por Omar Dalponte
omardalponte@gmail.comVale para propios y ajenos. Presentarse hoy como candidato para retirarse mañana es una payasada. La devaluación de los políticos – no de la política- ha llegado a tal punto que, más que un baño de humildad, es absolutamente imprescindible un enorme esfuerzo para que aquellos que pretenden alcanzar altas responsabilidades se comporten éticamente frente a la sociedad.
Tantas idas y vueltas no solo restan seriedad a los políticos que un día prometen el oro y el moro y al siguiente fugan del escenario. Esas marchas y contramarchas los convierte en personajes indignos. Cuando hablan de “convicciones” ¿a qué tipo de convicciones se refieren quienes invierten fortunas en propaganda por puro gusto, comprometen a personas en diferentes tareas sin ton ni son, critican al por mayor a todo el mundo y proponen cosas que saben que nunca van a cumplir?Últimamente hemos visto desfilar –a propios y ajenos- presentándose como los salvadores de la patria y, repentinamente, abandonar la pelea sin siquiera haber transpirado la camisa. Si nos ocupáramos en citar malos ejemplos podríamos escribir varios tomos. Hacer política es también hacer docencia. Y el mal espectáculo que ofrecen ciertas figuras de la fauna política argentina no tiene nada que ver con las necesidades actuales de nuestro país y mucho menos con la mirada hacia el futuro que estos tiempos reclaman. Esta nueva modalidad de
“gataflorismo” y pusilanimidad que se registra en la politiquería nuestra de cada día, con exhibición destacada en los canales de televisión, es una de las formas de desvalorizar a la acción política que debe (debería) realizarse en bien de la República con la mejor capacitación y la máxima responsabilidad.
Para que sucedan estas “chantadas” cotidianas tuvo mucha incidencia la ambición desmedida y la profunda incapacidad de gran parte de los actores políticos que poco a poco fueron destruyendo a la mayoría de los partidos. El fracaso de su dirigencia hizo trizas al radicalismo. Hoy vemos a gran parte de su plana mayor lamiendo las alfombras del macrismo, partido conservador por excelencia. Lo que fue el Partido Intransigente, que alguna vez llenó plazas y calles, se desmoronó cuándo su líder Oscar Alende terminó complotado con el menemismo. Del viejo Partido Socialista sólo quedan despojos.
Por fortuna, aunque la izquierda sigue atomizada, un sector pequeño, en estos últimos años, concretó un cierto grado de unidad y el FIT, lenta pero progresivamente avanza y se consolida en algunos lugares. Es una buena noticia que uno valora a pesar de nuestras diferencias. En la elección de 2003 el peronismo fue dividido en tres candidaturas presidenciales diferentes. Gracias a Néstor Kirchner nuestro movimiento se fue recuperando pero no todavía en la medida deseada. Mucho daño le hizo en su momento el “cafierismo” y peor mal le causó después el menemismo.
El hecho de que en la política actual abunden figuras sueltas que no responden a la disciplina que exigen estructuras bien organizadas, es altamente negativo. Así, cualquiera puede hacer lo que le parece sin rendir cuentas a nadie y entonces vemos un montón de mascaritas subiendo y bajando de carrozas que en definitiva no van a ningún lado.
Por nuestra parte, si bien es cierto que el kirchnerismo debe continuar siendo un movimiento amplio, diverso y participativo, es necesario que contenga estructuras dentro de las cuales la militancia pueda cumplir con sus deberes y exigir sus derechos. El Partido Justicialista, en nuestra opinión, tiene por delante una importante tarea: modernizarse y no cumplir solamente un rol electoral. Dada su importancia debería ser escuela de formación política de la cual surjan dirigentes capaces y serios. La organización vence al tiempo dijo Juan Perón. Y el general sabía de estas cosas.
(*) De Iniciativa Socialista