por Lisandro Martínez*
lisandromartinez47@yahoo.com.arEl paro del 31/3, además de ser el más importante en 12 años de gobierno Nac&Pop, desnudó los límites del sindicalismo subordinado a los gobiernos capitalistas y sus políticas.
La desautorización de las bases a burócratas como Yasqui, Baradel y otros, fue descomunal y por lógica los derrotados deberían estar presentando sus renuncias y llamando a elecciones sin condicionamientos ni cláusulas proscriptivas, para que los afiliados se den una nueva dirección que oriente y conduzca colectivamente a la clase obrera.
Yasqui/Baradel y las direcciones seccionales del SUTEBA empeñadas en carnerear el paro perdieron legitimidad en todo el país y “ahora es cuando” las organizaciones combativas y clasistas de la docencia van a dar el gran salto
organizativo, político y gremial que merecen maestros y profesores de todo el país.
Los docentes hicieron polvo a cagatintas como Laje, Feiman y otros que reclaman que en los paros obreros exista el “derecho de la minoría a viajar en colectivos a su trabajo”. Estos defensores del capital exigen que no haya piquetes pero esa medida creada en 1842 por obreros ingleses fue la que impulsó el desarrollo humano al prohibir el trabajo de niños que morían como moscas y conquistar jornadas de 10 horas. Dejar pasar a individuos desclasados es hundir la lucha colectiva. Por el “no a los piquetes” trabajó arduamente desde dentro del paro Micheli, de ATE, quien todavía arde en la hoguera del ridículo.
Los docentes que en su gran mayoría utilizan automóviles para ejercer una profesión que los obliga a correr de una escuela a otra para conformar un salario para mantener a su familia, no necesitaban colectivos para ir a trabajar pero decidieron no ir porque además de tener una alta conciencia sobre lo que se reclamaba castigaron a sus direcciones cooptadas por la patronal y su estado.
Los docentes también desmintieron a CFK y a su vocero A. Fernández quienes señalaron que el paro lo garantizó la falta de transporte.
Otro herido de muerte por el paro político y gremial fue el secretario general de la CGT de Cristina. Caló ha perdido credibilidad y coherencia ante las bases de los gremios que dice agrupar. La función de un dirigente es orientar a sus afiliados frente a un paro que no convocó, pero lo que nunca debería hacer es dar libertad de acción para que cada quien haga lo que quiera. Quien da libertad de acción se está excluyendo como dirigente porque el obrero al afiliarse al sindicato busca organizarse con el conjunto del movimiento obrero para enfrentar la explotación patronal colectivamente. Si el obrero debe decidir por su cuenta no hace falta sindicato.
Caló en la UOM como A. Pianelli en el subte se encontraron en la semana previa al parazo del 31 con que las bases de la UOM en el conurbano y el interior de la PBA se reunían en asambleas y votaban parar, incluso hubo grandes fábricas que fueron a trabajar para hacer asambleas, luego abandonar el trabajo e ir a cortar las rutas. En la Patagonia obreros de la fábrica Aluar votaron ir al paro y convocar a un congreso de toda la zona para organizar la contundencia del paro. Otro tanto ocurrió en Acindar, dirigida por la CTA/Yasqui y la UOM/Caló, donde las bases impusieron el paro. En el subte una maratón de asambleas por sección decidió no ir a trabajar el 31.
El éxito del paro es el acta de defunción de los Sasia de la Unión Ferroviaria y de todo el sindicalismo que responde políticamente al kirchnerismo.
Pero el éxito del paro no tiene nada que ver con la política de Fernández de la UTA quien confesó en la tele que la dirección de UTA defendía con el paro a la patronal descapitalizada, es decir que la medida de los burócratas era para darle continuidad a los subsidios.
Nunca hubo un planteo de ir a fondo ni de organizar el paro con asambleas previas. Cuando la CAT lanzó la medida a mitad de febrero era para negociar, levantarlo, obtener unos puntitos menos y descomprimir la situación de sus gremios alcanzados por el impuesto no sólo a la aristocracia obrera sino también a los superexplotados choferes de colectivos obligados a trabajar largas jornadas y horas extras.
Lo que nunca descifraron los gremialistas es que el filón del impuesto al salario ($140.000 millones en 2015) es un colchón fenomenal que sostiene al gobierno pagador serial de la deuda en su caída libre, por lo tanto la burocracia no pescó que la intransigencia K es cuestión de sobrevivencia.
Esa suma extraordinaria extraída a la fuerza -no a la elite del 8% de los trabajadores sino a más del 20% que llega a esos parámetros con horas extras obligatorias y esfuerzos extraordinarios- es la base explosiva que junto al proceso inflacionario que confisca salarios y jubilaciones hizo efectivo el paro.
La oposición política de Macri, Sanz y Massa se colocó en la vereda del gobierno aún cuando Sturzeneger señaló “hay que revisar el impuesto al salario” (no suprimirlo) y Massa para subir en las encuestas dijo “hay que eliminarlo”. Durante los días previos y el mismo 31 “el trío más mentado” intervino defendiendo el estado capitalista; estos sujetos acuerdan con confiscar a los trabajadores sea por la vía de los tarifazos o de la devaluación lisa y llana.
Moyano y Barrionuevo apoyan alguna de las variantes de los tres jinetes del apocalipsis (Macri, Scioli y Massa). La carencia de un plan de lucha para eliminar el impuesto al salario señala que la burocracia convocante al paro del 31 garantizará la paz social que acompañe al cortejo fúnebre de los K y la llegada de alguno de los 3 ajustadores, que no representan a la gente sino a “los intereses creados” porque los partidos burgueses han desaparecido.
El paro coloca como protagonista a la clase obrera que fue sacada de escena por el caso Nisman. A los trabajadores se quiso colocarlos detrás de Macri, Scioli y Massa. En cambio el gobierno ha recibido otro golpe fenomenal, pero ahora no de sus fiscales cómplices sino de los trabajadores industriales. En medio del esfuerzo tenaz por polarizar la transición política entre candidatos del gran capital, el resultado del paro plantea otra polarización, la que opone a la clase obrera con su agenda y sus reclamos contra los representantes sociales y políticos del ajuste.
Esa polarización plantea una salida para las mayorías trabajadoras y debe ser desarrollada y orientada por la izquierda clasista organizando el paro de 36 horas.
El PO/FIT gana autoridad.
(*) Del Partido Obrero