre y cuando no haya acuerdos entre bambalinas para suavizar las respectivas intervenciones, nos aventuramos a pronosticar que Sergio Massa, - por supuesto lejos de ser santo de nuestra devoción- está en condiciones de hacerle pasar un papelón mayúsculo a Mauricio Macri dadas las dificultades que éste último tiene para expresarse. Un derrape –uno más- en público, luego del vergonzoso episodio de corrupción cuya “estrella” principal es Fernando Niembro, puede remitir al jefe de Gobierno porteño al tercer lugar en los resultados de octubre y producir una hecatombe en el macrismo a veinte días de la elección general. Ante esta dura realidad no es descabellado pensar que en las filas amarillas más de uno querrá evitar nuevos sacudones y  caer en boca de la jauría mediática.   
Claro que conociendo a ciertos personajes, determinadas formas de operaciones comunicacionales y sabiendo que para que exista un debate debe haber posiciones antagónicas no es desacertado asegurar que entre Massa y Macri, en los temas de fondo, no hay diferencias notorias. Comparten un antikirchnerismo exacerbado; pretenden acabar con todo lo logrado durante estos últimos doce años, están dispuestos a bajarse los pantalones ante los fondos buitres y visitan los mismos lugares, en especial la embajada de Estados Unidos. En síntesis: este encuentro entre iguales, si de realiza, no pasará de ser una fantochada. Entonces… ¿de qué debate nos hablan?
(*) De Iniciativa Socialista