por Lisandro Martinez*
Frente a la crisis producida por la muerte violenta del fiscal Alberto Nisman -un crimen de estado- que pone de relieve el agotamiento del gobierno y del régimen político en su conjunto ya no sólo incapaz de brindar las mínimas condiciones de seguridad publica sino que además ahora tampoco pudo resguardar a un fiscal protegido por el Ministerio de Interior mediante la policía quien abandono la posta en una acción que popularmente se la llama zona liberada, no es menor que en este escenario de violentisima crisis de las instituciones el Frente de Izquierda crece en encuestas que el propio Frente no encarga ni paga.Una encuesta de Analogías le da a la candidatura de Néstor Pitrola a la gobernación de Buenos Aires una intención de voto que fluctúa entre el 4,1 y el 6,4 por ciento. Esto es: entre 400.000 y 650.000 bonaerenses votarían al candidato del PO-Frente de Izquierda. Esa tendencia, como la del voto a Jorge Altamira para presidente, tiene una solidez particular, porque el electorado sabe que ni Pitrola ni Altamira tienen posibilidades actuales de alcanzar la gobernación provincial o la presidencia de la república. Se trata, por lo tanto, de una toma de posición, de un voto de fuerte consistencia política que, por sí mismo, muestra la tendencia de toda una franja de la población trabajadora a girar a la izquierda.
A las encuestas que hablan de la posibilidad de obtener resultados históricos para la izquierda en Salta y Mendoza se añade el caso de Jujuy, con tendencias que le dan al FIT
hasta un 15 por ciento de los votos.
Nos encontramos ante una novedad histórica, que no está dada sólo por la influencia de la izquierda en las luchas del movimiento obrero. Esa influencia siempre estuvo, e incluso en algunas épocas la izquierda tuvo más cuerpos delegados, comisiones internas y sindicatos que en la actualidad. Sin embargo, los trabajadores que iban a la lucha con la izquierda al frente, que llevaban compañeros de izquierda al cuerpo de delegados, a la comisión interna o al sindicato, a la hora de votar lo hacían por el peronismo. Ahora empieza a producirse un salto al cerco, un giro histórico en los trabajadores argentinos que tienden a ver en la izquierda ya no a una conducción de la lucha sindical, sino a una dirección política para transformar el país. Esa es la gran novedad actual de la política argentina.
Debe hacerse, además, una salvedad: las encuestas que citamos están hechas antes de que el cadáver de Alberto Nisman, tirado en el baño de su casa con un balazo en la cabeza, produjera un derrumbe político y una crisis de estado. La presidenta habla (mejor dicho, escribe cartas en Facebook) desde abajo de los escombros de ese derrumbe, mientras los "opositores" de Unen no lograron juntarse ni para la foto en una crisis de esta magnitud.
Mauricio Macri, por su lado, tiene que cuidarse muchísimo porque el tsunami se lo puede llevar puesto a él también (¿no dijo en su momento, acaso, que nombró jefe de la Metropolitana a Jorge "Fino" Palacios, encubridor del atentado a la Amia, porque se lo recomendaron la CIA y el Mossad?). Y ni hablar de Sergio Massa, que sustenta su armado político en una parte de la podredumbre de la ex Side. Están todos hasta las manos, por eso todos ellos convocan a "seguir participando" dándose la nariz siempre contra la misma puerta.
Se multiplican, por lo tanto, los desafíos y las responsabilidades del Frente de Izquierda.
(*) Del Partido Obrero