por Marcelo Calvente
Seguramente a esta hora te cuesta
recordarlo, pero instantes antes del gol del empate La Fortaleza era un
velorio. Murmullos ante cada pelota perdida, lamentos por los despejes de
Gómez, por las pérdidas de Somoza, por lo confuso del juego de Ayala, por la
ausencia de Pulpito González. En la cancha, el equipo no devolvía la imagen
ganadora de otras veces. Mas bien la certeza de que la suerte estaba echada y
que ni el tiro del final va a pegar en la estrella tan deseada como postergada.
De las cinco competencias del semestre, Lanús había desperdiciado cuatro. A esa
altura, el público ya no alentaba al equipo. Sólo se aplaudía al Laucha Acosta
y a Marchesín. A Lautaro por la forma que defiende la camiseta querida. Lo hace
con valentía, va con el corazón en busca del gol, impresiona verlo atravesar
rivales mientras sus compañeros se muestran estáticos o confundidos. Y a Marchesín, por su gran momento y por su
genuina desesperación ante lo inminente de otro fracaso. El premio del soberano
para esos dos compañeros retumbó en la cabeza de los demás produciendo el
contagio, y también atemorizó a los rivales. Las salidas profundas de Marchesín
a las puertas del área de enfrente retrasaron a Arsenal, las diagonales a pura
gambeta y velocidad de Acosta, los dientes apretados y esfuerzo del mejor
delantero del campeonato le abrieron la defensa. El árbitro marca cinco minutos
de tiempo adicional Entonces el estadio se puso de pie y acompañó la reacción,
ahora sí, alentando de nuevo al equipo, y en el último minuto de los cinco
agregados arrasó con la resistencia de Arsenal. Corner al primer palo que
ejecuta Ayala a los 04:49 de tiempo adicionado, Romero choca en el aire con un
rival, brutal cabezazo
de Acosta que devuelve Andrada, definición de primera
hacia abajo, para evitar que se eleve, del Pulpito González directo a la red.
Repasando la transmisión televisiva se advierte que los periodistas
juzgan excesivos los cinco minutos que
marcó Merlos. “Ni siquiera entró el
carrito…” dijo uno de ellos, omitiendo
la reiteración de actitudes antideportivas de los futbolistas
visitantes, que se turnaban para tirarse
al piso de manera escalonada y ordenada, impidiendo que el juego tenga
continuidad. El árbitro tiene la obligación de parar las acciones cuando hay un
futbolista caído. Sabe que están fingiendo pero no tiene como penarlo. La única
posibilidad de hacer una mínima justicia deportiva es adicionar un par de
minutos más a los establecidos de rigor. Y sin embargo los periodistas lo
juzgan excesivo. “Técnicamente, el
árbitro estaba en condiciones de terminarlo antes de que Ayala ejecute el
corner”, dijo su compañero con ese particular sentido común de los que
hablan sin saber, sin pensar y sin ni siquiera mirar el cronómetro. Hasta aquí,
no había nada que reprocharle a Merlos. Pero Palermo perdió los estribos y Abbondancieri
los perdió aún más, y por advertencia del cuarto árbitro ambos se van
expulsados. “Se van los dos”, se lee
en los labios de Merlos cuando le habla a Palermo, y para que no queden dudas
le muestra los dos dedos que lo certifican. “Acá
dio dos minutos más” dijo un energúmeno sentado en la silla de un
periodista de Fox Sports, mientras el resto de los panelistas trataba de
explicar lo que no entendían.
La imagen no deja dudas: el pobre Merlos, de pésimo arbitraje, después
de las protestas de Arsenal decidió agregar un minuto más, vaya uno a saber
porqué. Tal vez por pedido de Somoza o en represalias a la descomedida protesta
de los entrenadores de la visita. Lo anunció a los 07:54 de tiempo agregado, y
la pelota se puso en movimiento a los 08:14. Arsenal lanzó un ataque profundo
que termina con posición adelantada. Rasic se tira, uno de Lanús lo levanta. A
los 08:40 le pega largo Marchesín, la pelota se divide, se juega la pierna -y
recibe bruto planchazo- Braghieri, que la tira al área. Lautaro Acosta la
cabecea desde el vértice izquierdo hacia el punto penal, y se acerca a la
pelota con los ojos clavados en su circunferencia. Silva la pelea y Acosta
acompaña. Junior también la pelea, se choca con Somaza y ambos caen, Silva se
suma a la pirueta cual Curly de Los Tres Chiflados. Ayala patea y le da en el
pecho a Romero, que con los brazos caídos y pegados al cuerpo, gira y enfrenta
a Andrada mientras Acosta palpita, ojos bien abiertos, dando saltitos en el
lugar a un metro de la jugada, hasta que finalmente Andrada da rebote y Acosta
la mete. Los futbolistas granates corren para hacer una montaña de felicidad,
los de Arsenal para linchar a Merlos. Y aunque las cámaras optan por seguir los
incidentes, la Fortaleza
estalla y el cielo se ilumina, y pronto se convierte en la linterna del
acomodador anunciando el fin de la película, mientras a tu alrededor son varios
los que tratan de de ocultar las lágrimas por el final feliz, casi milagroso,
de una película de Walt Disney.
La prueba de que no hubo infamia
es el reloj, que al momento de ingresar la pelota en el arco de Andrada marca
los 09:10 de tiempo adicionado, cuatro segundos menos de los sesenta agregados
por el árbitro, el mismo que ahora Abbondancieri no deja de de zamarrear en el
centro de la cancha. El saldo futbolístico de Lanús resulta preocupante,
habiendo tenido resuelto el partido desde el inicio, cuando a los 6 minutos de
juego Romero abrió el marcador, y a pura desconcentración y errores defensivos
se lo dejó dar vuelta en diez minutos, entregando tal vez la peor actuación del
semestre. Fue promisorio el arranque del complemento, un desconcierto de los
quince a los treinta y pura desesperación e impotencia de los 30 hasta el
final, mientras Arsenal dilapidaba una tras otra las varias oportunidades que
tuvo de liquidarlo. Pero cuando todo estaba irremediablemente perdido, fue
milagro en tiempo de descuento, y el mejor incentivo para seguir luchando hasta
el final por obtener por fin la tan esquiva