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viernes, 1 de mayo de 2015

Miradas lanusenses de un 1º de Mayo

por Julio Edgardo Sanz*

  Hace un rato salí a caminar por mi querido Lanús. Está un poco olvidado con sus dientes sin cepillar, sin su baño mañanero desde hace meses o años, y sus ropas ajadas con sus veredas y asfaltos como tableros de ajedrez hechos trizas.
  Era relativamente temprano para un Primero de Mayo, y escasos humanos entre los que me cuento procurábamos transitar entre papelitos, crónica basura creciente, y muchas botellas vacías muchas rotas testigos mudos de entre amortizaciones de culpas y frustraciones no elaboradas y broncas contenidas.
Las pocas caras que con las que me crucé no contemplaban, ni siquiera miraban, y esa suerte de espejo con la mía me hizo reaccionar. Porque ese movimiento de ojos a todos lados que vi en los demás y en los míos, tan mecánico tan ritual, tan temeroso y propio de la inseguridad nuestra de cada día, era la constante.
El tratar de escapar de esa suerte de automatismo social, me causó angustia y tristeza al mismo tiempo independientemente de las causas externas e internas que en cada caminante
lo producían.
Seguí mi camino indefinido, y me encuentro con una vereda mojada, no llovía, y sobre ella una señora, escoba movediza en mano, no de aquellas estereotipadas de la "viejita que barre sin barrer", sino en franca tarea de aseo profundo. Rodeé su vereda para no interrumpir su trabajo, y no pude con mi curioso, me detuve y le dije: -¿Qué ejemplo para muchos chicos no? Muy lúcida mas sin parar en su tarea me respondió mirando aquellas botellas algunas rotas y acumuladas en otras veredas: -Mucho chupi y droga- y continuó en lo suyo. 
Continué más hacia el centro de la ciudad, y más de lo mismo. Volví sobre mis pasos ya de regreso, y viendo que la "aparente" anciana dama continuaba empeñosa en su tarea, la volví a interrumpir deseándole feliz dia del trabajo. Me dijo sin que yo se lo preguntara: -Tengo 80 años, conocí otro Lanús, otras gentes-y no paraba con su baldeo- Otros que también robaban pero todo estaba mejor que ahora. Tuve ganas de darle un beso con admiración, porque al menos ella no había sucumbido. Al menos esa figurita menuda seguía en la lucha, la suya quizás, pero suya al fin. Y con gratitud volví a desearle feliz día, no solo por su actitud, sino por su mirada que "miraba mirando" y en la cual yo desaba reflejarme...
   (*) Abogado lanusense