por Alejandro Chitràngulo
El griego Hipocacrates que vivió en el siglo V ac. está considerado como el “padre de la medicina” y recordado por una de sus famosas frases: “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Hoy 2500 años después, gracias al sabio griego y confirmado por la ciencia moderna, todos sabemos que lo que comemos se puede convertir en nuestra enfermedad e incluso cambiar nuestra apariencia física alterando la forma como funciona nuestro organismo, facilitando o dificultando el bombeo de la sangre, el desarrollo de huesos saludables o la síntesis de insulina. En síntesis originando enfermedades vasculares y cardiológicas, diabetes, osteoporosis, mentales, etcétera.Alimentos que afectan el cerebro
Nuevas investigaciones presentada en la Conferencia de Neurociencias de 2012 sugieren que lo que comes puede incluso alterar tu cerebro, y viceversa. Cuando decidís comer facturas o golosinas en lugar de manzanas, tu cerebro es modificado, y se vuelve menos apto para controlar comportamientos impulsivos, lo cual te hace seguir comiendo ese tipo de comidas, según los especialistas.
Un grupo de especialistas liderado por el doctor Timothy Verstynen realiza el estudio, utilizando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI) para observar la actividad cerebral en 29 adultos. En el estudio les mostraron algunas palabras escritas en varios
colores en una pantalla y se les pidió identificar el color y no la palabra. Con algunas imágenes era fácil, como la palabra “rojo” escrita en color rojo; pero con otras fue más difícil, por ejemplo, ver la palabra “rojo” escrita en color azul.
Los participantes con sobrepeso y obesidad mostraron más actividad cerebral durante las preguntas difíciles, lo que sugiere que se estaban esforzando más para obtener las mismas respuestas.
Verstynen dijo que los resultados implican que las personas con obesidad son menos eficientes para tomar decisiones complejas, lo que podría influir de manera importante en el control de los impulsos.
Su equipo tiene la teoría de que tomar la decisión de comer alimentos no saludables daña las conexiones cerebrales, lo que provoca un desempeño del cerebro débil, lo cual podría causar que se sigan tomando decisiones poco saludables.
Un círculo vicioso
Un segundo estudio, presentado por el médico Tony Goldstone, mostró que la corteza orbitofrontal del cerebro puede jugar un papel importante en la forma en la que la gente elige su alimentación. En esta zona se codifica el “valor” de un alimento, dijo Goldstone, por ejemplo, lo gratificante o placentero que será comerlo.
Los participantes del estudio ayunaron la noche anterior. Por la mañana les dieron un desayuno de alrededor de 700 calorías, y les mostraron fotografías mientras los examinaban en la máquina de resonancia magnética. Se les pidió que ayunaran nuevamente antes de la siguiente visita; a la mañana siguiente no se les dio de desayunar y se les mostraron las mismas fotografías.
Las cortezas orbitofrontales de los hambrientos participantes se activaron cuando vieron fotografías de alimentos con alto contenido calórico. Su reacción fue más leve después de que desayunaron.
El estudio sugiere que el ayuno o las dietas hacen que el cerebro incremente su deseo de comida alta en calorías.
“Es una de las razones por las cuales es tan difícil no subir de peso, o hacer dieta”, dijo Goldstone.
La buena noticia es que las investigaciones continúan para descubrir la forma de bloquear el amor que tiene nuestro cerebro por la comida poco saludable. En dos estudios que se presentaron en la conferencia se analizó qué efecto tienen los medicamentos diseñados para tratar la adicción al alcohol o a las drogas, en los comportamientos alimenticios de las ratas.
En uno de los estudios, los investigadores inyectaron un fármaco para combatir adicciones llamado naltrexona en la corteza prefrontal de los roedores que comían compulsivamente, con el objetivo de reducir el consumo de comida chatarra. La corteza prefrontral interviene en la toma de decisiones. La droga funcionó en el estudio, pero se requiere de más investigación para ver si es posible aplicarla en humanos.