miércoles, 26 de noviembre de 2014

Otra mirada

por Marcelo Calvente


Si querés sentir de cerca la esencia del fútbol, andá a la cancha. Las emociones fuertes, los instantes de gloria, los sinsabores, esas cosas se viven desde la tribuna de tu equipo, jugando de local. Ahora si querés apreciar las acciones más detenidamente, evaluar el rendimiento de cada jugador y observar con mayor claridad el entendimiento colectivo, además miralo por tele. Mirá bien cada repetición, desde cada ángulo, de más cerca o más lejos, y bancate a Apo o a Alejandro Fabbri en los comentarios si es necesario. Está claro que si saben algo de fútbol no se les nota. El primero anda entusiasmado con su nueva creación: “el destino que intenta alcanzar se encuentra congestionado…” repite en cada partido, abriendo los ojos como Einstein pero con la voz del Oso Yogui. El segundo ni eso. Comenta con desprecio, como si el fútbol lo aburriera. A veces pienso que es su sola .presencia en la cabina lo que hace aburridos a cada uno de los partidos que le tocan en suerte. El tipo es feliz cuando le piden una estadística. En eso es muy respetado, pero ¿para qué se mete a comentarista? ¿Se toma el trabajo de volver a ver los partidos que comenta? ¿Acaso no le afecta saber que, más allá de estilos y escuelas, lo hace muy mal?
   Tengo la suerte de poder ir a ver a Lanús de visitante. Y a aunque concurrir a estadios ajenos es estar sometido a la provocación y la extorsión en la calle, a la incomodidad de los espacios otorgados y el hostigamiento permanente de los hinchas rivales, presenciar el partido es una experiencia única y emocionante, que sólo sirve si se puede enriquecer con la emisión completa que se obtiene en youtube pocas horas después de disputado el mismo. En la transmisión televisiva se observa de cerca lo que en la cancha ocurrió lejos, y se puede
descubrir qué es lo que intentó hacer tal o cual jugador, si lo hizo bien, mal o masomenos, si al concluir la jugada se lamentó, le echó la culpa a otro, y después ver si escupió a lo Riquelme, o si por pudor, se lo tragó como un caballero.
  Suelo decir sin malicia que a mi criterio, Gustavo Gómez no está a la altura de la categoría en la que juega Lanús. Apreciando de cerca sus movimientos debo rectificar esos dichos. Su presencia física, su determinación y la fiereza con que va a disputar cada balón, con el agregado de su corta edad y su prematura experiencia internacional, me hacen pensar que debería tener otra oportunidad, trabajarlo durante un tiempo  específicamente en los graves errores tácticos que comete. Toda la valentía y la potencia que exhibe en el mano a mano la desperdicia retrocediendo, dejando el espacio necesario para que su marca reciba sin contratiempos. Cuando el rival la tiene, solo trata de que no se anime a superarlo, que se conforme con no intentarlo, que ceda la pelota y asunto de otro. En los videos también se observa claramente que cuando el equipo sale del fondo, Gustavo Gómez establece la última línea granate donde lo decide el delantero adversario. Que no lo arrea hacia delante, que no se propone hacerlo. En el video se observa como sus compañeros empiezan a sufrirlo más y más en tanto avanza el partido. Y se advierte también que cuando el rival logra meter a Lanús contra su arco y durante dos o tres intentos logra un ataque sostenido, no hay forma de que no termine en gol, porque Gómez, y con él Braghieri y el resto, durante todo el semestre y en cada una de esas acciones que terminó en gol, aparecen tratando de defender a los revolcones en el área chica de Marchesín. Te lo recomiendo, impresiona verlo tanto como advertir que tal situación deja de ocurrir en las contadas ocasiones en que su lugar lo ocupa Matías Martínez, cosa que sucedió a los      minutos del segundo tiempo ante Gimnasia.  
  No debe ser sencillo para Silva aceptar lo mal que está jugando, justo él que cuando brilla te saca campeón, como lo fue en Nacional, Banfield, Vélez y también en Lanús, en la última edición de la Sudamericana. Y es ilustrativo ver con el esmero que trata de revertirlo, con vergüenza deportiva, ya no es tan exigente con sus compañeros como lo era con Pereyra Díaz, ya no se saca de las casillas como entonces, sólo intenta e intenta con admirable voluntad y amor propio. No hay caso, es más útil al final, cuando hay que defender la ventaja que sin él en cancha es más fácil conseguir. Las imágenes de la TV permiten notar que el Pulpito González y Ayala jugaron más que aceptablemente, y que el de volante central no es el puesto de Ortiz. Es muy buen pasador cuando aparece cerca del área rival, pero jugando de “5” no le alcanza su reserva física, no por nada es el primero que se funde cuando se estira el equipo, es decir casi siempre. También Romero se va apagando con el paso de los minutos, pero es sabido que quedan apenas 180 minutos por jugar, y es a todo o nada.

   Y también ante la TV se comprende a Guillermo por las tantas oportunidades que le dio a Junior Benítez, que en todo 2014 nunca repitió su actuación de hace justo un año atrás, ante Boca y Newell’s, donde apareció en todo su esplendor. De allí hasta hoy, nada de nada, ni siquiera signos de mucha preocupación ni de mayor compromiso. Viendo su actuación ante Gimnasia justifica lo mucho que Guillermo confió en él, por lo enchufado que estuvo y lo muy bien que jugó. Tal vez lo vuelva a poner en lugar de Silva ante Boca, y se complemente bien con la dupla Acosta-Romero. Si funciona, y si Martínez ingresa en lugar del lesionado Gómez, Con la vuelta de Somoza tal vez Lanús encuentre el once ideal para sumar los seis puntos que faltan. Es muy posible. Habrá que ver si alguno de sus competidores en la lucha por el título logra igual cosecha. La nota repudiable fue la agresión al Conejo Tarantini, luego de su intento laboral fallido en la función de comentarista, algo injustificable, sobre todo si el agresor estaba en la cancha. Viendo ahora la transmisión en diferido, y escuchando los comentarios de él y de Balasone, sin un tipo lo estaba mirando por TV y se vistió para ir a pegarle, al menos tiene atenuantes.