Informe Económico Semanal del Banco Ciudad
En una semana marcada por un nuevo salto del tipo de cambio paralelo y ampliación de la brecha cambiaria, también se conocieron datos de la economía real y del sector externo que dejan entrever que, más allá del ruido político, las tendencias de más largo plazo ponen en evidencia las fragilidades del actual modelo económico, tornando indispensable un futuro cambio de rumbo.En cuanto al mercado de cambios, el repunte en las cotizaciones alternativas del dólar que había comenzado a insinuarse la semana previa, se siguió profundizando esta semana. El
dólar “blue” tocó un pico de $13,60 a mediados de la semana, para cerrar luego en $13,30 el viernes, acumulando un incremento de casi $1 en lo que va de junio. En paralelo, el dólar “contado con liquidación”, que había subido con fuerza la semana previa (5,1%), moderó algo su crecimiento, registrando un alza de 1,9% en los últimos cinco días. La creciente incertidumbre respecto a la dirección que seguirá la política económica a partir del 10 de diciembre sigue calando en las cotizaciones alternativas del dólar, clásico “barómetro” del grado de incertidumbre en Argentina.
En lo referido al nivel de actividad, las estimaciones privadas continúan señalando una lenta recomposición, aunque probablemente transitoria, luego de la fuerte contracción de 2014. El Índice General de Actividad de Ferreres (IGA-OJF) arrojó en mayo una ligera suba de 0,5% interanual (i.a.), la tercera en lo que va de 2015, favorecida nuevamente por la baja base de comparación del primer semestre del año pasado. Por otro lado, de mantenerse en junio en el mismo nivel que en mayo, el IGA exhibiría su tercera suba trimestral consecutiva (0,8%), pese a la cual todavía acumula una baja del 0,2% interanual promedio en los primeros 5 meses de 2015 y se mantiene en niveles inferiores a los picos alcanzados en 2013 (-3,3%). Es decir, entre enero y mayo, acompañando la mayor calma cambiaria y la desaceleración de la inflación, la actividad económica tendió a estabilizarse, aunque situándose lejos de sus máximos previos. Mirando para adelante, aún resulta una incógnita lo que sucederá en el segundo semestre, cuando tienda a profundizarse la incertidumbre pre-electoral, anticipada por el proceso de dolarización de portafolios de las últimas semanas, y se agraven los efectos contractivos sobre el sector transable de la economía derivados del atraso del tipo de cambio oficial.
Pero más allá de los movimientos de corto plazo, desde una óptica de más largo aliento, lo que preocupa es que la economía muestra una clara tendencia al estancamiento. Tras la fuerte contracción del año 2002, la generación de altos niveles de capacidad ociosa, un contexto externo sumamente favorable y un tipo de cambio real elevado, la economía llegó a expandirse a un ritmo del 7,5% en términos per cápita durante el mandato presidencial de Néstor Kirchner, a la vez que los salarios crecían un 3,8% anual en términos reales y la tasa de empleo casi 2 puntos por año. Ahora bien, ya en el primer mandato de Cristina Fernández de Kirchner, entre 2007 y 2011, primero con la crisis internacional y luego con el agravamiento de un conjunto de desequilibrios que habían comenzado a gestarse en la etapa previa, la economía pasó a expandirse un 1,8% per cápita por año, junto con un aumento del 1,9% anual de los salarios reales y de apenas 0,5 puntos de la tasa de empleo. Finalmente, ya en la segunda presidencia de CFK, el producto total presentó un estancamiento (equivalente a una baja promedio del 1,1% anual en términos per cápita), con salarios deteriorándose y la tasa de ocupación disminuyendo 0,8 puntos porcentuales.
Lo anterior indica que, más allá de los movimientos en el margen, la economía no sólo no creció a partir del año 2011, sino que destruyó empleos y exhibió una caída del poder de compra de las remuneraciones. Todo esto ante la generación de un cúmulo de distorsiones que derivaron, entre otras cuestiones, en la intervención del mercado de cambios, generando no sólo crecientes dificultades para el abastecimiento de insumos importados que afectaron el normal desenvolvimiento del aparato productivo, sino una mayor volatilidad cambiaria, particularmente en 2014, con impacto sobre el nivel general de precios y las remuneraciones en términos reales. Este comportamiento revela límites claros a la actual política económica para sostener algún crecimiento, aún por períodos muy breves de tiempo.
Finalmente, en términos del comercio exterior, la fragilidad en las cuentas externas volvió hacerse presente en mayo. En dicho mes, las restricciones a las importaciones (con una baja del 16% interanual) no pudieron compensar una nueva disminución de las exportaciones (-26%), por lo que el superávit comercial se contrajo 72% interanual, en línea con la creciente escasez de divisas vislumbrada desde hace (al menos) ya tres años. Esta evolución de la balanza comercial es sólo otro elemento más de un país que enfrenta una crisis en su sector externo inducida, principalmente, por políticas micro y macroeconómicas fuertemente desacertadas.