por Alejandro Chitràngulo
En la actualidad uno de nuestros peores hábitos es el consumo de alimentos procesados. Los altísimos contenidos de sodio, grasas y químicos impronunciables han transformado una experiencia que solía ser nutritiva en algo puramente artificial y hasta dañino. El alto nivel de consumismo da lugar a la elaboración de alimentos que se conserven durante más tiempo, manteniendo unas características organolépticas, higiénicas y sanitarias adecuadas. Para tal fin las industrias alimentarias utilizan aditivos.Aditivos en los alimentos
Aditivo alimentario es toda sustancia que, sin constituir por sí misma un alimento ni poseer valor nutritivo, se agrega intencionadamente a los alimentos y bebidas en cantidades mínimas con objetivo de modificar sus caracteres organolépticos o facilitar o mejorar su proceso de elaboración o conservación. Constituyen una herramienta en la manufactura de alimentos. Sin embargo, a pesar de su continua utilización son muchos los consumidores que aún desconocen la
verdadera justificación de su uso, así como sus ventajas e inconvenientes.
Los aditivos alimentarios que figuran en la lista de componentes de los productos que consumimos, pueden ser nocivos para nuestra salud, si superamos las cantidades de “ingesta diaria admisibles” (IDA) establecidas por la Organización de Alimentos y Agricultura (FAO) de las Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Estas instituciones han dictado normas internaciones para la salubridad e inocuidad de los alimentos, con la finalidad de guiar a las industrias productoras de alimentos a proteger la salud de los consumidores.
Las empresas que controlan la alimentación, y que producen y distribuyen más de 2.150 productos de consumo diario como Coca Cola, Pepsico, Kelloggs, Nestlé, Johnson & Johnson, P&G, Mars, Kraft, Unilever, General Mills, Danone o la británica Associated British Foods, y que comercializan sus productos en docenas de países de alrededor del mundo, facturando en conjunto más de mil millones de dólares diarios, son defensoras de utilizar aditivos en los alimentos, de hecho sus productos están casi siempre compuestos por gran número de transgénicos y aditivos.
El GMS te puede enfermar
El Glutamato Monosódico (E-621), es la sal de sodio del ácido glutámico, también camuflado como: GMS, levadura autolizada, extracto de levadura, maltodextrina, proteína hidrolizada, caseínato de sodio, glutamato mono-potasio, proteína de soya texturizada o ablandador de carne. Está omnipresente en las estanterías de nuestros supermercados, se puede encontrar en casi todas las bolsas de snacks, comidas precocinadas, embutidos, restaurantes de comida rápida, sopas, consomés, salsas y diversos productos, como potenciador del sabor.
También conocido como el aditivo “umami”, (así se denomina a uno de los cinco sabores básicos, junto con el amargo, dulce, ácido y salado), se encuentra naturalmente en algunos alimentos como la carne, las espinacas y los champiñones, sin embargo el GMS es el resultado de un proceso químico de fermentación industrial de algunos productos como la caña de azúcar o algunos cereales, después se refina hasta obtener el Glutamato Monosódico puro. Nuestro cuerpo también lo produce y tiene un papel importante en su buen funcionamiento, regulando las sensaciones de apetito y empacho, también actúa como neurotransmisor.
Entre las ventajas de este aditivo podemos encontrar una notable mejoria en el sabor de algunos alimentos procesados. Hace que las carnes procesadas y la comida congelada sepa más fresca, que los aderezos tengan un mejor sabor y le quita el sabor metálico a los alimentos enlatados “engañando” a nuestro cuerpo haciéndonos creer que la comida sabe mejor, más sana y más rica en nutrientes.
Porqué evitarlo
El consumo de GMS puede causar dolores de cabeza, migrañas, espasmos musculares, nausea, alergias, anafilaxis, ataques epilépticos, depresión e irregularidades cardiacas. Ya que es una neurotoxina, daña el sistema nervioso y sobre-estimula a las neuronas llevándolas a un estado de agotamiento, y algunas de ellas eventualmente morirán como consecuencia de esta estimulación artificial.
En la obesidad intervienen factores genéticos, neurológicos y endocrinos, pero diferentes investigaciones realizadas, apuntan a que el consumo de alimentos que contienen glutamato monosódico, provocan un apetito desmedido. El GMS aumenta sustancialmente la insulina que el páncreas genera, haciendo que las personas se vuelvan obesas.
El GMS es añadido a la comida por algunas empresas alimenticias por la adicción que genera. Según experimentos con animales de laboratorio, les produce un aumento de la voracidad de hasta un 40 por ciento y en las personas, este aditivo nos modifica el modelo de conducta del apetito y la gula. El producto al ser comido reacciona con nuestras papilas gustativas y nos hace fabricar más saliva, esto excita nuestra lengua haciendo que perciba mejor los sabores porque vienen bañados con la saliva y otros componentes de los alimentos.
Los defensores del glutamato dicen que no hay peligro para el sistema nervioso y que el intestino lo utiliza como fuente de energía. El problema como todo está en el abuso descontrolado por parte de la industria alimentaria que no informa adecuadamente de su presencia y cantidad en sus productos enmascarando su utilización bajo otras denomiaciones.