por Marcelo Calvente
Si querés sentir
de cerca la esencia del fútbol, andá a la cancha. Las emociones fuertes, los instantes
de gloria, los sinsabores, esas cosas se viven desde la tribuna de tu equipo,
jugando de local. Ahora si querés apreciar las acciones más detenidamente, evaluar
el rendimiento de cada jugador y observar con mayor claridad el entendimiento
colectivo, además miralo por tele. Mirá bien cada repetición, desde cada
ángulo, de más cerca o más lejos, y bancate a Apo o a Alejandro Fabbri en los
comentarios si es necesario. Está claro que si saben algo de fútbol no se les
nota. El primero anda entusiasmado con su nueva creación: “el destino que intenta alcanzar se encuentra congestionado…”
repite en cada partido, abriendo los ojos como Einstein pero con la voz del Oso
Yogui. El segundo ni eso. Comenta con desprecio, como si el fútbol lo
aburriera. A veces pienso que es su sola .presencia en la cabina lo que hace
aburridos a cada uno de los partidos que le tocan en suerte. El tipo es feliz
cuando le piden una estadística. En eso es muy respetado, pero ¿para qué se
mete a comentarista? ¿Se toma el trabajo de volver a ver los partidos que
comenta? ¿Acaso no le afecta saber que, más allá de
estilos y escuelas, lo hace muy mal?
Tengo la suerte de poder ir a ver a Lanús de
visitante. Y a aunque concurrir a estadios ajenos es estar sometido a la
provocación y la extorsión en la calle, a la incomodidad de los espacios
otorgados y el hostigamiento permanente de los hinchas rivales, presenciar el
partido es una experiencia única y emocionante, que sólo sirve si se puede enriquecer
con la emisión completa que se obtiene en youtube pocas horas después de
disputado el mismo. En la transmisión televisiva se observa de cerca lo que en
la cancha ocurrió lejos, y se puede
descubrir qué es lo que intentó hacer tal o
cual jugador, si lo hizo bien, mal o masomenos, si al concluir la jugada se
lamentó, le echó la culpa a otro, y después ver si escupió a lo Riquelme, o si
por pudor, se lo tragó como un caballero.
Suelo decir sin malicia que a mi criterio,
Gustavo Gómez no está a la altura de la categoría en la que juega Lanús.
Apreciando de cerca sus movimientos debo rectificar esos dichos. Su presencia
física, su determinación y la fiereza con que va a disputar cada balón, con el
agregado de su corta edad y su prematura experiencia internacional, me hacen
pensar que debería tener otra oportunidad, trabajarlo durante un tiempo específicamente en los graves errores tácticos
que comete. Toda la valentía y la potencia que exhibe en el mano a mano la
desperdicia retrocediendo, dejando el espacio necesario para que su marca
reciba sin contratiempos. Cuando el rival la tiene, solo trata de que no se
anime a superarlo, que se conforme con no intentarlo, que ceda la pelota y
asunto de otro. En los videos también se observa claramente que cuando el
equipo sale del fondo, Gustavo Gómez establece la última línea granate donde lo
decide el delantero adversario. Que no lo arrea hacia delante, que no se
propone hacerlo. En el video se observa como sus compañeros empiezan a sufrirlo
más y más en tanto avanza el partido. Y se advierte también que cuando el rival
logra meter a Lanús contra su arco y durante dos o tres intentos logra un
ataque sostenido, no hay forma de que no termine en gol, porque Gómez, y con él
Braghieri y el resto, durante todo el semestre y en cada una de esas acciones
que terminó en gol, aparecen tratando de defender a los revolcones en el área
chica de Marchesín. Te lo recomiendo, impresiona verlo tanto como advertir que
tal situación deja de ocurrir en las contadas ocasiones en que su lugar lo
ocupa Matías Martínez, cosa que sucedió a los minutos del segundo tiempo ante Gimnasia.
No debe ser sencillo para Silva aceptar lo
mal que está jugando, justo él que cuando brilla te saca campeón, como lo fue
en Nacional, Banfield, Vélez y también en Lanús, en la última edición de la Sudamericana. Y
es ilustrativo ver con el esmero que trata de revertirlo, con vergüenza
deportiva, ya no es tan exigente con sus compañeros como lo era con Pereyra
Díaz, ya no se saca de las casillas como entonces, sólo intenta e intenta con
admirable voluntad y amor propio. No hay caso, es más útil al final, cuando hay
que defender la ventaja que sin él en cancha es más fácil conseguir. Las
imágenes de la TV
permiten notar que el Pulpito González y Ayala jugaron más que aceptablemente,
y que el de volante central no es el puesto de Ortiz. Es muy buen pasador
cuando aparece cerca del área rival, pero jugando de “5” no le alcanza su reserva
física, no por nada es el primero que se funde cuando se estira el equipo, es
decir casi siempre. También Romero se va apagando con el paso de los minutos,
pero es sabido que quedan apenas 180 minutos por jugar, y es a todo o nada.
Y también ante la TV se comprende a Guillermo por
las tantas oportunidades que le dio a Junior Benítez, que en todo 2014 nunca
repitió su actuación de hace justo un año atrás, ante Boca y Newell’s, donde
apareció en todo su esplendor. De allí hasta hoy, nada de nada, ni siquiera
signos de mucha preocupación ni de mayor compromiso. Viendo su actuación ante
Gimnasia justifica lo mucho que Guillermo confió en él, por lo enchufado que
estuvo y lo muy bien que jugó. Tal vez lo vuelva a poner en lugar de Silva ante
Boca, y se complemente bien con la dupla Acosta-Romero. Si funciona, y si
Martínez ingresa en lugar del lesionado Gómez, Con la vuelta de Somoza tal vez
Lanús encuentre el once ideal para sumar los seis puntos que faltan. Es muy
posible. Habrá que ver si alguno de sus competidores en la lucha por el título
logra igual cosecha. La nota repudiable fue la agresión al Conejo Tarantini,
luego de su intento laboral fallido en la función de comentarista, algo
injustificable, sobre todo si el agresor estaba en la cancha. Viendo ahora la
transmisión en diferido, y escuchando los comentarios de él y de Balasone, sin
un tipo lo estaba mirando por TV y se vistió para ir a pegarle, al menos tiene
atenuantes.