Informe Económico Semanal del Banco Ciudad
Tras un comienzo de semana agitado en materia cambiaria, el gobierno movió sus fichas y lanzó una serie de medidas que apuntan a poner paños fríos sobre las cotizaciones alternativas del dólar, aunque atacando, una vez más, las consecuencias más que las causas detrás de la dolarización de portafolios.Luego de quebrar la cotización del “blue” la barrera de los $15, y tanto el dólar “contado con liquidación” como el “dólar bolsa” acercarse a los $13,5, el Banco Central salió, inicialmente, a vender títulos en dólares para frenar la escalada de las cotizaciones implícitas en las
operaciones a través de dichos instrumentos, para luego anunciar una suba de las tasas reguladas que se pagan por los depósitos a plazo fijo en pesos, con el objetivo de intentar contener la huida hacia el dólar.
En concreto, el BCRA dispuso un alza de 1 punto en las tasas de interés reguladas para los depósitos a plazo fijo minoristas, llevando, por caso, el rendimiento de los depósitos de 30 a 44 días (por lejos el segmento más representativo, con una participación del 70%) desde un 22,6% hasta 23,58%. Este incremento en las tasas reguladas se dio, en paralelo, con una ampliación del universo de depósitos alcanzados por la normativa, la cual pasó a abarcar a los depósitos realizados por personas jurídicas (empresas) y llevó el tope máximo desde los $350.000 considerados originalmente hasta $1 millón. Para estos depósitos, que anteriormente no se encontraban alcanzados por la regulación, el incremento en las tasas resultó algo mayor y se ubicó en torno a los 2 puntos porcentuales, medida que creemos que va en la dirección correcta, pero que posiblemente no sea suficiente para contener el proceso de dolarización de carteras.
En este sentido, los datos fiscales conocidos esta semana, junto con la fuerte asistencia del BCRA al Tesoro de junio y julio, ponen de manifiesto la persistencia de los desequilibrios subyacentes detrás de la escalada del dólar. Según informó el Ministerio de Economía, en mayo, el resultado primario arrojó un superávit de $3.826 millones, pero con casi $12.100 millones de recursos extraordinarios aportados por el BCRA, sin los cuales se hubiera registrado un déficit de $8.300 millones. De igual forma, luego del pago de intereses de la deuda, el resultado fiscal resultó negativo en $5.301 millones, cifra que escala a $17.464 millones sin contar los fondos provistos por la autoridad monetaria, la cual continuó asistiendo al Tesoro con casi $25.000 millones en junio y $10.000 millones en las dos primeras semanas de julio. Detrás de este abultado desbalance se esconde un alza del gasto público sensiblemente superior a la de los ingresos genuinos, aumentando éstos últimos a un ritmo similar al de la inflación (27%), mientras que las erogaciones crecieron 34% en mayo y 40% en el año.
Paralelamente, si bien las liquidaciones de divisas agroindustriales se mantienen actualmente en niveles elevados, al avanzar el tercer trimestre éstas tenderán a perder relevancia, en un contexto en el cual, aún de acuerdo a las estadísticas oficiales, el resto de los sectores económicos exhiben una fuerte dificultad para incrementar sus ventas externas. Es decir, la avalancha de pesos para asistir al fisco prevista para los próximos meses, se conjugaría con la cercanía del período de menor ingreso de divisas del campo y con otro hecho de particular relevancia, como el pago del BODEN 2015 por USD 6.300 millones de octubre, todos ellos elementos que alientan la búsqueda de cobertura cambiaria. En junio, las exportaciones presentaron una baja del 14% interanual que duplicó la caída de las importaciones (-7%), dando lugar a un derrumbe del 67% del saldo comercial en el mes y del 63% en el primer semestre, en lo que fue su menor nivel desde el año 2000, previo al abandono de la Convertibilidad.
En este marco, consideramos que, pese de las medidas tomadas recientemente, con más pesos en circulación, menos dólares en las arcas del Banco Central, y la clásica incertidumbre pre-electoral, la tensión cambiaria continuará vigente en los próximos meses, escenario que podría interrumpir la incipiente recuperación económica registrada hasta ahora. De acuerdo al IGA de Ferreres, la economía logró avanzar un 1% interanual en junio, reduciendo la baja acumulada en el primer semestre a tan sólo un 0,2%. Esta mejora sigue impulsada, fundamentalmente, por la cosecha récord de soja y la tracción de la obra pública sobre la construcción, a las cuales se agrega ahora la embrionaria recomposición de la actividad comercial (tras la firma de las dilatadas paritarias) y también de la industria (en este último caso, en respuesta a la flexibilización de las trabas a las importaciones no energéticas, las cuales crecieron un 9% en junio).
Con todo, sin cambios en las políticas de fondo, seguimos previendo un segundo semestre mediocre en materia de crecimiento, período durante el cual la incertidumbre pre-electoral y la ampliación de los desequilibrios pre-existentes jugarán un papel crucial en el desempeño de la economía.