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martes, 3 de marzo de 2015

Invicto con gusto a poco

por Marcelo Calvente


Tres jugados, dos de ellos de visitante; uno ganado y dos empates, de ninguna manera puede ser una mala cosecha, mucho menos en esta incógnita que es el nuevo y raro torneo largo. Es llamativo, en los equipos participantes hay decenas de jugadores desconocidos, se ha ampliado la vidriera y aparecen muchos jóvenes futbolistas, algunos de futuro promisorio, que encuentran la chance de mostrarse en el fútbol grande. Los recién ascendidos se nutren de esos jóvenes, como Gamba, Rivas, Malcorra y Triberio, los cuatro atacantes de Unión de Santa Fe, un equipo con enormes posibilidades de consolidación que depende exclusivamente de la madurez que puedan alcanzar en lo colectivo. Junto a Central, Vélez, Argentinos y tal vez Newell’s, son los equipos que cuentan con los mejores futbolistas juveniles y apuestan a ellos. El resto de los que luchan por la permanencia, incluyendo a la mayoría de los nuevos participantes del torneo, vienen demostrando estar lejos del nivel de competencia de los que van a pelear arriba.
   Hay otros clubes que invirtieron dinero, casi nunca propio, para contratar futbolistas de primer nivel: Los cinco grandes, más Estudiantes y Lanús son los que movieron el mercado de pases tanto para vender como para comprar y pujan por obtener lo mejor de lo poco que se le ofrece a un fútbol  siempre competitivo pero devaluado respecto del primer mundo. Y algunos firmaron contratos muy elevados, desfasados respecto de la media del mercado. Revisando el pasado reciente, está claro que el siglo XXI encontró a los grandes en derribo: San Lorenzo
y Racing peleando la permanencia, River e Independiente probando inesperadamente la hiel del descenso. Las causas respectivas tienen nombre y apellido: Savino, Abdo; Lalín, Marín, De Tomaso, Molina, Cogorno; Aguilar, Pasarella; Ducatenzeiler, Comparada, Cantero. Entonces Boca Juniors, con una economía que según dicen es tan poderosa que le permitió a su presidente dilapidar dinero grande contratando a Riquelme, Bianchi y los jugadores del hijo de Bianchi, una banda capaz de voltear a un coloso, junto a Vélez, Lanús, Newell’s y Estudiantes, pese a que Verón casi lo hunde por amor a la camiseta, fueron quienes ocuparon los primeros planos en los últimos años.
   Pero como todo pasa, falleció Julio Grondona y dejó un vacío que hay que llenar, y de acuerdo a quien agarre la manija, tal vez el reparto de utilidades pronto deje de ser lo medianamente equilibrada que fue mientras el presidente estuvo con vida. Se vienen peleas duras a partir de octubre en la AFA, y la competitividad -tan destacada por todo el mundo- que reina últimamente en el fútbol argentino está en serio peligro de muerte. Cuando la nueva conducción decida sobre el futuro reparto del dinero del Fútbol para Todos -dinero también de todos- se sabrá lo que viene. Pero está más que claro que si el fútbol por TV vuelve alguna vez a manos privadas, la diferencia en los dividendos para los clubes participantes será abismal según el rating de cada uno, y entonces la desigualdad entre grandes y chicos, como a lo largo de todo el siglo XX, volverá a reinar en los terrenos de juego de la Argentina.
  Mientras tanto se está jugando el primer torneo de 30 equipos, en el que los diez nombrados seguramente sacarán diferencias claras sobre los veinte restantes, y la cuestión es saber si Lanús estará en la pelea por el título o se acomodará entre el 5º y el 10º puesto, con el riesgo de perder la presencia internacional últimamente lograda. Es por eso que los socios granates se preguntan si el pobre rendimiento futbolístico de los tres primeros partidos, sumado al bajón experimentado respecto de la obtención de la Copa Sudamericana, obedece a un lento proceso de adaptación de los refuerzos, sacudido por la mala fortuna de lo de Leto y Braghieri, o si se tratará de un camino turbulento hacia el adiós sin pena ni gloria de un cuerpo técnico que pintaba para culminar de manera mucho más exitosa.
   Hagamos un repaso. Se fue Marchesín, y más que aceptablemente fue reemplazado por Monetti, sabido es que muchos arqueros como Agustín no hay en el mundo. Se fueron el Pulpito y Somoza, y en su lugar llegaron Matías Fritzler, uno de los que mejor rindió en estas 3 fechas, y Aguirre, que llegó sobre el cierre y aún no es titular, pero pronto seguramente lo será, dado el bajo nivel mostrado por Ayala y Ortiz. Arriba se fueron varios: Pereyra Díaz, Ismael Blanco y el goleador y figura Silvio Romero, y llegó Melivilo, que no arrancó  de la mejor manera. Guillermo trata de reemplazarlos con lo que tiene en el plantel: Junior, Melano, Astina, Valdez Chamorro, González y Di Renzo, valores que todavía no han llegado a su techo y hay que esperarlos un poco más. Y por último, lo más grave: por ofertas irrechazables se fueron Goltz e Izquierdoz, y llegaron Braghieri, Gómez y ahora Barissone, y en esta zona de la cancha el déficit de calidad técnica individual es notorio, tanto o más que la incapacidad del cuerpo técnico de resolver los problemas colectivos en lo que respecta al aspecto defensivo, falencias que tienen que ver con lo posicional, con lo táctico y lo estratégico, causantes principales de los peores males de Lanús versión 2014/15.

  Pero no todo es el recambio. También varias figuras, como Araujo, Velázquez, Ayala, Ortiz, Melano y Silva han decrecido notablemente sus rendimientos individuales de 2013, víctimas en parte del desmoronamiento colectivo producto de una manera inaceptable de marcar -principalmente en los segundos tiempos- con los zagueros metidos en el área propia, cediendo terreno y pelota al rival y condenando a sus compañeros a recorridos largos, extenuantes y poco propicios para el juego asociado y el desequilibrio ofensivo. La inseguridad del fondo provoca el sismo que amenaza con desmoronar el edificio sobre el que está construida la estructura futbolística del Lanús de Guillermo, y nadie más que él y sus colaboradores pueden evitarlo, al menos hasta diciembre de 2015.