viernes, 19 de diciembre de 2014

Desvelado por un sueño

por Marcelo Calvente

marcelocalvente@gmail.com

Hace apenas un año atrás, convaleciente de una operación, con las retinas desbordadas por las imágenes de la final de la Sudamericana, fui un observador distante de algo que casi siempre me tiene en cuerpo presente. Tuve la suerte de haber asistido a casi todos los partidos definitorios de la historia moderna del club Lanús. Estuve en los ascensos, estuve en los descensos, estuve en las frustraciones, estuve en la Bombonera en 2007. Como la primera conquista, aquella Copa Conmebol 96, la Sudamericana 2013 la tuve que ver desde el líving, a siete cuadras de la Fortaleza, la transmisión fue conmovedora La primera vez que sentí orgullo mediático por Lanús fue cuando ganó la Conmebol en Colombia, y la televisión que hasta allí le había dado la espalda lo transmitió en directo, con himnos y todo, con la Urraca izando la bandera granate, todo un símbolo. Pasaron diecinueve años, y ahora somos más grandes.
  La obtención de la Sudamericana fue otra cosa. En la previa, las autoridades continentales loaban al gran  presente de Lanús. La victoria estaba cantada. El marco fue inolvidable tanto como los festejos, y sobre todo, logrado con un gran rendimiento futbolístico del equipo, que al término incluso auspiciaba más. Mucho más. Pronto empezó a jugar la Libertadores como gran candidato, y su marcha, sin ser deslumbrante, resultó sólida y efectiva. Fue cuando empecé a pensar en este partido que está por jugarse en Marruecos, y tuve la certeza que de no mediar ese zapatazo diabólico del uruguayo William Ferreira del Bolívar, en un par de días Lanús enfrentaría al Real Madrid, el mejor equipo del mundo. No veo cómo en la revancha, aún en la altura, el Bolívar hubiere convertido si Lanús jugaba con la ventaja que se escapó con
aquel remate funesto e infernal en tiempo de descuento. No veo cómo San Lorenzo hubiere luego superado a Lanús, el mejor Lanús de los últimos tiempos sino de todos, si hace más de seis años que no le gana ni de local ni de visitante. Ni hablar del humilde Nacional de Paraguay, no había equivalencias en el poderío de uno y otro. Lanús hubiese ganado indefectiblemente la Libertadores si no fuera por esa pelota maligna que heló la sangre de los granates presentes, aquella noche del 8 de mayo de 2014, cuando ese misil del averno que salió de los pies del satánico volante uruguayo, vade retro, se clavó en el ángulo de Marchesín. 
  En un par de días Lanús estaría jugando con el Real Madrid por mérito propio, porque en los dos años que pasaron desde la llegada de Guillermo hasta mitad de 2014 fue el mejor equipo de América. Hace un año atrás, no tenía dudas que así iba a ser. No habrá una Libertadores más fácil de ganar, ni más servida. ¡Las veces que imaginé estar ante este partido! Era el escalón que faltaba para subirse a la plataforma deportiva de Vélez y Estudiantes, digo deportiva y de proyección internacional, porque desde lo institucional ya miran desde abajo desde hace bastante. Lanús se habría convertido en una especie de Príncipe de Copas, con tres galardones continentales estampados en su camiseta. Pero no. Maldito zapatazo… 
  Sin embargo, nadie lo dudaría, ese momento pasó, y pasó también el semestre bonus track que ofrecía un montón de títulos para servirse a gusto, y que Lanús fue dejando pasar uno tras otro. Nadie lo duda, el equipo ya no es el mismo. Aquel tenía una de las mejores defensas del continente, pero se fueron Goltz e Izquierdoz y nada volvió a ser igual. Y eso que ahora está Romero, uno de los máximos goleadores patrios, travestido además en gran pasador. Aquel equipo se armaba de atrás para adelante, tratando de quitar el balón en el terreno rival. En ofensiva tenía dos titulares, Silva y Acosta, pero no tenía al tercero. A veces Pereyra Díaz, a veces Ismael Blanco, en otras Melano, al final Junior Benítez. Y eso que éste Laucha es una versión muy mejorada de aquel de un semestre atrás perseguido por los desgarros. Me da la sensación que a este Lanús le sobró Silva, que hace mucho que no es el mismo, y al medio campo le faltó otro volante. Es una sensación que tengo. Ya que vamos a ser largos, al menos equilibremos…
   Yo no discuto con quienes piensan que no se debería haber vendido a los dos centrales juntos. Soy conciente que eso no era posible. Me afilio a los que sostienen que el entrenador dispuso de todo lo necesario para conseguir los refuerzos acordes, además de casi la mitad de lo mucho recaudado por ambos defensores para abonar por ellos. Guillermo se decidió por el conocido Braghieri, ahora desconocido, y por el joven central paraguayo de la Selección, Gustavo Gómez, de apenas veinte años. 
   No quiero volver a hablar de Gustavo Gómez, me canso a mi mismo. Pero el receso me devuelve esas imágenes que no me dejan dormir. A veces, en medio de la noche, me despierto sobresaltado porque Gómez, en vez de presionar, se aleja de su marca de manera imprevisible. A veces trato de recobrar el sueño pensando en las Nereidas de Lola Mora, y de la fuente, entre los corceles, surge heroica la figura del guaraní chapoteando y rechazando para adentro, al punto del penal. Pienso en el Circo Thiany, y me aparece haciendo cabriolas al lado de Marchesín, que lo mira sorprendido, mientras los cuchillos de un mago imaginario se clavan en sus ángulos, y Agustín grita desesperado “¡No dejen patear, no dejen patear!”. Y entonces el desfile de caras extrañas. Araujo contrariado, tratando de entender donde pararse, Velázquez extraviado, incluso perdiendo la calma. Somoza, Ayala, Ortiz y el Pulpito alternando buenas y malas en la soledad de sus respectivas estancias. Y allá arriba, Lautaro, Romero, y Silva, sin cadena, haciéndose visera con la mano y buscando pelotazos que pasan de largo. No hay caso, al final de cuentas, cuando hablo de Lanús, siempre, tengo que hablar de Gómez. Incluso no descarto una mejora, tiene condiciones naturales. Pero me pregunto cómo fue que a seis meses de su llegada no pudieron corregido, e incluso si acaso lo han intentado.
  Todo indica que va a haber más bajas. Marchesín y el Pulpito inauguraron la lista de los que se van, a la que, dicen, puede agregarse Romero, Ayala, Somoza e incluso los dos laterales, Araujo y Maxi, que no serían muy tenidos en cuenta que digamos por el entrenador. Dicen, y hablan de los que antes de Gómez eran los mejores laterales de Sudamérica. Y ahí es cuando pienso que de no mediar ese zapatazo a lo Lucifer del hombre del Bolívar, en algunas horas más estaríamos jugando con el Real Madrid en Marruecos. Pero resulta que en lugar de Lanús está San Lorenzo. Es tarde, me pesan los párpados, pero no quiero dormirme. Últimamente se me aparece el Mellizo trayendo refuerzos y me despierto sobresaltado. Y entonces sí, decididamente no puedo volver a pegar un ojo.