por Alejandro Chitrangúlo
Diariamente en todo el mundo miles de personas son intervenidas quirúrgicamente. Para esa operaciones se utilizan diversas anestesias, este método se ha utilizado en los últimos 160 años sin que los médicos y los científicos sepan a claramente cómo funciona. El doctor Nicholas Schiff, de la Facultad de Medicina Weill Cornell en Nueva York, en conjunto con los doctores Emery Brown del Hospital General de Massachusetts y el doctor Ralph Lydic de la University of Michigan, han llevado a cabo una exploración de tres años sobre las similitudes y diferencias del sueño, la anestesia y el coma. Llegando a la conclusión que “La anestesia general es un coma farmacológico, no un sueño”.Los expertos indicaron que mientras que los médicos y los pacientes suelen describir la anestesia general como quedarse dormido, hay importantes diferencias entre esos estados, con apenas algunas coincidencias entre las etapas más profundas del sueño y las fases más leves de la anestesia. Mientras que el dormir suele involucrar movimientos durante varias fases, en la anestesia general los pacientes suelen entrar en una fase o estado específico y permanecer así durante la cirugía. Esta fase se asemeja más a un coma, señalaron los expertos. “El cerebro queda muy, muy tranquilo. La actividad de las neuronas
disminuye drásticamente”, dio Schiff para luego agregar que “eso también sucede en el coma”.
Schiff, experto en recuperación del estado, indicó que aunque dos lesiones cerebrales nunca se parecen, estudiar la forma en que las personas salen de la anestesia podría usarse como modelo para predecir las etapas de recuperación de un coma.
“Pese a que la recuperación de la anestesia es mucho más rápida, hay indicios de que algunos mecanismos de circuitos coinciden en parte”, dijo el científico.
Reinventar la anestesia
Durante cualquier operación con anestesia general, el paciente está controlado en todos los aspectos: se mide su presión arterial, su ritmo cardíaco, su respiración, temperatura... Pero nadie monitoriza el cerebro, que es el órgano que está recibiendo directamente los efectos de la droga.
El neurocientífico del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Emery Brown quien lleva varios años trabajando con Schiff tratando de comprender qué pasa exactamente en el cerebro durante la anestesia, explica que cuando opera como anestesista en el Hospital general de Massachusetts él si monitoriza la señal cerebral de sus pacientes. Mediante electroencefalograma (EEG), Brown y su equipo controlan mediante un programa diseñado por ellos si la anestesia está haciendo efecto y reducen la dosis a lo justo y necesario, sin poner más cantidad de la que hace falta.
Brown explica que se puede emplear entre un 50 y un 75% menos anestesia para una operación, especialmente en el caso de personas mayores. “Nunca me atrevería a hacerlo sin monitorización porque la cantidad de droga que necesitan es tan pequeña que temería que el paciente despertara”, asegura. “Pero con el EEG, puedo estar seguro de que la cantidad es apropiada”.
Las lecturas del electroencefalograma (EEG) durante una anestesia general muestran ondas de baja frecuencia de alrededor de un ciclo por segundo, mientras que las neuronas individuales se activaban y desactivaban rítmicamente durante unos milisegundos creando una oscilación. La clave de la pérdida de conciencia está precisamente en esta oscilación rítmica que induce la anestesia. Cuando una persona pierde la conciencia, sus neuronas se ponen todas a hacer la ola, a bailar conjuntamente con una oscilación rítmica de una frecuencia baja. Es decir, si todas hacen la ola, no hay mente”. “Para estar consciente”, asegura Brown, “el cerebro necesita ser capaz de hacer muchas cosas. Una de ellas es transmitir información entre diversas áreas. Si esta transmisión está bloqueada, porque los circuitos están cerrados u oscilando, entonces no se puede mantener la conciencia”.
Brown reivindica estos nuevos conocimientos, y asegura que debemos reinventar el modo en que se aplica la anestesia y usarla de una manera más moderada con los pacientes en la medida en que las mediciones de la señal cerebral lo permitan. “Estamos dando un paso atrás y decimos: ahora que entendemos cómo funciona, ¿cómo podemos diseñar nuevas estrategias para la anestesia?”, asegura. Un cambio estas características ahorraría muchísimos efectos secundarios a los pacientes, como la confusión tras una cirugía. Y eso sería un gran avance para todos.