por Omar Dalponte*
La muerte de Alberto Nisman seguirá por unos días ocupando la atención de la totalidad del periodismo, de la dirigencia política y muy especialmente de la prensa sucia. También será tema de cuanto carroñero, chanta, oportunista y fabulador tuvo y tiene acceso a muchos medios de comunicación. Pero a la inmensa mayoría del pueblo argentino no le quitó, no le quita, ni le quitará el sueño. El entierro del ex fiscal no convocó multitudes.Da que pensar, según lo que se dice, que estando en vida Nisman -funcionario con altísimas responsabilidades- haya cometido tantas burradas. Ante tanto disparate verbal y escrito veamos un par de cosas: Si uno se siente amenazado y advierte que las amenazas vienen de sectores “pesados”, tiene que ser alguien con muy poca calle y bastante inocente si solicita para defenderse un arma calibre 22. Un arma pequeña que, para colmo, según lo expresado por el personaje que se la facilitó –Diego Lagomarsino- es un modelo viejo que encima no funciona correctamente.
Un “chorrito” de barrio puede salir a robar con una canilla. Pero un fiscal de la Nación puede con facilidad tener acceso a un .357 Magnum, a una automática 9mm o la tradicional y siempre efectiva calibre 45 para portar. Mucho más fácil puede conseguir una escopeta
calibre 16 de doble caño para tener a mano al lado de su escritorio.
Entre otras cosas, Lagomarsino, el “íntimo” de Nisman, declaró públicamente que el ex fiscal le solicitó el arma por si “alguien lo amenazaba con un palo”. ¿Un tipo con custodia permanente necesita un arma para espantar a un loquito que venga con un palo? De últimas, a una agresión como esa se responde con un par de piñas o con la manija de sacar las tuercas de las ruedas del auto. ¡Vamos muchachos!...planificar acciones destituyentes y conspirar contra la democracia es gravísismo. No pretendan tomarnos por tontos. Los que acompañamos a Cristina estamos con los ojos bien abiertos.
(*) De Iniciativa Socialista