por Marcelo Calvente
Primero lo primero: el empate en Rosario y mucho más la
buena actuación del equipo, conforman de por si una excelente noticia. Aunque a
decir verdad, Lanús no se alzó con la victoria que holgadamente mereció porque
Patricio Lusteau, con la ayuda de sus colaboradores, una vez más lo perjudicó
de manera brutal. Hasta los 35’
del complemento, el Grana ganaba 1
a 0 con cierta comodidad, superando al local en llegadas
y situaciones de gol, y habiendo desperdiciado poco antes la más clara en los
pies del Pampu González. Al pibe por ahora las cosas no le salen, y encima la
fortuna no lo ayuda ni un poquito: Caranta, con un rebote milagroso, le tapó un
mano a mano que definía el partido. Central ya no tenía ideas pero igual
intentaba, Lanús lo martirizaba en cada contra; el final estaba escrito, casi
sellado. Y entonces apareció Lusteau, para la mayoría el mejor árbitro
argentino del momento, a quien su corazón vuelta a vuelta le manda pitar contra
Lanús, y así fue: a diez del cierre le regaló un penal al local, sanción que
cambió definitiva y
abruptamente el rumbo del partido hacia la ruta del despojo
y la injusticia.
Viniendo por detrás de la jugada y lo suficientemente lejos
como para no ver lo que sucedía a las puertas del área chica de Monetti, donde
ya sin ángulo, el petiso Niell genera el contacto con Araujo y se deja caer de
manera tan evidente que incluso ameritaba la amarilla para el delantero,
verdugo habitual de Lanús. En lugar de apoyarse en su colaborador, ubicado en
la banda más alejada a la jugada, quien no le señala falta alguna, el juez
cobra a distancia lo que no vio, lo que no pudo ver porque no existió ni en la
más rebuscada de las tomas de la TV
ni en el más pelotudo de los comentarios de Alejandro Apo. Es grave, casi
indefendible, que un árbitro que dado su posición lejana se sabe protegido
reglamentariamente para no dictar fallo alguno se atreva a tomar tamaña
decisión. Cualquier árbitro -menos Lusteau- pitaba saque de arco. Tal vez fue
su corazón que le dijo “penal, fue penalazo, seguro que fue penal…” Ya
antes, en el primer tiempo, el mismo juez de línea omitió informar un puntapié
sin pelota de Andrade contra Valdez Chamorro ocurrido ante sus ojos, y encima
tuvo el atrevimiento de solicitarle al juez principal que expulse a Guillermo,
que indignado e incrédulo le reclamaba por su inexplicable comportamiento. Para
salvaguardar su honor, es hora de que Lusteau reconozca que es hincha de
Banfield, o que hace mucho lo dejó una novia qu vivía en Lanús; que diga que de
muchacho cobró varias veces a la salida de La Casona , o lo que sea, y que por eso cuando dirige
a Lanús el corazón lo traiciona. Que lo diga y se acabó: no lo dirige más, y
sigue adelante con su promisoria carrera arbitral despojado de rencores
personales y sin cagar a nadie. Peor sería que la opinión pública sospeche que
invariablemente bombea al Grana por alguna otra razón menos pasional. De todos
modos no es una buena señal que la prensa no haya tomado nota, ni que Miguel
Scime, el mandamás de la no se qué de los árbitros argentinos, no haya
anunciado sanción alguna. El domingo próximo, lo más campante, Lusteau dirigirá
Vélez-Boca, el partido de la fecha.
Dicho esto, lo más
destacable de la 13ª jornada es que pese a que venía bastante mal, Lanús
produjo una más que aceptable actuación en Rosario, dominando desde el inicio
y acallando el fervor de un estadio que
de inmediato comprendió que iba a tener una tarde difícil. Como hace mucho no
ocurría -y sólo ocurre cuando Guillermo pone dos delanteros y suma un volante-
Lanús no fue largo. Estableció presión tapando a los marcadores de punta con
Acosta y Junior, y el resto ahogando a los que intentaban armar juego en la
zona media. Impuso domino y dispuso de varias situaciones, la mayoría de ellas
recuperando la pelota en campo rival y agarrando mal parada a la defensa de
Central, con ataques profundos y de variadas maneras. Con el buen aporte de Ortiz y Valdez Chamorro en la gestación, y
con Lautaro Acosta y Junior Benítez -de gran primer tiempo- en la zona de
fuego, Lanús fue acumulando meritos y llegó al gol a los 25’ de la etapa inicial, luego
de un saque de meta en donde la defensa local dudó como en toda la tarde,
Chamorro la peinó, Junior superó a su marca con una buena recepción, y definió
con gran recurso técnico y pasmosa serenidad, en el segundo intento, mano a
mano con Caranta.
En el complemento poco varió. Central intentaba con
Barrientos y Servio, que no encontraban
conexión con los de arriba. Lanús se mantuvo compacto, fue conservador y muy
combativo. Si bien el habitual estiramiento no se produjo, al menos no tanto
como en otras oportunidades, aparecieron espacios a las espaldas de Ortiz,
donde Gómez demostró sus defectos de siempre: suelta las marcas para
retroceder, carece de la base formativa
que indica que no se rechaza hacia adentro, jamás; ni que nunca, nunca,
nunca, se debe dejar corto un despeje. Con todo, este Lanús de Guillermo que
parece acercarse al final de ciclo dejó bien en claro que pese a su plantel
poco numeroso y menos equilibrado, en las difíciles suele aparecer la estirpe
del equipo que no hace tanto supo ser, y con eso le alcanza para estar a la
altura de los mejores del ámbito local, que no siempre son los que tienen los
planteles mas numerosos ni los futbolistas más cotizados.
Se acercan tiempos claves para el Grana, que hoy enfrenta
en Salta a Atlético Tucumán por la Copa Argentina , el lunes próximo recibe a Olimpo
y seis días después visita a Temperley, el último compromiso antes del receso.
Habrá que prenderle una vela a la venta de Melano, y decidir cuánto invertir en
dos o tres refuerzos para afrontar un semestre de tres competencias. Los
hinchas, se sabe, arrancarán con sus reclamos. Mientras uno exigirá que hagan
un intento por Cavani, otro gritará que vuelva el Pepe. En cambio los socios
están preocupados: la AFA ,
está a la vista, perdió definitivamente el rumbo. Después de cuarenta años de
conducción unipersonal de Grondona, pronto será un bebé que empezará a caminar
en el mundo de los derechos y los deberes, de premios y castigos justos, de normalidad
política y de libertad de opinión. Por eso los principales dirigentes traman
acuerdos y contubernios de cara a la asamblea electiva de octubre tratando de
mantener un pedazo de poder, mientras el fútbol argentino se derrumba en sus
narices.
Los socios de Lanús, los más concientes, piensan en el
déficit anual, en lo lenta que viene la producción de la cantera, en lo
complicado que será seguir cerrando operaciones convenientes como ha sido hasta
ahora, y quieren saber de qué manera van
a encarar el semestre futbolístico tanto el entrenador, cuyo contrato culmina
diciembre, como la conducción del club, que también en ese mismo mes termina su
mandato.