por Marcelo Calvente
A un año
calendario exacto de su conquista más relevante, Lanús dejó de ser el último
campeón de la Sudamericana.
Apenas un año, y sin embargo parece que ha pasado mucho
tiempo más, tal vez por lo tanto que jugó –y no ganó- y por las muchas cosas
que han cambiado en el equipo, pese a que no se cambiaron tantas cosas. No está
Paolo Goltz, quien partió en el momento justo a buscar la fortuna que por su
calidad merecía. Tras ocho temporadas en Huracán, desde su debut en 2002, un
equipo sin más pretensiones que mantener la categoría, y un salto de calidad a
mediados de 2010, cuando llega a Lanús, donde permaneció cuatro ciclos hasta
partir rumbo a México seis meses atrás, un justo premio a su constante
crecimiento técnico y profesional. Tampoco está Izquierdoz, un futbolista en
pleno desarrollo que hizo lo correcto al decidir su partida, también por un
dinero irrechazable; es sabido, el tren de la fortuna no pasa todos los días.
Los demás, están casi todos, salvo Pereyra Díaz, que se fue en plena
competencia, e Ismael Blanco, que nunca se afirmó pese a sus goles relevantes.
Está Silvio Romero, que retornó frustrado de Europa siendo mucho mejor armador
de juego y más determinante en la red. Los demás son los mismos, y aunque
Silva, Somoza, Ayala, el Pulpito, Araujo y Velázquez bajaron en su rendimiento, el Laucha volvió a
ser aquel jugador indestructible que no falta ni con anginas, aunque a veces lo
rajan por desborde. Lo cierto es que un año después de ganar brillantemente la Copa que ahora se llevó River
con justicia, el equipo de Guillermo ha cambiado mucho, y el espíritu colectivo
y la concordia en el plantel han decrecido.
A
veces son los jugadores. Está claro que no se acertó con los integrantes de la
nueva zaga, no son Goltz e Izquierdoz, no es fácil tener una dupla igual con el
mismo presupuesto. Gustavo Gómez se merece otra oportunidad porque tiene
condiciones físicas y espirituales,
pero debe prepararse urgente para rendir
táctica y estrategia, que las tiene previas. También Braghieri se merece otra
oportunidad porque lo hemos tenido en mejor nivel, y porque uno supone que debe
ser difícil hacer dupla con Gómez, mientras el paraguayo, en su puesto de
último hombre, siga haciendo todo lo contrario a lo conveniente. El mercado
ofrece a los que están porque fueron rechazados de Europa, y algunos además
están más cerca del retiro, y a los que surgen mostrando condiciones. Hay que
reconocer que no es fácil encontrar un central joven que reúna esas condiciones
jugando en una institución que no pueda rechazar una oferta de Lanús.
A veces son los técnicos. Como entrenador
debutante, Guillermo ha cosechado una enorme cantidad de puntos en su estadía
en Lanús, logrando la Copa
que hoy cambia de manos. No debe haber muchos casos así. Su gran trabajo se ha
opacado porque todo lo que peleó después, por una o por otra cosa, lo terminó
perdiendo. Pero la mácula que lleva estampada su campaña tiene que ver con el
desastre táctico-defensivo que llegó con el cambio de zaga, porque su
responsabilidad era corregirlo, y ni si quiera se advierte que lo haya
intentado, ya que la falla fue la misma de principio a final del ciclo que
termina. No hay que olvidar que le faltó algo de suerte. Al menos la Suruga Bank pudo y debió
haberla ganado. Con todo, la responsabilidad máxima de estos errores es del
entrenador, tanto como de todos los aciertos. "Te acuerdas, fue hace
justo un año..." dice el tango.
En contra o a favor, siempre juega la
suerte. River terminaba en la 17ª ubicación el Inicial 2013 con Ramón Díaz al
frente. Con el riojano, luego obtuvo el Torneo Final 2014. La política
institucional trajo un cierto orden y a Gallardo, que con jugadores que habían
mostrado menos logró mucho más, aún está peleando el inicial 2015, el mismo que
Lanús también arañó hasta caerse ante Boca, y en simultáneo se acaba de quedar
con el cetro que deja el Grana. Algo de fortuna tuvo. Halló excelentes proyectos
en la cantera y logró inéditas versiones de Mercado, Vangioni, Poncio, Sánchez,
Rojas, el propio Teo, Mora y sobre todo Leonardo Pisculichi, que volvía del otro
lado del mundo, con un previo paso por Argentinos para el olvido, donde jugó 14
partidos y apenas marcó 4 goles, y parecía más cerca del retiro que de la
consagración. Sin embargo, todos sus jugadores brillaron como nunca antes. No
hay dudas de que la suerte sopló a su favor, de todos modos, ¿Cómo no
adjudicarle el éxito al entrenador?
Muchas veces, casi siempre, los culpables
son los dirigentes, y a veces también su contrapartida, los socios y simpatizantes
más cercanos, los que concurren a la cancha de local y exigen alegrías a
puteada limpia. Los de Boca pusieron al club de rodillas obligando la
contratación de Riquelme y Bianchi, y por los magros resultados, ahora se
aprestan a desplazar a Angelici, quien les dio el gusto perdiendo el honor y la
palabra empeñada públicamente ante Falcioni, y le harán pagar el error de haber
obedecido sus demandas en las elecciones que se vienen. Es una situación muy
descriptiva. Las decisiones no se ponen a consenso popular, se toman a
conciencia. Y después se rinde cuenta. En cambio los hinchas granates en
general están muy conformes con quienes vienen conduciendo al club desde hace
más de 20 años. No obstante expresan su natural malestar ante la falta de nuevos
títulos, sobre todo en el semestre que termina, en el que dispuso de cinco
oportunidades y todas resultaron fallidas. Algunos suelen decir “acá festejan el superávit, yo quiero ganar
campeonatos” como si una cosa no dependiera de la otra. Como si no
estuviera más que probado que, para un club “chico”, los problemas económicos alejan
toda posibilidad de logros deportivos y llevan inexorablemente a la pérdida de
categoría tanto como a la bancarrota.
Frustrados por un año sin estrellas, muchos
granates ahora exigen refuerzos de categoría para la conformación de un nuevo
plantel que les devuelva la alegría, dado que según el propio entrenador,
además de Agustín Marchesín y el Pulpito González -recientemente transferidos
al Santos Lagunas de México- partirán también varias figuras más. La cuestión
es clara: Para tener una economía floreciente hay que vender bien, para eso hay
que comprar con acierto, y sobre todo hay que formar. Para consolidar a los valores que se forman no
hay que taparlos con jugadores del montón. Y todo esto lleva a la pregunta
clave: ¿están surgiendo últimamente valores como para promover al plantel
superior como venía ocurriendo en los últimos años? Al menos en el año que
termina, no parece haber sido así.