por Alejandro Chitrángulo
El destacado intelectual brasileño Frei Betto ha dicho que “…vivimos en un mundo desequilibrado por la desigualdad social y la devastación ambiental, bajo la idolatría del mercado y la hipnosis colectiva inducida por medios de educación y comunicación que no se interesan en formar ciudadanos, sino consumistas…”.En este contexto, la crisis ambiental que se verifica en el planeta Tierra, en su estrecha interconexión con los nuevos escenarios derivados del cambio climático a nivel planetario, ha pasado a un primer plano entre las preocupaciones humanas, y se le entiende, cada vez más como un problema complejo, que involucra dimensiones políticas, ético-ecológicas, técnico-económicas y socio-culturales, y que justifica
la urgencia de un proceso de construcción de un nuevo paradigma, que garantice un mejor presente y un futuro más promisorio para la humanidad.
Hoy, se comprende cabalmente que los problemas ecológicos y ambientales tienen un enorme trasfondo político, y como bien ha dicho el Profesor cubano José Mateo, en su premiado libro “La dimensión espacial del desarrollo sostenible: una visión desde América Latina” (2013), “las soluciones para resolver la problemática ambiental deben ser encontradas en el ámbito del propio tejido social, en cuyos sistemas institucionales y formas de organización socio-productivas, son engendradas las políticas para el uso y apropiación de los recursos naturales en los territorios”.
Entonces, cada vez resulta más clara la inconsistencia de tratar de despolitizar el tema ambiental, y reducirlo a un modernismo ecológico y re-verdecimiento del capitalismo, ni a la fe ciega en los paquetes tecnológicos, que en realidad son fórmulas de enmascaramiento del “desarrollismo”, que se recrudeció después de la Segunda Mundial, y que es la principal causa de base de la crisis ambiental actual.
Ello explica el surgimiento de una nueva corriente de pensamiento que ha sido identificada como “eco-socialista”, que está siendo enarbolada por movimientos de izquierda, a partir de replanteos teóricos del marxismo-leninismo y muy especialmente de experiencias de la práctica concreta de los últimos decenios, y que ha sido sintetizada por el intelectual mexicano Enrique Leff, cuando afirma que se trata de “…un proyecto social con rostro humano y sustentado en bases ecológicas”.
En sentido general, los defensores de esta concepción del eco-socialismo, la consideran como la visión más acabada de articulación del desarrollo con el medio ambiente, bajo una perspectiva que tiene que ser necesariamente socialista, porque es el único sistema en que se pueden integrar armónicamente las dimensiones económicas, sociales y ambientales, hasta acercarnos a ese desarrollo sostenible, del que tanto se habla ahora, pero que sigue siendo una utopía hermosa.
Quizás, en realidad de lo que se está hablando es de incorporar y cumplir realmente esa esencial dimensión ecológica y ambiental que debe distinguir al Socialismo del siglo XXI.
Lo cierto es que todo ello, como bien ha dicho el politólogo argentino Atilio Borón en su excelente trabajo “Socialismo del siglo XXI: ¿hay vida después del neoliberalismo?”, implica diseñar y poner en práctica experimentos y creaciones originales, que tienen una enorme densidad social, una enorme base social y una gran legitimidad, y que pueden persistir a lo largo del tiempo, y avanzar poco a poco en indicadores de igualdad y equidad social, y de sostenibilidad ambiental.
El propio Presidente de Bolivia Evo Morales lo ha explicado claramente: “Lo que ha fracasado es el modelo del “Vivir Mejor”, del desarrollo ilimitado, de la industrialización sin fronteras, de la modernidad que desprecia la historia, de la acumulación creciente a costa del otro y de la naturaleza. Por eso propugnamos el “Vivir Bien”, en armonía con los otros seres humanos y con nuestra Madre Tierra .
Para el eco Socialismo el gran reto de diseñar e instaurar esos procesos eco-socialistas en un Estado y contexto general donde prevalecen elementos relícticos y mecanismos político-institucionales y económico-sociales remanentes del sistema capitalista.
Lo importante es que, en fin de cuentas, van aflorando las tendencias comunes y las condicionantes que enriquecen a todos estos modelos de corte eco-socialista, o reconstrucción del Socialismo del siglo XXI.
Lo esencial es el mantenimiento y perfeccionamiento del Estado y de una genuina administración pública en relación con los asuntos ambientales y socio-ambientales, en su estrecha interconexión con los procesos económico-productivos.
En general, lo que se necesita, es una visión mucho más radical y profunda de lo que debe ser una revolución socialista, y crear una cosmovisión que traiga consigo un nuevo modo de consumo y un buen estilo de vida, basado en la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas, que es algo completamente diferente de las presuntas “necesidades innecesarias” producidas artificialmente por el sistema y la publicidad capitalista. Un modelo eco-socialista tiene que revertirse en un salto radical a favor de la preservación de la vida en el planeta y la defensa del equilibrio ecológico, y junto a ello, debe ser un cambio radical en los marcos político, económico y social.
Fuente: eco verde